*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Cástulo, Mártir*
26 de Marzo
Laudes -
VIERNES V SEMANA DE CUARESMA 2021
El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la
liturgia de las horas para el día, viernes, 26 de marzo de 2021.
Invitatorio
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por
nosotros fue tentado y por nosotros murió.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Este es el día del Señor.
Este es el tiempo de la misericordia.
Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.
En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.
Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos.
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.
Salmodia
Antífona 1: Aceptarás los sacrificios, ofrendas y
holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Salmo 50
Misericordia, Dios mío
Renovaos
en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana. (Ef
4,23-24)
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Lectura Breve
Is 52, 13-15
Mirad: mi siervo tendrá éxito, será enaltecido y ensalzado
sobremanera. Y, así como muchos se horrorizaron de él, pues tan desfigurado
estaba que ya ni parecía hombre, no tenía ni aspecto humano, así también muchos
pueblos se admirarán de él y, a su vista, los reyes enmudecerán de asombro
porque verán algo jamás narrado y contemplarán algo inaudito.
Responsorio Breve
V. Él me librará de la red del cazador.
R. Él me librará de la red del cazador.
V. Me cubrirá con su plumaje.
R. Él me librará de la red del cazador.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Él me librará de la red del cazador.
V. Convertíos al Señor, vuestro Dios.
R. Porque es compasivo y misericordioso.
Lecturas
Primera Lectura
De la carta a los Hebreos 12, 14-29
EL ACCESO AL MONTE DEL DIOS VIVO
Hermanos: Fomentad la paz con todos y la santificación, sin la
cual nadie verá al Señor. Procurad que nadie se vea privado de la gracia de
Dios. Que ninguna raíz amarga vaya creciendo y causando turbación entre
vosotros, no sea que se inficionen todos. Y mirad que no haya ningún fornicario
ni profanador, como Esaú, que por un plato vendió su primogenitura. Ya sabéis
cómo luego, queriendo heredar la bendición, fue desechado, porque no logró
cambiar el parecer de su padre, aunque con lágrimas lo intentó.
No os habéis acercado a una realidad sensible: fuego que arde, oscuridad o
tinieblas; ni a huracán, sonido de trompeta, o clamor de palabras tal, que
quienes lo oyeron pidieron que no se les hablara más, pues no podían soportar
lo mandado: «Quien toque el monte, aunque sea animal, sea lapidado.» Y tan
terrible era el espectáculo, que el mismo Moisés dijo: «Estoy aterrado y
temblando.» Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo,
Jerusalén del cielo, a la asamblea de los innumerables ángeles, a la congregación
de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas
de los justos que han llegado a su destino, al Mediador de la nueva alianza,
Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de
Abel.
Guardaos de rechazar al que os habla, pues si no escaparon al castigo los que rechazaron
al que promulgaba la ley en la tierra, mucho menos escaparemos nosotros, si volvemos
la espalda al que nos habla desde el cielo. Su voz hacía entonces temblar la tierra;
ahora, en cambio, hace esta promesa: «Todavía haré estremecer una vez más no sólo
la tierra, sino también el cielo.» Estas palabras, «todavía una vez más»,
quieren significar que las cosas que van a ser estremecidas serán cambiadas, ya
que son realidades creadas, para que subsistan aquellas que son inconmovibles.
Así pues, ya que recibimos un reino inconmovible, retengamos firmemente esta donación
gratuita y, por medio de ella, sirvamos a Dios con amor filial y reverencia
para agradarle, pues nuestro Dios, en efecto, «es un fuego devorador».
Responsorio Dt 5, 23. 24; cf. Hb
12, 22
R. Vosotros, cuando oísteis la voz que salía de la tiniebla,
mientras el monte ardía, os acercasteis a Moisés y le dijisteis: * «El
Señor, nuestro Dios, nos ha mostrado su gloria y su grandeza.»
V. Ahora os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios
vivo, Jerusalén del cielo.
R. El Señor, nuestro Dios, nos ha mostrado su gloria y su
grandeza.
Segunda Lectura
Del tratado de san Fulgencio de Ruspe, obispo, sobre la regla de la
verdadera fe a
Pedro
(Cap. 22, 62: CCL 91 A, 726. 750-751)
ÉL MISMO SE OFRECIÓ POR NOSOTROS
En los sacrificios de víctimas carnales que la Santa Trinidad, que
es el mismo Dios del antiguo y del nuevo Testamento, había exigido que le
fueran ofrecidos por nuestros padres, se significaba ya el don gratísimo de
aquel sacrificio con el que el Hijo único de Dios, hecho hombre, había de
inmolarse a sí mismo misericordiosamente por nosotros.
Pues, según la doctrina apostólica, se entregó por nosotros a Dios como
oblación y víctima de suave olor. Él, como Dios verdadero y verdadero sumo sacerdote
que era, penetró por nosotros una sola vez en el santuario, no con la sangre de
los becerros y los machos cabríos, sino con la suya propia. Esto era precisamente
lo que significaba aquel sumo sacerdote que entraba cada año con la sangre en
el santuario.
Él es quien, en sí mismo, poseía todo lo que era necesario para que se
efectuara nuestra redención, es decir, él mismo fue el sacerdote y el
sacrificio, él mismo fue Dios y templo: el sacerdote por cuyo medio nos
reconciliamos, el sacrificio que nos reconcilia, el templo en el que nos
reconciliamos, el Dios con quien nos hemos reconciliado.
Como sacerdote, sacrificio y templo, actuó solo, porque aunque era Dios quien realizaba
estas cosas, no obstante las realizaba en su forma de siervo; en cambio, en lo que
realizó como Dios, en la forma de Dios, lo realizó conjuntamente con el Padre y
el Espíritu Santo.
Ten, pues, por absolutamente seguro, y no dudes en modo alguno, que el mismo
Dios unigénito, Verbo hecho carne, se ofreció por nosotros a Dios como oblación
y víctima de suave olor, el mismo en cuyo honor, en unidad con el Padre y el
Espíritu Santo, los patriarcas, profetas y sacerdotes ofrecían, en tiempos del antiguo
Testamento, sacrificios de animales; y a quien ahora, o sea, en el tiempo del
Testamento nuevo, en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, con quienes
comparte la misma y única divinidad, la santa Iglesia católica no deja nunca de
ofrecer, por todo el universo de la tierra, el sacrificio del pan y del vino,
con fe y caridad.
Así, pues, en aquellas víctimas carnales se significaba la carne y la sangre de
Cristo; la carne que él mismo, sin pecado como se hallaba, había de ofrecer por
nuestros pecados, y la sangre que había de derramar en remisión también de nuestros
pecados; en cambio, en este sacrificio se trata de la acción de gracias y del
memorial de la carne de Cristo, que él ofreció por nosotros, y de la sangre,
que, siendo como era Dios, derramó por nosotros.
Sobre esto afirma el bienaventurado Pablo en los Hechos de los apóstoles: Tened
cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar,
como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre.
Por tanto, aquellos sacrificios eran figura y signo de lo que se nos daría en
el futuro; en este sacrificio, en cambio, se nos muestra de modo evidente lo
que ya nos ha sido dado.
En aquellos sacrificios se anunciaba de antemano al Hijo de Dios, que había de
morir a manos de los impíos; en este sacrificio, en cambio, se le anuncia ya
muerto por ellos, como atestigua el Apóstol al decir: Cuando nosotros todavía
estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; y
añade: Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de
su Hijo.
Responsorio Cf. Col 1, 21-22; Rm 3,
25
R. A vosotros, que antes estabais enajenados y enemigos en
vuestra mente por las obras malas, ahora Dios os ha reconciliado en el cuerpo
de carne de Cristo mediante la muerte, * presentándoos ante
él como santos sin mancha y sin falta.
V. Dios ha propuesto a Cristo como instrumento de propiciación,
por su propia sangre y mediante la fe.
R. Presentándoos ante él como santos sin mancha y sin falta.
Viernes, 26 de marzo de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Juan (10,31-42)*
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Elles replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de
ellas me apedreáis?».
Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo
un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama
dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la
Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros:
“¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi
Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las
obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el
Padre».
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de
nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se
quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: “Muchas y buenas obras os he hecho ver —dice el Señor—, ¿por
cuál de ellas me
queréis apedrear?”
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Demos gracias a Cristo, el Señor, que al morir en cruz nos dio la
vida, y digámosle con fe:
*Tú que por nosotros moriste,
escúchanos, Señor*.
Maestro y Salvador nuestro, tú que nos revelaste con tu palabra el designio de
Dios y nos renovaste con tu gloriosa pasión, — no permitas que nuestros días
transcurran entre vicios y pecados.
Que sepamos, Señor, mortificarnos hoy al tomar los manjares del cuerpo, — para
ayudar con nuestra abstinencia a los hambrientos y necesitados.
Que vivamos santamente este día de penitencia cuaresmal, — y lo consagremos a
tu servicio mediante obras de misericordia.
Sana, Señor, nuestras voluntades rebeldes, — y llénanos de tu gracia y de tus
dones.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Que el Espíritu que habita en nosotros y nos une en su amor nos ayude a decir:
Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Perdona las culpas de tu pueblo, Señor, y que tu amor y tu bondad
nos libren del poder del pecado, al que nos ha sometido nuestra debilidad. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a
la vida eterna.
R. Amén.
*San Cástulo, Mártir*
Durante el reinado de Diocleciano, el Papa San Cayo estuvo
grandemente preocupado por la seguridad de los cristianos en Roma.
Cástulo, un celoso cristiano que era camarero del emperador, se
ofreció; a arreglar todo lo necesario para que se tuvieran servicios religiosos
en el mismo palacio del emperador, ya que este lugar no se prestaba para
investigación alguna; y aún más, Cástulo albergó; a los cristianos en su propia
casa, adjunta al palacio y les procuró; un lugar para sus reuniones. No contento
con servir así; a la Iglesia, él y su amigo Tiburcio recorrieron Roma
convirtiendo hombres y mujeres al cristianismo y llevándoles ante el Papa para
que fueran bautizados. Posteriormente fue traicionado por un apóstata cristiano
llamado Torcuato. Llevado ante Fabiano, prefecto de la ciudad, fue cruelmente
atormentado y después arrojado a un foso cubierto con arena.
Vísperas
- VIERNES V SEMANA DE CUARESMA 2021
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.
Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.
Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.
Entonces proclamaremos:
"¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!
¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!". Amén.
Salmodia
Antífona 1: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
Salmo 40
Oración de un enfermo
Uno de
vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo. (Mc 14,18)
Dichoso el que cuida del pobre y desvalido;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
El Señor lo guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.
El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije: «Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti.»
Mis enemigos me desean lo peor:
«A ver si se muere, y se acaba su apellido.»
El que viene a verme habla con fingimiento,
disimula su mala intención,
y, cuando sale afuera, la dice.
Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí,
hacen cálculos siniestros:
«Padece un mal sin remedio,
se acostó para no levantarse.»
Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba,
que compartía mi pan,
es el primero en traicionarme.
Pero tú, Señor, apiádate de mí,
haz que pueda levantarme,
para que yo les dé su merecido.
En esto conozco que me amas:
en que mi enemigo no triunfa de mí.
A mí, en cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.
Bendito el Señor, Dios de Israel,
ahora y por siempre. Amén, amén.
Antífona 2: El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Salmo 45
Dios, refugio y fortaleza de su
pueblo
Le pondrá
por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros». (Mt 1,23)
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en
tu acatamiento, Señor.
Ap 15,3-4
Himno de adoración
Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Lectura Breve
1 Pe 2, 21b-24
Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que
sigamos sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando
le insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al
contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros
pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.
Responsorio Breve
V. Yo dije: “Señor, ten misericordia.”
R. Yo dije: “Señor, ten misericordia.”
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: “Señor, ten misericordia.”
Canto Evangélico
Antifona: Si no queréis creerme a mí, creed a esas obras, que hago en
nombre de Dios.
Magnificat Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos a Jesús, el Señor, que santificó por su propia sangre al
pueblo, y digámosle:
Compadécete, Señor, de tu pueblo.
Redentor nuestro, por tu pasión, concede a tus fieles la fuerza necesaria para
mortificar sus cuerpos, ayúdalos en su lucha contra el mal y fortalece su
esperanza, — para que se dispongan a celebrar santamente tu resurrección.
Haz que los cristianos cumplan con su misión profética anunciando al mundo tu
Evangelio, — y dando testimonio de él por su fe, esperanza y caridad.
Conforta, Señor, a los que están tristes, — y otórganos a nosotros el poder
consolar a nuestros hermanos.
Haz que tus fieles aprendan a participar en tu pasión con sus propios
sufrimientos, — para que sus vidas manifiesten tu salvación a los hombres.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que eres autor de la vida, acuérdate de los difuntos, — y dales parte en tu
gloriosa resurrección.
Con el gozo de sabernos hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre, diciendo:
Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Perdona las culpas de tu pueblo, Señor, y que tu amor y tu bondad
nos libren del poder del pecado, al que nos ha sometido nuestra debilidad. Por
Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a
la vida eterna.
R. Amén.