*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Giuseppe Moscati*
Laudes - LUNES II SEMANA DE PASCUA 2021
Lunes, 12
de abril de 2021.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Verdaderamente
ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
Salmodia
Antífona
1: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a
ti, Dios mío. Aleluya.
Salmo 41
Deseo del Señor y ansias de contemplar el templo
El que
tenga sed, y quiera, que venga a beber el agua viva. (Ap 22,17)
Como
busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»
Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.
Diré a Dios: «Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?»
Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?”»
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.”»
Antífona
2: Llena, Señor, a Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria.
Aleluya.
Si 36,1-7.13-16
Súplica en favor de la ciudad santa de Jerusalén
Ésta es
la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado,
Jesucristo. (Jn 17,3)
Sálvanos,
Dios del universo,
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que sienta tu poder.
Como les mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos:
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.
Renueva los prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.
Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.
Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel a quien nombraste tu primogénito;
ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.
Llena a Sión de tu majestad,
y al templo de tu gloria.
Antífona
3: La gloria de Dios ilumina la ciudad y su lámpara es el Cordero.
Aleluya.
Salmo 18 A (2-7)
Alabanza al Dios creador del universo
Nos
visitará el sol que nace de lo alto, para guiar nuestros pasos por el camino de
la paz. (Lc 1,78.79)
El cielo
proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Lectura Breve
Rm 10,
Sb-10
«Cerca de
ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, el mensaje de la fe
que nosotros predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como Señor y
crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo.
Pues con el corazón creemos para obtener la justificación y con la boca hacemos
profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación.
Responsorio Breve
V. El
Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. Mi
corazón y mi carne. Aleluya.
R. Se alegran por el Dios vivo. Aleluya.
Lecturas
Primera Lectura
Comienza el
libro del Apocalipsis 1, 1-20
VISIÓN DEL
HIJO DEL HOMBRE
Apocalipsis
o revelación manifestada por Jesucristo. Dios se la ha confiado para que muestre
a sus siervos lo que ha de sobrevenir en breve; y Jesús lo ha dado a conocer mediante
signos a su siervo Juan, enviándole a su ángel. Y Juan atestigua, como palabra de
Dios y testimonio de Jesucristo, todo lo que ha visto. Feliz el que lee y el
que escucha las palabras de esta profecía y guarda lo escrito en ella. Que el
tiempo de su cumplimiento está cerca.
Juan, a las siete Iglesias del Asia proconsular: Gracia y paz a vosotros de
parte de aquel que es, que era y que será; de parte de los siete espíritus que
están ante su trono; y de parte de Jesucristo, el testigo veraz, el primogénito
de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra.
Y a aquel que nos ama, que nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, que
ha hecho de nosotros un reino y sacerdotes para Dios, su Padre: A él la gloria
y el poder por los siglos de los siglos: Amén. Ved que viene entre las nubes.
Todo el mundo lo verá, aun aquellos que lo traspasaron. Y por su causa
golpearán de dolor su pecho todos los pueblos de la tierra. Así será. Amén.
«Yo soy el alfa y la omega —dice el Señor Dios—, el que es, el que era y el que
será, el Todopoderoso.» Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación,
en el reino y en la constante espera de Jesús, me hallaba en la isla llamada
Patmos, por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús. Un domingo
fui arrebatado en espíritu y oí tras de mí una gran voz como de trompeta, que
decía: «Lo que vayas viendo, escríbelo en un volumen, y envíalo a las siete
Iglesias: a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea.»
Me volví para ver qué voz era la que me hablaba y, al volverme, vi siete
candelabros de oro y, en medio de ellos, una figura como de Hijo de hombre,
vestido de una túnica talar y ceñido el pecho con un ceñidor de oro. Sus
cabellos y su barba eran blancos como la blanca lana o como la nieve, sus ojos
eran como llamas de fuego, sus pies parecían de metal precioso acrisolado en el
horno y su voz era como el estruendo de muchas aguas.
Tenía en su diestra siete estrellas y de su boca salía una aguda espada de dos
filos; su semblante era como el sol cuando brilla con toda su fuerza. Así que
lo vi, caí como muerto a sus pies. Él puso su diestra sobre mí y me dijo: «No
temas. Yo soy el primero y el último, el que vive. Estaba muerto, pero ahora
vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del hades.
Escribe, pues, lo que has visto: lo que ya sucede ahora y lo que ha de suceder
después. Cuanto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi mano, y
de los siete candelabros de oro: sabe que las siete estrellas son los ángeles
de las siete Iglesias, y los siete candelabros son las siete Iglesias.»
Responsorio Ap 1, 5b. 6b; Col 1, 18b
R. Cristo
nos ama y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre: * A
él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Aleluya.
V. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así
es el primero en todo.
R. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Aleluya.
Segunda Lectura
De una
homilía pascual de un autor antiguo (PG 59, 723-724)
LA PASCUA
ESPIRITUAL
La Pascua
que celebramos es el origen de la salvación de todos los hombres, empezando por
el primero de ellos, Adán, que pervive aún en todos los hombres y en nosotros
recobra ahora la vida.
Aquellas instituciones temporales que existían al principio para prefigurar la
realidad presente eran sólo imagen y prefiguración parcial e imperfecta de lo
que ahora aparece; pero una vez presente la realidad, conviene que su imagen se
eclipse; del mismo modo que, cuando llega el rey, a nadie se le ocurre venerar
su imagen, sin hacer caso de su persona.
En nuestro caso es evidente hasta qué punto la imagen supera la realidad,
puesto que aquélla conmemoraba la momentánea preservación de la vida de los
primogénitos judíos, mientras que ésta, la realidad, celebra la vida eterna de
todos los hombres.
No es gran cosa, en efecto, escapar de la muerte por un cierto tiempo, si poco
después hay que morir; sí lo es, en cambio, poderse librar definitivamente de
la muerte; y éste es nuestro caso una vez que Cristo, nuestra Pascua, se inmoló
por nosotros.
El nombre mismo de esta fiesta indica ya algo muy grande si lo explicamos de
acuerdo con su verdadero sentido. Pues Pascua significa paso, ya que el
exterminador aquel que hería a los primogénitos de los egipcios pasaba de largo
ante las casas de los hebreos. Y entre nosotros vuelve a pasar de largo el
exterminador, porque pasa sin tocarnos, una vez que Cristo nos ha resucitado a
la vida eterna.
Y, ¿qué significa, en orden a la realidad, el hecho de que la Pascua y la
salvación de los primogénitos tuvieron lugar en el comienzo del año? Es sin
duda porque también para nosotros el sacrificio de la verdadera Pascua es el
comienzo de la vida eterna.
Pues el año viene a ser como un símbolo de la eternidad, por cuanto con sus estaciones
que se repiten sin cesar, va describiendo un círculo que nunca finaliza. Y
Cristo, el padre del siglo futuro, la víctima inmolada por nosotros, es quien
abolió toda nuestra vida pasada y por el bautismo nos dio una vida nueva,
realizando en nosotros como una imagen de su muerte y de su resurrección.
Así, pues, todo aquel que sabe que la Pascua ha sido inmolada por él, sepa
también que para él la vida empezó en el momento en que Cristo se inmoló para
salvarle. Y Cristo se inmoló por nosotros si confesamos la gracia recibida y
reconocemos que la vida nos ha sido devuelta por este sacrificio.
Y quien llegue al conocimiento de esto debe esforzarse en vivir de esta vida
nueva y no pensar ya en volver otra vez a la antigua, puesto que la vida
antigua ha llegado a su fin. Por ello dice la Escritura: Nosotros, que hemos
muerto al pecado, ¿cómo vamos a vivir más en pecado?
Responsorio 1 Co 5, 7-8; Rm 4, 25
R. Tirad
fuera la levadura vieja para que seáis una masa nueva, pues Cristo, nuestro cordero
pascual, ha sido inmolado. * Así, pues, celebremos
nuestra fiesta con el cuerpo del Señor. Aleluya.
V. Fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitado
para nuestra justificación.
R. Así, pues, celebremos nuestra fiesta con el cuerpo del
Señor. Aleluya.
Lecturas
del Lunes de la 2ª semana de Pascua
Lunes, 12 de abril de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Juan (3,1-8)*
Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este
fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie
puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino
de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar
en el vientre de su madre y nacer?».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede
entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del
Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de
nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde
viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu».
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Os
digo con toda verdad: el que no nace de arriba no podrá entrar en el reino de
Dios. Aleluya.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos a
Dios Padre todopoderoso, glorificado por la muerte y resurrección de Cristo, y digámosle
confiados:
*Ilumina, Señor, nuestras mentes*.
Padre, fuente de toda luz, que has querido iluminar el mundo con la gloria de
Cristo resucitado, — ilumina, desde el principio de este día, nuestras almas
con la luz de la fe.
Tú que por medio de tu Hijo, resucitado de entre los muertos, has abierto a los
hombres las puertas de la salvación, — haz que, a través de los trabajos de
este día, se acreciente nuestra esperanza.
Tú que por medio de tu Hijo resucitado has derramado sobre el mundo tu Espíritu
Santo, — enciende nuestros corazones con el fuego de este mismo Espíritu.
Que Cristo, el Señor, clavado en la cruz para librarnos, — sea hoy nuestra redención
y nuestra salvación.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Terminemos nuestra oración con la plegaria que Cristo nos enseñó: Padre
nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Dios
todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre, aumenta en nuestros corazones
el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
*San Giuseppe Moscati*
San Giuseppe fue el séptimo hijo
del matrimonio conformado por Francesco Moscati (abogado) y una aristócrata,
Rosa De Luca dei Marchesi di Roseto. La familia vivía en Santa Lucía di Serino,
luego se trasladó a Nápoles en 1884, aquí recibió la Primera Comunión, cuatro
años más tarde, en la iglesia de las Hermanas del Sagrado Corazón. En esta
iglesia, Moscati se reúne con el beato Bartolo Longo, fundador de la ermita de
Pompeya al lado de la iglesia y conoció a Santa Caterina Volpicelli.
Biografía
de San Giuseppe Moscati
En 1892 su hermano Alberto, desafortunadamente, el murió tras una
caída de su caballo durante el ejercicio de su servicio militar: a partir de
este episodio empezó a madurar su pasión por la medicina. Después de la escuela
secundaria, se matriculó en 1897 en la Facultad de Medicina, en el mismo año de
la muerte de su padre, que sufrió una hemorragia cerebral.
Ingresó en la universidad para estudiar medicina y con 22 años se
graduó con las mejores calificaciones de su promoción. Cada día se levantaba
muy temprano para ir a misa y recibir la comunión. Después se dirigía a las
colonias pobres para ver algunos enfermos y a las 8:30 a.m. iniciaba el trabajo
en el hospital.
Sus pacientes predilectos eran los pobres, algo de lo que dan fe
muchas personas que lo conocieron. Es conocida una anécdota suya con un anciano
pobre al que visitaba cada día. El anciano le pidió en una ocasión que fuera
con él desayunar al café que estaba junto a la iglesia a la que acudía a misa.
El día en el que el anciano no iba a desayunar, el doctor se acercaba
preocupado hasta su domicilio para asistirlo.
Nunca cobró dinero a los pobres, a los que ayudaba siempre con una
sonrisa y sin hacerse notar.
Su muerte llegó el 12 de abril de 1927, casi a los 47 años,
mientras esperaba en el despacho de su casa la visita de los enfermos y sentado
en un sillón.
La noticia de su fallecimiento se difundió rápidamente por toda la
ciudad con las palabras “ha muerto el médico santo” y fueron los pobres quienes
más lloraron la pérdida de su amigo y doctor.
Entre los primeros que acudieron a rezar ante su cadáver estuvo el
Cardenal Ascalesi, quien ante los presentes dijo: “el doctor pertenecía a la
Iglesia; no a aquella de quienes sanó el cuerpo, sino de la de quienes salvó el
alma y que salieron a su encuentro mientras subía al cielo”.
Fue beatificado en 1975 por el Papa Pablo VI y canonizado gracias
al milagro de la curación de leucemia del joven Giuseppe Montefusco en 1979.
Precisamente fue en la Iglesia de Jesús Nuevo donde la madre del joven pidió la
intercesión del entonces beato.
Algunos días antes, por la noche, vio en sueños la foto de un
médico en batín blanco. Contó el sueño a su párroco, quien le habló del Beato
Moscati. La señora fue a la Iglesia de Jesús Nuevo y enseguida reconoció el
rostro de la imagen que vio en sueños. Desde ese momento rezó a Moscati y
consiguió que se le unieran parientes y amigos. Su hijo Giuseppe se curó
totalmente en pocos días y regresó a su trabajo como herrero.
Moscati fue canonizado por Juan Pablo II el 25 de octubre de 1987.
Vísperas - LUNES II SEMANA DE PASCUA 2021
Lunes, 12
de abril de 2021.
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada,
¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.
Salmodia
Antífona
1: Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.
Salmo 44,2-10
Las nupcias del Rey
¡Que
llega el Esposo, salid a recibirlo! (Mt 25,6)
Me brota
del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, oh Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
Antífona
2: Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero. Aleluya.
Salmo 44,11-18
Escucha,
hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
la traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.»
Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
Antífona
3: De su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Aleluya.
Ef 1,3-10
El Dios salvador
Bendito
sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Lectura Breve
Hb 8, 1b-3ª
Tenemos
un sumo sacerdote que está sentado a la diestra del trono de la Majestad en los
cielos. Él es ministro del santuario, y de la verdadera Tienda de Reunión, que
fue fabricada por el Señor y no por hombre alguno. Todo sumo sacerdote es
instituido para ofrecer
oblaciones y sacrificios.
Responsorio Breve
V. Los
discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría, Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Canto Evangélico
Antifona: Lo
que de la carne nace carne es, y lo que nace del Espíritu espíritu es. Aleluya.
Magnificat
Lc 1, 46-55
Alegría del
alma en el Señor
Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Llenos de
gozo, oremos a Cristo, el Señor, que con su resurrección ha iluminado al mundo entero,
y digámosle:
Cristo, vida nuestra, escúchanos.
Señor Jesús, que te hiciste compañero de camino de los discípulos que dudaban
de ti, — acompaña también a tu Iglesia peregrina entre las dificultades e
incertidumbres de esta vida.
No permitas que tus fieles sean tardos y necios para creer, — y aumenta su fe
para que te proclamen vencedor de la muerte.
Mira, Señor, con bondad a cuantos no te reconocieron en su camino, — y
manifiéstate a ellos para que te confiesen como salvador suyo.
Tú que por la cruz reconciliaste a todos los hombres, uniéndolos en tu cuerpo, —
concede la paz y la unidad a las naciones.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que eres el juez de vivos y muertos, — otorga a los difuntos que creyeron en
ti la remisión de todas sus culpas.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Dios
todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre, aumenta en nuestros corazones
el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.