*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
Laudes - MARTES III SEMANA DE ADVIENTO 2020
El
siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas
para el día martes, 15 de diciembre de 2020.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: El Señor
está cerca, venid, adorémosle.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
De luz nueva se viste la tierra,
porque el Sol que del cielo ha venido
en el seno feliz de la Virgen
de su carne se ha revestido.
El amor hizo nuevas cosas,
el Espíritu ha descendido
y la sombra del que es poderoso
en la Virgen su luz ha encendido.
Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia alegría,
el Señor que en los cielos moraba
se hizo carne en la Virgen María.
Gloria a Dios, el Señor poderoso,
a su Hijo y Espíritu Santo,
que en su gracia y su amor nos bendijo
y a su reino nos ha destinado. Amén.
Salmodia
Antífona
1: Señor, has sido bueno con tu tierra, has perdonado la culpa de tu
pueblo.
Salmo 84
Nuestra salvación está cerca
Dios
bendijo a nuestra tierra cuando le envió el Salvador. (Orígenes)
Señor,
has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira.
Restáuranos, Dios salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad?
¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a su amigos
y a los que se convierten de corazón.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo;
el Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.
Antífona
2: Mi alma te ansía de noche, Señor; mi espíritu madruga por ti.
Is 26,1-4.7-9.12
Himno después de la victoria sobre el enemigo
La
muralla de la ciudad tenía doce basamentos. (cf. Ap 21,14)
Tenemos
una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes:
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua.
La senda del justo es recta.
Tú allanas el sendero del justo;
en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos,
ansiando tu nombre y tu recuerdo.
Mi alma te ansía de noche,
mi espíritu en mi interior madruga por ti,
porque tus juicios son luz de la tierra,
y aprenden justicia los habitantes del orbe.
Señor, tú nos darás la paz,
porque todas nuestras empresas
nos las realizas tú.
Antífona
3: Ilumina, Señor, tu rostro sobre nosotros.
Salmo 66
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que
la salvación de Dios se envía a los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor
tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Lectura Breve Gn 49, 10
No se
apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta
que venga el que ha de venir, aquel a quien le está reservado, a quien rendirán
homenaje las naciones.
Responsorio Breve
V. Sobre
ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. Una voz clama en el desierto: Preparad el camino del Señor.
R. Enderezad las sendas para nuestro Dios.
Lecturas
Primera Lectura
Del libro del profeta Isaías 30, 27-33; 31, 4-9
SALVACIÓN DE JERUSALÉN DEL PODER DE LOS ASIRIOS
He aquí que el nombre del Señor viene de lejos, ardiente su ira y
pesada su opresión.
Sus labios llenos están de furor, su lengua es como fuego que devora, y su
aliento como torrente desbordado que cubre hasta el cuello. Cribará a las
naciones con criba nefasta, pondrá el bocado de sus bridas en la mandíbula de
sus pueblos. Vosotros cantaréis como en la noche de santificar fiesta; se os
alegrará el corazón como el de quien va al son de flauta a entrar en el monte
del Señor, a la Peña de Israel.
Hará oír el Señor la majestad de su voz, y mostrará la descarga de su brazo con
ira inflamada y llama de fuego devoradora, turbión, aguacero y granizo.
Pues por la voz del Señor será hecho añicos Asiria: con un bastón le golpeará.
Una y otra vez sufrirá la vara de castigo que el Señor descargará sobre ella.
Vosotros entonaréis un cántico como en noche sagrada de fiesta: se os alegrará
el corazón como se le alegra al que va al compás de la flauta hacia el monte
del Señor, hacia la Roca de Israel, en panderos y arpas y danzas. Porque de
antemano está preparado un Tófet —también para el rey— un foso profundo y ancho;
hay paja y madera en abundancia. El aliento del Señor, cual torrente de azufre,
lo enciende.
Porque así me ha dicho el Señor: Como ruge el león y el cachorro sobre su
presa, y cuando se convoca contra él a todos los pastores, de sus voces no se
intimida, ni de su tumulto se apoca: tal será el descenso del Señor de los ejércitos
para guerrear sobre el monte Sión y sobre su colina.
Como pájaros que vuelan, así protegerá el Señor de los ejércitos a Jerusalén, protegerá
y librará, perdonará y salvará. Volveos a aquel de quien profundamente os apartasteis,
hijos de Israel.
Porque aquel día repudiará cada uno las divinidades de plata y las divinidades
de oro que hicieron vuestras manos pecadoras. Caerá Asiria por espada no de
hombres, y por espada no humana serán devorados; se dará a la fuga ante la
espada, y sus mejores guerreros serán destinados a trabajos.
Aterrado, abandonará su tropa, y sus jefes espantados abandonarán su
estandarte.
Oráculo del Señor, que tiene fuego en Sión, y horno en Jerusalén.
Responsorio Is 31, 4. 5; 30, 29
R. Bajará el Señor de los ejércitos a combatir sobre el monte
Sión; * como un ave aleteando, el Señor protegerá a Jerusalén: la
perdonará y la salvará.
V. Entonaréis un cántico como en noche sagrada de fiesta: se os
alegrará el corazón.
R. Como un ave aleteando, el Señor protegerá a Jerusalén: la
perdonará y la salvará.
Segunda Lectura
Del libro de la Imitación de Cristo
(Libro 2, cap. 2-3)
SOBRE LA HUMILDAD Y LA PAZ
No te impone mucho quién está por ti o contra ti, sino busca y
procura que esté Dios contigo o en todo lo que haces.
Ten buena conciencia y Dios te defenderá.
Al que Dios quiere ayudar no le podrá dañar la malicia de alguno.
Si sabes callar y sufrir, sin duda verás el favor de Dios.
Él sabe el tiempo y el modo de librarte, y por eso te debes ofrecer a él.
A Dios pertenece ayudar y librar de toda confusión.
Algunas veces conviene mucho, para guardar mayor humildad, que otros sepan nuestros
defectos y los reprendan.
Cuando un hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca a los otros
y sin dificultad satisface a los que lo odian. Dios defiende y libra al
humilde; al humilde ama y consuela; al hombre humilde se inclina; al humilde
concede gracia, y después de su abatimiento lo levanta a gran honra.
Al humilde descubre sus secretos y lo atrae dulcemente a sí y lo convida.
El humilde, recibida la afrenta, está en paz, porque está en Dios y no en el
mundo.
No pienses haber aprovechado algo, si no te estimas por el más inferior a
todos.
Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a los otros.
El hombre pacífico aprovecha más que el muy letrado.
El hombre apasionado aun el bien convierte en mal, y de ligero cree lo malo.
El hombre bueno y pacífico todas las cosas echa a buena parte.
El que está en buena paz de ninguno sospecha.
El descontento y alterado, con diversas sospechas se atormenta; ni él sosiega
ni deja descansar a los otros.
Dice muchas veces lo que no debiera, y deja de hacer lo que más le convendría.
Piensa lo que otros deben hacer, y deja él sus obligaciones.
Ten, pues, primero celo contigo, y después podrás tener buen celo con el
prójimo. Tú sabes excusar y disimular muy bien tus faltas y no quieres oír las
disculpas ajenas.
Más justo sería que te acusases a ti, y excusases a tu hermano.
Sufre a los otros si quieres que te sufran.
Responsorio Sal 24, 10-11; Za 7, 9
R. El Señor hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su
camino a los humildes. * Las sendas del Señor son
misericordia y lealtad, para los que guardan su alianza y sus mandatos.
V. Que cada cual respete el derecho del prójimo y trate a su
hermano con misericordia y piedad.
R. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad, para los
que guardan su alianza y sus
mandatos.
Martes, 15 de diciembre de 2020
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Mateo (21,28-32):
28 «Pero ¿qué os parece? Un hombre
tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: "Hijo, vete hoy a
trabajar en la viña."
29 Y él respondió: "No quiero",
pero después se arrepintió y fue.
30 Llegándose al segundo, le dijo lo mismo.
Y él respondió: "Voy, Señor", y no fue.
31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del
padre?» - «El primero» - le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los
publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios.
32 Porque vino Juan a vosotros por camino de
justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras
creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer
en él.
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Despierta,
despierta, ponte en pie, Jerusalén, desata las correas de tu cuello, cautiva
hija de Sión.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
El Señor,
Padre todopoderoso, tenderá otra vez su mano, para rescatar el resto de su pueblo;
supliquémosle, pues, confiados:
Venga tu reino, Señor.
Concédenos, Señor, dar aquel fruto que pide la conversión, — para que podamos
recibir tu reino que se acerca.
Prepara, Señor, en nuestros corazones, un camino para tu Palabra que ha de
venir, — así tu gloria se manifestará al mundo por medio de nosotros.
Abaja los montes y las colinas de nuestro orgullo, — y levanta los valles de
nuestros desánimos y de nuestras cobardías.
Destruye los muros del odio que dividen a las naciones, — y allana los caminos
de la concordia entre los hombres.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
El Señor se acerca para salvarnos; por eso nos atrevemos a pedir la venida de
su reino,
diciendo: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor y
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo nos has transformado en nuevas
criaturas,
mira con amor esta obra de tus manos y, por la venida de Cristo, tu Unigénito,
límpianos
de las huellas de nuestra antigua vida de pecado. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - MARTES III SEMANA DE ADVIENTO
2020
El
siguiente es el formulario que corresponde a vísperas de la liturgia de las
horas para el día, martes, 15 de diciembre de 2020.
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.
Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.
Con María, la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de Madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
Salmodia
Antífona
1: El Señor rodea a su pueblo.
Salmo 124
El Señor vela por su pueblo
Paz sobre
el Israel de Dios. (Ga 6,16)
Los que
confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Antífona
2: Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los
cielos.
Salmo 130
Abandono confiado en los brazos de Dios
Aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón. (Mt 11,29)
Señor, mi
corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.
Antífona
3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro
Dios.
Ap 4,11;5,9.10.12
Himno de los redimidos
Eres
digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.
Lectura Breve
Cf. 1 Co 1,
7b-9
Esperamos
vivamente la revelación de Jesucristo, Señor nuestro. Él nos fortalecerá hasta
el fin, de modo que nos encontremos libres de culpa en el día de Jesucristo,
nuestro
Señor. Fiel es Dios, por quien hemos sido convocados a la unión con su Hijo.
Responsorio Breve
V. Ven
a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
R. Ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
V. Que brille tu rostro y nos salve.
R. Señor Dios de los ejércitos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
Canto Evangélico
Antifona: No
cohabitaban todavía y María se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.
Aleluya.
Magnificat
Lc 1, 46-55
Alegría del
alma en el Señor
Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Cristo,
palabra eterna, ha inaugurado un camino nuevo y vivo, a través del velo de su
propia carne, para entrar en el santuario; pidámosle, pues, con humildad:
Ven, Señor, y sálvanos.
Oh Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos,
— ven a revelarnos que somos estirpe tuya.
Tú que no estás lejos de ninguno de nosotros,
— muéstrate en seguida a todos los que te buscan.
Padre de los pobres y consuelo de los afligidos,
— da la libertad a los cautivos y la alegría a los tristes.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que destruyes la muerte y haces brillar la vida,
— líbranos a nosotros y a todos los difuntos de la muerte eterna.
Digamos con Jesús a nuestro Padre del cielo la oración de los hijos de Dios:
Padre
nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor y
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo nos has transformado en nuevas
criaturas,
mira con amor esta obra de tus manos y, por la venida de Cristo, tu Unigénito,
límpianos
de las huellas de nuestra antigua vida de pecado. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.