Musica Para el Alma

lunes, 26 de abril de 2021

LAS LAUDES Y LAS VÍSPERAS DEL MARTES 27. SANTA MARÍA GUADALUPE GARCÍA ZAVALA


 

*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*

 

Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

 

*Santa María Guadalupe García Zavala (1878-1963)*
27 de Abril

 

Laudes - MARTES IV SEMANA DE PASCUA 2021

 

Martes, 27 de abril de 2021.

 

Invitatorio

 

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

 

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

 

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

 

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

 

Laudes

 

Himno

 

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,

la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya

 

Salmodia

 

Antífona 1: El que cumple la voluntad de mi Padre entrará en el reino de los cielos. Aleluya.

 

Salmo 100

Propósitos de un príncipe justo

 

Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. (Jn 14,15)

 

Voy a cantar la bondad y la justicia,
para ti es mi música, Señor;
voy a explicar el camino perfecto:
¿cuándo vendrás a mí?

Andaré con rectitud de corazón
dentro de mi casa;
no pondré mis ojos
en intenciones viles.

Aborrezco al que obra mal,
no se juntará conmigo;
lejos de mí el corazón torcido,
no aprobaré al malvado.

Al que en secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
ojos engreídos, corazones arrogantes
no los soportaré.

Pongo mis ojos en los que son leales,
ellos vivirán conmigo;
el que sigue un camino perfecto,
ése me servirá.

No habitará en mi casa
quien comete fraudes;
el que dice mentiras
no durará en mi presencia.

Cada mañana haré callar
a los hombres malvados,
para excluir de la ciudad del Señor
a todos los malhechores.

 

Antífona 2: Que toda la tierra conozca, Señor, tu bondad para con nosotros. Aleluya.

 

Dn 3,26-29.34-41

Oración de Azarías en el horno

 

Arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados. (Hch 3,19)

 

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
digno de alabanza y glorioso es tu nombre.

Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros
y todas tus obras son verdad,
y rectos tus caminos,
y justos todos tus juicios.

Porque hemos pecado y cometido iniquidad
apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido.
Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.

Por Abrahán, tú amigo;
por Isaac, tu siervo;
por Israel, tu consagrado;
a quienes prometiste
multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.

Pero ahora, Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.

En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.

Por eso, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados.

Que éste sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.

Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro.

 

Antífona 3: El Señor es el baluarte donde me pongo a salvo. Aleluya.

 

Salmo 143,1-10

Oración por la victoria y la paz

 

Todo lo puedo en aquél que me conforta. (Flp 4,13)

 

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?;
¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

 

Lectura Breve

Hch 13, 30-33

Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. Y durante muchos días se apareció a los que con él habían subido de Galilea a Jerusalén: éstos, efectivamente, dan ahora testimonio de él ante el pueblo. Y nosotros os damos la buena nueva: la promesa que Dios hizo a nuestros padres la ha cumplido él ahora con nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, según está escrito en el salmo segundo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.»

 

Responsorio Breve

 

V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.

 

 

V. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
R. La muerte no tiene ya poder sobre él. Aleluya.

Lecturas

 

Primera Lectura

Del libro del Apocalipsis 14, 1-13

EL CORDERO VICTORIOSO

 

Yo, Juan, tuve otra visión:
Vi al Cordero de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. Y oí una voz que bajaba del cielo, como estruendo de grandes cataratas, y como estampido de un trueno poderoso; y el sonido que oía era como de arpistas tocando sus arpas. Cantaban un cántico nuevo ante el trono y ante los cuatro seres y los ancianos. Y nadie podía aprender el cántico, fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil, los rescatados de la tierra.
Éstos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes. Éstos son el cortejo del Cordero, adondequiera que vaya; son los rescatados de entre los hombres, primicias para Dios y el Cordero; y en su boca no se encuentra mentira. Son irreprochables ante el trono de Dios.
Vi luego otro ángel que volaba por lo más alto del cielo. Y era portador de un mensaje eterno, para anunciarlo a los moradores de la tierra, a todas las naciones, tribus, lenguas ypueblos. Y decía con voz poderosa: «Servid a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adorad al que ha creado el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.»
Un segundo ángel lo siguió, diciendo:
«Cayó, cayó Babilonia la grande, la que dio a beber a todas las naciones del vino perturbador de su prostitución.»
Un tercer ángel los siguió, diciendo con voz potente: «El que adore a la bestia y a su imagen, y reciba su marca en la frente o en la mano, beberá del vino de la cólera de Dios, vino puro concentrado en la copa de su ira. Y será atormentado con fuego y azufre ante los santos ángeles y ante el Cordero. Y la humareda de sus tormentos se eleva por los siglos de los siglos; y no tienen reposo ni de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen y los que reciben la marca de su nombre.»
Aquí es necesaria la constancia de los santos, de aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fidelidad a Jesús.
Oí una voz del cielo, que decía: «Escribe: "Bienaventurados desde ahora los muertos que mueren en el Señor." Sí —dice el Espíritu—, que descansen ya de sus fatigas, pues sus obras los acompañan.»

 

Responsorio Cf. Ap 14, 7. 6. 7

 

R. Escuché en el cielo las voces de muchos ángeles que decían: * «Servid a Dios y dadle gloria; adorad al que ha creado el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.» Aleluya.
V. Vi un ángel de Dios que volaba por lo más alto del cielo, y que decía con voz poderosa:
R. «Servid a Dios y dadle gloria; adorad al que ha creado el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.» Aleluya.

 

Segunda Lectura

 

De los sermones de san Pedro Crisólogo, obispo
(Sermón 108: PL 52, 499-500)

SÉ TU MISMO EL SACRIFICIO Y EL SACERDOTE DE DIOS

 

Os exhorto, por la misericordia de Dios, nos dice san Pablo. Él nos exhorta, o mejor dicho, Dios nos exhorta por medio de él. El Señor se presenta como quien ruega porque prefiere ser amado que temido, y le agrada más mostrarse como Padre que aparecer como Señor. Dios, pues, suplica por misericordia para no tener que castigar con rigor.
Escucha cómo suplica el Señor: «Mirad y contemplad en mí vuestro mismo cuerpo, vuestros miembros, vuestras entrañas, vuestros huesos, vuestra sangre. Y si ante lo que es propio de Dios teméis, ¿por qué no amáis al contemplar lo que es de vuestra misma naturaleza? Si teméis a Dios como Señor, ¿por qué no acudís a él como Padre? Pero quizá sea la inmensidad de mi pasión, cuyos responsables fuisteis vosotros, lo que os confunde. No temáis. Esta cruz no es mi aguijón, sino el aguijón de la muerte.
Estos clavos no me infligen dolor, lo que hacen es acrecentar en mí el amor por vosotros.
Estas llagas no provocan mis gemidos, lo que hacen es introduciros más en mis entrañas.
Mi cuerpo al ser extendido en la cruz os acoge con un seno más dilatado pero no aumenta mi sufrimiento. Mi sangre no es para mí una pérdida, sino el pago de vuestro precio.
Venid, pues, retornad, y comprobaréis que soy un padre, que devuelvo bien por mal, amor por injurias, inmensa caridad como paga de las muchas heridas.»
Pero escuchemos ya lo que nos dice el Apóstol: Os exhorto —dice— a presentar vuestros cuerpos. Al rogar así, el Apóstol eleva a todos los hombres a la dignidad del sacerdocio: A presentar vuestros cuerpos como hostia viva. ¡Oh inaudita riqueza del sacerdocio cristiano: el hombre es, a la vez, sacerdote y víctima! El cristiano ya no tiene que buscar fuera de sí la ofrenda que debe inmolar a Dios:

lleva consigo y en sí mismo lo que va a sacrificar a Dios. Tanto la víctima como el sacerdote permanecen intactos: la víctima sacrificada sigue viviendo, y el sacerdote que presenta el sacrificio no podría matar esta víctima.
Misterioso sacrificio en que el cuerpo es ofrecido sin inmolación del cuerpo, y la sangre se ofrece sin derramamiento de sangre. Os exhorto, por la misericordia de Dios — dice—, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva.
Este sacrificio, hermanos, es como una imagen del de Cristo que, permaneciendo vivo, inmoló su cuerpo por la vida del mundo: él hizo efectivamente de su cuerpo una hostia viva, porque, a pesar de haber sido muerto, continúa viviendo. En un sacrificio como éste, la muerte tuvo su parte, pero la víctima permaneció viva, la muerte resultó castigada, la víctima, en cambio, no perdió la vida. Así también, para los mártires, la muerte fue un nacimiento: su fin, un principio, al ajusticiarlos encontraron la vida y, cuando, en la tierra, los hombres pensaban que habían muerto, empezaron a brillar resplandecientes en el cielo.
Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva. Es lo mismo que ya había dicho el profeta: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo.
Hombre, procura, pues, ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios. No desprecies lo que el poder de Dios te ha dado y concedido. Revístete con la túnica de la santidad, que la castidad sea tu ceñidor, que Cristo sea el casco de tu cabeza, que la cruz defienda tu frente, que en tu pecho more el conocimiento de los misterios de Dios, que tu oración arda continuamente, como perfume de incienso: toma en tus manos la espada del Espíritu, haz de tu corazón un altar, y así, afianzado en Dios, presenta tu cuerpo al Señor como sacrificio.
Dios te pide la fe, no desea tu muerte; tiene sed de tu entrega, no de tu sangre; se aplaca, no con tu muerte; sino con tu buena voluntad.

 

Responsorio Ap 5, 9. 10

 

R. Eres digno, Señor, de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado * y por tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.
V. Has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.
R. Y por tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.

 

*Lecturas de la 4ª Semana del Tiempo Pascua Ciclo B*

Martes, 27 de abril de 2021

Evangelio

*Lectura del evangelio según san Juan (10,22-30)*

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

Palabra del Señor

 

Canto Evangélico

 

Antifona: Las obras que el Padre me concede realizar, las mismas que hago, testifican que el
Padre me ha enviado. Aleluya.

 

Benedictus Lc 1, 68-79

El Mesías y su precursor

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

 

Oremos agradecidos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Cordero inmaculado que quitó el pecado del mundo y nos comunica su vida nueva, y digámosle:


*Autor de la vida, vivifícanos*.


Dios, autor de la vida, acuérdate de la muerte y resurrección del Cordero inmolado en la cruz, — y atiende su continua intercesión por nosotros.


Haz, Señor, que, tirada fuera la vieja levadura de la malicia y de la perversidad, — vivamos la Pascua de Cristo con panes ázimos de pureza y de verdad.


Que sepamos rechazar hoy el pecado de discordia y de envidia,
— y seamos más sensibles a las necesidades de nuestros hermanos.


Concédenos vivir auténticamente el espíritu evangélico, — para que hoy y siempre sigamos el camino de tus mandatos.


Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.


Porque deseamos que la luz de Cristo alumbre a todos los hombres, pidamos al Padre que su reino llegue a nosotros: Padre nuestro.

 

Padre Nuestro

 

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

 

Oremos:

 

Te pedimos, Señor todopoderoso, que la celebración de las fiestas de Cristo resucitado aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

 

Amén.

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

*Santa María Guadalupe García Zavala (1878-1963)*
27 de Abril

María Guadalupe García Zavala "Madre Lupita", Fundadora de la Congregación religiosa de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres, nació en Zapopan, Jalisco, México el 27 de abril de 1878. Fueron sus padres el Sr. Fortino García y la Sra. Refugio Zavala de García.

 

Don Fortino, era comerciante, tenía una tienda de objetos religiosos frente a la Basílica de Nuestra Señora de Zapopan, por lo tanto la pequeña Lupita visitaba la iglesia con mucha frecuencia y desde pequeña mostró grande amor a los pobres y a las obras de caridad.

Lupita tenía fama de ser una joven muy bonita y muy simpática, sin dejar de ser sencilla y transparente en su trato, amable y servicial con todos. Tuvo un noviazgo con el Señor Gustavo Arreola, y ya prometida en matrimonio a la edad de 23 años, sintió la llamada del Señor Jesús para consagrarse a la vida religiosa sobre todo en la atención a los enfermos y a los pobres.

 

Le contó esta inquietud a su director espiritual, el Padre Cipriano Iñiguez, quien le dijo que a su vez, él había tenido la inspiración de fundar una Congregación Religiosa para atender a los enfermos del Hospital y la invitaba a comenzar esta labor, y fue así que entre los dos fundaron la Congregación religiosa de “Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres”.

La Madre Lupita ejerció el oficio de enfermera arrodillándose en el piso para atender a los primeros enfermos en el Hospital, que por cierto al inicio carecía de muchas cosas, sin embargo siempre reinó la ternura y compasión, procurando sobre todo para los enfermos un buen cuidado en la vida espiritual.

 

La Madre Lupita fue proclamada Superiora General de la Congregación, cargo que tuvo durante toda su vida, y aunque provenía de una familia de un buen nivel económico, ella se adaptó con alegría a una vida extremadamente sobria y enseñó a las Hermanas de la Congregación a amar la pobreza para poder donarse más a los enfermos. Hubo un período de graves dificultades económicas en el Hospital y la Madre Lupita pidió el permiso a su director espiritual de poder mendigar por las calles, y obtenida la autorización, lo hizo junto con otras hermanas por varios años hasta que se solucionaron los problemas para sustentar a los enfermos.

 

El cuadro político-religioso en México fue grave desde 1911, con la caída del presidente Porfirio Díaz, hasta prácticamente 1936 porque la Iglesia fue perseguida por los revolucionarios Venustiano Carranza, Alvaro Obregón, Pancho Villa y sobre todo Plutarco Elías Calles en el período más sangriento de 1926 a 1929.

En este tiempo de persecución en México contra la Iglesia católica, la Madre Lupita arriesgando su vida y la de sus mismas compañeras escondió en el hospital a algunos sacerdotes y también al mismo Arzobispo de Guadalajara, Su Excelencia D. Francisco Orozco y Jiménez. Por otra parta a los mismos soldados persecutores les daban alimento y los curaban de sus heridas; éste fue un motivo para que los soldados que estaban encuartelados cerca del hospital no sólo no molestaban a las Hermanas sino que hasta las defendieron, lo mismo que a los enfermos.

 

Durante el período en que vivió la Madre Lupita se abrieron 11 fundaciones en la República Mexicana, y después de su muerte siguió creciendo la Congregación; en la actualidad las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres cuentan con 22 Fundaciones en México, Perú, Islandia, Grecia e Italia.

El 13 de octubre de 1961 la entera Congregación de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres festejaron el jubileo de diamante de la Madre Lupita, es decir, los 60 años de vida religiosa de la amada fundadora, sin embargo ella que tenía 83 años de edad padecía de una penosa enfermedad que después de dos años la llevó a la muerte.

 

Se durmió en el Señor el 24 de junio de 1963 en Guadalajara, Jalisco, México a la edad de 85 años, gozando desde entonces de una sólida fama de santidad.

Fue amada por pobres y ricos de la ciudad de Guadalajara y de otros lugares en donde tenían hospitales, esto se confirma también porque desde el momento en que se supo de su muerte, muchísima gente se congregó en el hospital para ver por última ocasión sus restos mortales y al día siguiente que se celebraron los funerales también participó mucha gente porque ya la consideraban como una santa.

 

La Madre Lupita se presenta ahora como un digno ejemplo de vida de santidad para que sea imitada no sólo por las Religiosas por ella fundadas, sino por todos los fieles por la práctica constante y heroica de las virtudes evangélicas que ejercitó a través de su vida, y sobretodo por su dedicación incondicional al servicio de Dios en los hermanos, especialmente en los pobres y en los que sufren todo tipo de enfermedades.

Fue beatificada por Juan Pablo II el 25 de abril de 2004.

 

 

 

 

*Vísperas - MARTES IV SEMANA DE PASCUA 2021*

 

Martes, 27 de abril de 2021.

Invitatorio

 

Vísperas

 

Invocación

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno

Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada,

¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.

 

Salmodia

 

Antífona 1: Cantadnos un cantar de Sión. Aleluya.

Salmo 136,1-6

Junto a los canales de Babilonia

 

Este destierro y esclavitud material hay que tomarlo como símbolo de la esclavitud espiritual. (S. Hilario)

 

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.

Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.»

¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha;

que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías.

 

Antífona 2: En medio de los peligros me conservaste la vida. Aleluya.

 

Salmo 137

Acción de gracias

 

Los reyes de la tierra llevarán a la ciudad santa su esplendor. (cf. Ap 21,24)

 

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre:

por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.

El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.

Cuando camino entre peligros,
me conservas la vida;
extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo,
y tu derecha me salva.

El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.

 

Antífona 3: Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria y el esplendor. Aleluya.

 

Ap 4,11;5,9.10.12

Himno de los redimidos

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

 

Lectura Breve

1 Pe 2, 4-5

Acercándoos al Señor, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y apreciada por Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

 

Responsorio Breve

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya,
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

 

Canto Evangélico

 

Antifona: Yo conozco a mis ovejas y ellas me siguen, y yo les doy vida eterna. Aleluya.

 

MagnificatLc 1, 46-55

Alegría del alma en el Señor

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

 

Invoquemos a Cristo, que con su resurrección ha reanimado la esperanza de su pueblo, y digámosle:


Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.


Señor Jesús, de cuyo costado abierto salió sangre y agua,
— haz de la Iglesia tu esposa inmaculada.


Pastor supremo de la Iglesia, que después de tu resurrección encomendaste a Pedro, al
confesarte su amor, el cuidado de tus ovejas,
— concede al papa N. un amor ardiente y un celo apostólico.


Tú que concediste una pesca abundante a los discípulos que pescaban en el mar,
— envía operarios que continúen su trabajo apostólico.


Tú que preparaste a la orilla del mar el pan y los peces para los discípulos,
— no permitas que nuestros hermanos mueran de hambre por culpa nuestra.


Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.


Señor Jesús, nuevo Adán, que nos das la vida, transforma a nuestros difuntos a imagen tuya, — para que compartan contigo la alegría de tu reino.


Sintiéndonos verdaderos hijos de Dios, digamos a nuestro Padre: Padre nuestro.

 

Padre Nuestro

 

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

 

Te pedimos, Señor todopoderoso, que la celebración de las fiestas de Cristo resucitado aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

 

Amén.