*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Longinos, Mártir*
15 de Marzo
Laudes -
LUNES IV SEMANA DE CUARESMA 2021
El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la
liturgia de las horas para el día, lunes, 15 de marzo de 2021.
Invitatorio
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por
nosotros fue tentado y por nosotros murió.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Este es el día del Señor.
Este es el tiempo de la misericordia.
Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.
En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.
Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos.
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.
Salmodia
Antífona 1: Por la mañana sácianos de tu misericordia,
Señor.
Salmo 89
Baje a nosotros la bondad del Señor
Para el
Señor un día es como mil años, y mil años como un día. (2P 3,8)
Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.
Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.
Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.
¡Cómo nos ha consumido tu cólera
y nos ha trastornado tu indignación!
Pusiste nuestras culpas ante ti,
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.
Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.
¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Antífona 2: Llegue hasta el confín de la tierra la
alabanza del Señor.
Is 42,10-16
Cántico nuevo al Dios vencedor y
salvador
Cantan un
cántico nuevo delante del trono de Dios. (Ap 14,3)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
llegue su alabanza hasta el confín de la tierra;
+ muja el mar y lo que contiene,
las costas y sus habitantes;
alégrese el desierto con sus tiendas,
los cercados que habita Cadar;
exulten los habitantes de Petra,
clamen desde la cumbre de las montañas;
den gloria al Señor,
anuncien su alabanza en las costas.
El Señor sale como un héroe,
excita su ardor como un guerrero,
lanza el alarido,
mostrándose valiente frente al enemigo.
«Desde antiguo guardé silencio,
me callaba, aguantaba;
como parturienta, grito,
jadeo y resuello.
Agostaré montes y collados,
secaré toda su hierba,
convertiré los ríos en yermo,
desecaré los estanques;
conduciré a los ciegos
por el camino que no conocen,
los guiaré por senderos que ignoran;
ante ellos convertiré la tiniebla en luz,
lo escabroso en llano.»
Antífona 3: Alabad el nombre del Señor, los que estáis en
la casa del Señor.
Salmo
134,1-12
Himno a Dios, realizador de
maravillas
Vosotros
sois… un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó
a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. (1P 2,9)
Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.
Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.
Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.
Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.
Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.
Lectura Breve
Ex 19, 4-16ª
Vosotros habéis visto cómo os saqué sobre alas de águila y os
traje hacia mí; ahora pues, si queréis obedecerme y guardar mi alianza, seréis
mi especial propiedad entre todos los pueblos, pues mía es toda la tierra.
Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación
santa.
Responsorio Breve
V. Él me librará de la red del cazador.
R. Él me librará de la red del cazador.
V. Me cubrirá con su plumaje.
R. Él me librará de la red del cazador.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Él me librará de la red del cazador.
V. Convertíos y creed la Buena Noticia.
R. Porque está cerca el reino de Dios.
Lecturas
Primera Lectura
De la carta a los Hebreos 7, 11-28
EL SACERDOCIO ETERNO DE CRISTO
Hermanos: Si la perfección hubiese venido por el sacerdocio
levítico (pues en él se fundaba la legislación del pueblo), ¿qué necesidad
había de suscitar otro sacerdote según el rito de Melquisedec, y no según el
rito de Aarón? Cambiado el sacerdocio, necesariamente se cambió también la ley.
Pues bien, aquel de quien dice estas cosas la Escritura pertenece a una tribu
distinta de la de Leví, y de ella nadie se consagró nunca al altar. Todo el
mundo sabe que nuestro Señor nació de la tribu de Judá, de la que nada dijo
Moisés referente al sacerdocio.
Y esta sustitución de la ley es todavía más evidente si surge otro sacerdote
según el rito de Melquisedec, que ha sido constituido tal, no por una ley de
prescripción carnal, sino por el poder de una vida indestructible. Así Dios
afirma de él: «Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.» Y, así, queda abrogada la ordenación anterior
por razón de su ineficacia e inutilidad, pues la ley no llevó nada a su
perfección, ya que no era más que una introducción a una esperanza mejor, por
la cual nos acercamos a Dios.
Y este sacerdote no fue constituido sin juramento por parte de Dios. Aquéllos
lo fueron sin juramento, pero éste fue constituido con juramento, pronunciado
por aquel que le dijo: «Juró el Señor y no se arrepentirá: tú eres sacerdote para
siempre.» Así, Jesús se hace fiador de una alianza mucho más excelente que la
primera. Y mientras aquéllos fueron constituidos sacerdotes en gran número,
porque la muerte les impedía perdurar en su sacerdocio, éste, como permanece
para siempre, tiene un sacerdocio eterno. De aquí que tiene poder para llevar a
la salvación definitiva a cuantos por él se vayan acercando a Dios, porque vive
para siempre para interceder por ellos.
Y tal era precisamente el sumo sacerdote que nos convenía: santo, sin maldad,
sin mancha, excluido del número de los pecadores y exaltado más alto que los
cielos. No tiene necesidad, como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas cada
día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo
una vez por todas, ofreciéndose a sí mismo. Y es que la ley constituyó sumos
sacerdotes a hombres sometidos a fragilidad; en cambio, la palabra de aquel
juramento posterior a la ley constituyó al Hijo sumo sacerdote perfecto para
siempre.
Responsorio Hb 5, 5. 6; 7, 20. 21
R. Cristo no se dio a sí mismo la gloria del sumo sacerdocio,
sino que la recibió de aquel que le dijo: * «Tú
eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.»
V. Los sacerdotes de la antigua ley fueron constituidos sin
juramento, pero Jesús fue constituido con juramento, pronunciado por aquel que
le dijo:
R. «Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.»
Segunda Lectura
De las homilías de Orígenes, presbítero, sobre el libro del Levítico
(Homilía 9, 5. 10: PG 12, 515. 523)
CRISTO ES NUESTRO SUMO SACERDOTE, NUESTRA PROPICIACIÓN
Una vez al año, el sumo sacerdote, alejándose del pueblo, entra en
el lugar donde se hallan el propiciatorio, los querubines, el arca de la
alianza y el altar del incienso, en aquel lugar donde nadie puede penetrar, sino
sólo el sumo sacerdote.
Si pensamos ahora en nuestro verdadero sumo sacerdote, el Señor Jesucristo, y consideramos
cómo, mientras vivió en carne mortal, estuvo durante todo el año con el pueblo,
aquel año del que él mismo dice: Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los
pobres, para anunciar el año de gracia del Señor, fácilmente advertiremos que,
en este año, penetró una sola vez, el día de la propiciación, en el santuario,
es decir, en los cielos, después de haber realizado su misión, y que subió hasta
el trono del Padre, para hacerle propicio al género humano y para interceder
por cuantos creen en él.
Aludiendo a esta propiciación con la que vuelve a reconciliar a los hombres con
el Padre, dice el apóstol Juan: Hijos míos, os escribo esto para que no
pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo,
el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados.
Y, de manera semejante, Pablo vuelve a pensar en esta propiciación cuando dice
de Cristo: A quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en
su sangre. De modo que el día de propiciación permanece entre nosotros hasta
que el mundo llegue a su fin.
Dice el precepto divino: Pondrá incienso sobre las brasas, ante el Señor; el
humo del incienso ocultará la cubierta que hay sobre el documento de la
alianza; y así no morirá. Después tomará sangre del novillo y salpicará con el
dedo la cubierta, hacia oriente.
Así se nos explica cómo se llevaba a cabo entre los antiguos el rito de
propiciación a Dios en favor de los hombres; pero tú, que has alcanzado a
Cristo, el verdadero sumo sacerdote, que con su sangre hizo que Dios te fuera
propicio, y te reconcilió con el Padre, no te detengas en la sangre física;
piensa más bien en la sangre del Verbo, y óyele a él mismo decirte: Ésta es mi
sangre, derramada por vosotros para el perdón de los pecados. No pases por alto
el detalle de que esparció la sangre hacia oriente.
Porque la propiciación
viene de oriente, pues de allí proviene el hombre cuyo nombre es Oriente, que
fue hecho mediador entre Dios y los hombres. Esto te está invitando a mirar
siempre hacia oriente, de donde brota para ti el sol de justicia, de donde nace
siempre para ti la luz del día, para que no andes nunca en tinieblas ni en
ellas aquel día supremo te sorprenda: no sea que la noche y el espesor de la
ignorancia te abrumen, sino que, por el contrario, te muevas siempre en el
resplandor del conocimiento, tengas siempre en tu poder el día de la fe y no
pierdas nunca la lumbre de la caridad y de la paz.
Responsorio Cf. Hb 6, 19. 20; cf.
7, 2. 3
R. Jesús, el Cordero sin mancha, penetró hasta el interior del
santuario, como precursor nuestro, * constituido sumo
sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.
V. Él es el rey de justicia, cuya vida no tiene fin.
R. Constituido sumo sacerdote para siempre, según el rito de
Melquisedec.
Lunes, 15 de marzo de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Juan (4,43-54)*
En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había
atestiguado:
«Un profeta no es estimado en su propia patria».
Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto
todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos
habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que
Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a
curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».
El funcionario insiste:
«Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta:
«Anda, tu hijo vive».
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando,
cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les
preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron:
«Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».
El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho:
«Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo
Jesús al llegar de Judea a Galilea.
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Había un funcionario de la corte que tenía un hijo enfermo
en Cafarnaúm; y,
habiéndose enterado de que Jesús había vuelto a Galilea, le pidió que bajase a
curar a su
hijo.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Alabemos a Dios, nuestro Padre, que nos concede ofrecerle el
sacrificio de alabanza cuaresmal, y supliquémosle, diciendo:
*Ilumínanos,
Señor, con tu palabra*.
Dios todopoderoso y compasivo, concédenos el espíritu de oración y de
penitencia, — y danos un verdadero deseo de amarte a ti y a nuestros hermanos.
Concédenos ser constructores de tu reino, para que todas las cosas tengan a
Cristo por cabeza, — y abunde la justicia y la paz en toda la tierra.
Haz que sepamos descubrir la bondad y hermosura de tu creación, — para que su
belleza se haga alabanza en nuestros labios.
Perdónanos por haber ignorado la presencia de Cristo en los pobres, los
sencillos y los marginados, — y por no haber atendido a tu Hijo en estos
hermanos nuestros.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Impulsados por el Espíritu que nos hace clamar: “¡Padre!”, invoquemos a nuestro
Dios: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Oh Dios, que renuevas el mundo por medio de sacramentos divinos,
concede a tu Iglesia la ayuda de estos auxilios del cielo sin que le falten los
necesarios de la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a
la vida eterna.
R. Amén.
*San Longinos, Mártir*
15 de Marzo
San Longinios fue el centurión que por órdenes de Pilatos, estuvo
con otros soldados al pie de la cruz de Nuestro Señor y el que traspasó su
costado con una lanza. Longinos fue quien, al ver las portentosas convulsiones
de la naturaleza que se produjeron a la muerte de Cristo, pronunció la famosa
frase que le hizo el primer convertido a la fe cristiana: "Verdaderamente,
Este era Hijo de Dios". También se dice que se estaba quedando ciego y al
dar la lanzada, una gota del Salvador cayó sobre sus ojos y lo dejó sano al
instante; por tal razón, abandonó la carrera de soldado y después de haber sido
instruido por los apóstoles, llevó una vida monástica en Cesárea, Capadocia,
donde ganó muchas almas para Cristo por medio de palabras y ejemplo.
Muy pronto cayó en manos de los perseguidores, que lo llevaron a
juicio y como se rehusó a ofrecer sacrificio, el gobernador ordenó que se le
quebrantaran a golpes todos los dientes y que le cortaran la lengua. Sin
embargo, el santo cogió una hacha y redujo a fragmentos los ídolos, de donde
salió una horda de demonios que se apoderó del gobernador y sus ayudantes, que
comenzaron a dar gritos y gemidos. Longinos fue hacia el gobernador y le dijo
que solo con su muerte podrá ser curado, por lo que fue condenado a ser
decapitado. Tan pronto fue ejecutado el santo, el gobernador mostró su
arrepentimiento y en el mismo momento recuperó la cordura y terminó su vida
haciendo toda clase de buenas obras.
Vísperas -
LUNES IV SEMANA DE CUARESMA 2021
El siguiente es el formulario que corresponde a vísperas de la
liturgia de las horas para el día, lunes, 15 de marzo de 2021.
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.
Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.
Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.
Entonces proclamaremos:
"¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!
¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!". Amén.
Salmodia
Antífona 1: Dad gracias al Señor, porque es eterna su
misericordia.
Salmo
135,1-9
Himno pascual
Alabar a
Dios es narrar sus maravillas. (Casiodoro)
Dad gracias al Señor porque es bueno:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios de los dioses:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Señor de los señores:
porque es eterna su misericordia.
Sólo él hizo grandes maravillas:
porque es eterna su misericordia.
Él hizo sabiamente los cielos:
porque es eterna su misericordia.
Él afianzó sobre las aguas la tierra:
porque es eterna su misericordia.
Él hizo lumbreras gigantes:
porque es eterna su misericordia.
El sol que gobierna el día:
porque es eterna su misericordia.
La luna que gobierna la noche:
porque es eterna su misericordia.
Antífona 2: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor,
Dios omnipotente.
Salmo
135,10-26
Él hirió a Egipto en sus primogénitos:
porque es eterna su misericordia.
Y sacó a Israel de aquel país:
porque es eterna su misericordia.
Con mano poderosa, con brazo extendido:
porque es eterna su misericordia.
Él dividió en dos partes el mar Rojo:
porque es eterna su misericordia.
Y condujo por en medio a Israel:
porque es eterna su misericordia.
Arrojó en el mar Rojo al Faraón:
porque es eterna su misericordia.
Guió por el desierto a su pueblo:
porque es eterna su misericordia.
Él hirió a reyes famosos:
porque es eterna su misericordia.
Dio muerte a reyes poderosos:
porque es eterna su misericordia.
A Sijón, rey de los amorreos:
porque es eterna su misericordia.
Y a Hog, rey de Basán:
porque es eterna su misericordia.
Les dio su tierra en heredad:
porque es eterna su misericordia.
En heredad a Israel su siervo:
porque es eterna su misericordia.
En nuestra humillación, se acordó de nosotros:
porque es eterna su misericordia.
Y nos libró de nuestros opresores:
porque es eterna su misericordia.
Él da alimento a todo viviente:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios del cielo:
porque es eterna su misericordia.
Antífona 3: Cuando llegó el momento culminante, Dios
recapituló todas las cosas en Cristo.
Ef 1,3-10
El Dios salvador
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Lectura Breve
Rm 12, 1-2
Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros
cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto
razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación
de la mente, para que sepáis discernir lo que es la
voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto.
Responsorio Breve
V. Yo dije: “Señor, ten misericordia.”
R. Yo dije: “Señor, ten misericordia.”
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: “Señor, ten misericordia.”
Canto Evangélico
Antifona: Comprobó el padre que en aquella misma hora le había dicho
Jesús: “Tu hijo se
encuentra bien”; y creyó él y toda su casa.
Magnificat Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Bendigamos a Dios, nuestro Padre, que por la palabra de su Hijo
prometió escuchar la oración de los que se reúnen en su nombre, y, confiados en
esta promesa, supliquémosle, diciendo:
Escucha a tu pueblo, Señor.
Señor, tú que en la montaña del Sinaí diste a conocer tu ley por medio de
Moisés y la perfeccionaste luego por Cristo, — haz que todos los hombres
descubran que tienen esta ley inscrita en el corazón y que la deben guardar
para hacer efectiva la alianza que has hecho con ellos.
Concede a los superiores fraternal solicitud hacia los que les han sido confiados,
— y a los súbditos espíritu de obediente colaboración.
Fortalece el espíritu y el corazón de los misioneros, — y suscita en todas
partes colaboradores de su obra.
Que los niños crezcan en gracia y en edad, — y que los jóvenes se abran con
sinceridad a tu amor.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Acuérdate de nuestros hermanos que ya duermen el sueño de la paz, — y dales
parte en la vida eterna.
Digamos a nuestro Padre, juntamente con Jesús, la oración que él nos enseñó:
Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oh Dios, que renuevas el mundo por medio de sacramentos divinos,
concede a tu Iglesia la ayuda de estos auxilios del cielo sin que le falten los
necesarios de la tierra. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a
la vida eterna.
R. Amén.