*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
Laudes - 21 DE DICIEMBRE 2020
El
siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas
para el día, lunes, 21 de diciembre de 2020.
Invitatorio
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: El Señor
está cerca, venid, adorémosle.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Ya muy cercano, Emmanuel
hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora
y redención de ti implora.
Ven ya, del cielo resplandor,
Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía,
nos llegará nueva alegría.
Llegando estás, Dios y Señor,
del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste
y tu poder allí mostraste.
Ven, Vara santa de Jesé,
contigo el pueblo a lo que fue
volver espera, pues aún gime
bajo el cruel yugo que lo oprime.
Ven, Llave de David, que al fin
el cielo abriste al hombre ruin
que hoy puede andar libre su vía,
con la esperanza del gran día.
Aurora tú eres que, al nacer,
nos trae nuevo amanecer,
y, con tu luz, viva esperanza
el corazón del hombre alcanza.
Rey de la gloria, tu poder
al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza,
se manifiesta tu grandeza. Amén.
Salmodia
Antífona
1: Por la mañana sácianos de tu misericordia, Señor.
Salmo 89
Baje a nosotros la bondad del Señor
Para el
Señor un día es como mil años, y mil años como un día. (2P 3,8)
Señor, tú
has sido nuestro refugio
de generación en generación.
Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.
Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.
¡Cómo nos ha consumido tu cólera
y nos ha trastornado tu indignación!
Pusiste nuestras culpas ante ti,
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.
Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.
¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Antífona
2: Llegue hasta el confín de la tierra la alabanza del Señor.
Is 42,10-16
Cántico nuevo al Dios vencedor y salvador
Cantan un
cántico nuevo delante del trono de Dios. (Ap 14,3)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
llegue su alabanza hasta el confín de la tierra;
+ muja el mar y lo que contiene,
las costas y sus habitantes;
alégrese el desierto con sus tiendas,
los cercados que habita Cadar;
exulten los habitantes de Petra,
clamen desde la cumbre de las montañas;
den gloria al Señor,
anuncien su alabanza en las costas.
El Señor sale como un héroe,
excita su ardor como un guerrero,
lanza el alarido,
mostrándose valiente frente al enemigo.
«Desde antiguo guardé silencio,
me callaba, aguantaba;
como parturienta, grito,
jadeo y resuello.
Agostaré montes y collados,
secaré toda su hierba,
convertiré los ríos en yermo,
desecaré los estanques;
conduciré a los ciegos
por el camino que no conocen,
los guiaré por senderos que ignoran;
ante ellos convertiré la tiniebla en luz,
lo escabroso en llano.»
Antífona
3: Alabad el nombre del Señor, los que estáis en la casa del Señor.
Salmo 134,1-12
Himno a Dios, realizador de maravillas
Vosotros
sois… un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó
a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. (1P 2,9)
Alabad el
nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.
Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.
Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.
Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.
Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.
Lectura BreveIs 7, 14b-15
Mirad: la
Virgen ha concebido y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel: «Dios—con—nosotros».
Éste comerá requesón y miel, hasta que aprenda a rechazar el mal y a escoger el
bien.
Responsorio Breve
V. Sobre
ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. Señor, Dios nuestro, restáuranos.
R. Haz brillar tu rostro sobre nosotros y sálvanos.
Lecturas
Primera Lectura
Del libro del profeta Isaías 48, 12-21; 49, 9b-13
EL NUEVO ÉXODO
Esto dice el Señor:
«Escúchame, Jacob, Israel, a quien llamé: Yo soy, yo soy el primero y también
soy el último. Sí, es mi mano la que fundamentó la tierra y mi diestra la que
extendió los cielos.
Yo los llamo y todos se presentan.
Reuníos todos y escuchad: ¿Quién de entre ellos anunció estas cosas? «Mi amigo cumplirá
mi deseo contra Babilonia y la raza de los caldeos.»
Yo mismo le he hablado, le he llamado, le he hecho que venga y triunfe en sus empresas.
Acercaos a mí y escuchad esto: Desde el principio no he hablado en oculto, desde
que sucedió estoy yo allí. Y ahora el Señor me envía con su espíritu.
Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel. Yo, el Señor, tu Dios, te
instruyo en lo que es provechoso y te marco el camino por donde debes ir. ¡Si
hubieras atendido a mis mandatos, tu dicha habría sido como un río y tu
victoria como las olas del mar! ¡Tu raza sería como la arena los salidos de ti
como sus granos! ¡Nunca habría sido arrancado ni borrado de mi presencia su
nombre! ¡Salid de Babilonia! ¡Huid de los caldeos! ¡Anunciad con voz de júbilo,
hacedlo saber, proclamad hasta el extremo de la tierra, decid: el Señor
harescatado a su siervo Jacob!No padecieron sed en los sequedales a donde los
llevó; hizo brotar para ellos agua de la roca. Rompió la roca y corrieron las
aguas.
Por los caminos pacerán y en todos los calveros tendrán pasto. No tendrán
hambre ni sed, ni les dará el bochorno ni el sol, pues el que tiene piedad de
ellos los conducirá, y a manantiales de agua los guiará. Convertiré todos mis
montes en caminos, y mis calzadas serán levantadas.
Mira: Estos vienen de lejos, esos otros del norte y del oeste, y aquéllos de la
tierra de Sinim. ¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! Prorrumpan los montes en
gritos de alegría, pues el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se
ha compadecido.
Responsorio Sal 95, 11; Is 49, 13;
Sal 71, 7
R. Alégrese el cielo, goce la tierra, romped a cantar, montañas,
porque el señor, nuestro Dios, va a venir * y
se compadecerá de los desamparados.
V. En sus días florecerá la justicia y abundará la paz.
R. Y se compadecerá de los desamparados.
Segunda Lectura
De la Exposición de san Ambrosio, obispo, sobre el evangelio de san
Lucas
(Libro 2,19. 22-23. 26-27: CCL 14, 39-42)
LA VISITACIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN
El ángel que anunciaba los misterios, para llevar a la fe mediante
algún ejemplo, anunció a la Virgen María la maternidad de una mujer estéril y
ya entrada en años, manifestando así que Dios puede hacer todo cuanto le place.
Desde que lo supo, María, no por falta de fe en la profecía, no por
incertidumbre respecto al anuncio, no por duda acerca del ejemplo indicado por
el ángel, sino con el regocijo de su deseo, como quien cumple un piadoso deber,
presurosa por el gozo, sedirigió a las montañas.
Llena de Dios de ahora en adelante, ¿cómo no iba a elevarse apresuradamente
hacia las alturas? La lentitud en el esfuerzo es extraña a la gracia del
Espíritu. Bien pronto se manifiestan los beneficios de la llegada de María y de
la presencia del Señor; pues en el momento mismo en que Isabel oyó el saludo de
María, saltó la criatura en su vientre, y ella se llenó del Espíritu Santo.
Considera la precisión y exactitud de cada una de las palabras: Isabel fue la
primera en oír la voz, pero Juan fue el primero en experimentar la gracia,
porque Isabel escuchó según las facultades de la naturaleza, pero Juan, en
cambio, se alegró a causa del misterio. Isabel sintió la proximidad de María,
Juan la del Señor; la mujer oyó la salutación de la mujer, el hijo sintió la
presencia del Hijo; ellas proclaman la gracia, ellos, viviéndola interiormente,
logran que sus madres se aprovechen de este don hasta tal punto que, con un
doble milagro, ambas empiezan a profetizar por inspiración de sus propios hijos.
El niño saltó de gozo y la madre fue llena del Espíritu Santo, pero no fue
enriquecida la madre antes que el hijo, sino que, después que fue repleto el
hijo, quedó también colmada la madre. Juan salta de gozo y María se alegra en
su espíritu. En el momento que Juan salta de gozo, Isabel se llena del
Espíritu, pero, si observas bien, de María no se dice que fuera llena del
Espíritu, sino que se afirma únicamente que se alegró en su espíritu (pues en
ella actuaba ya el Espíritu de una manera incomprensible); en efecto: Isabel
fue llena del Espíritu después de concebir; María, en cambio, lo fue ya antes
de concebir, porque de ella se dice: ¡Dichosa tú que has creído!
Pero dichosos también vosotros, porque habéis oído y creído; pues toda alma
creyente concibe y engendra la Palabra de Dios y reconoce sus obras.
Que en todos resida el alma de María para glorificar al Señor; que en todos
esté el espíritu de María para alegrarse en Dios. Porque si corporalmente no
hay más que unamadre de Cristo, en cambio, por la fe, Cristo es el fruto de todos;
pues toda alma recibe la Palabra de Dios, a condición de que, sin mancha y preservada
de los vicios, guarde la castidad con una pureza intachable.
Toda alma, pues, que llega a tal estado proclama la grandeza del Señor, igual
que el alma de María la ha proclamado, y su espíritu se ha alegrado en Dios
Salvador.
El Señor, en efecto, es engrandecido, según puede leerse en otro lugar:
Proclamad conmigo la grandeza del Señor. No porque con la palabra humana pueda
añadirse algo a Dios, sino porque él queda engrandecido en nosotros. Pues
Cristo es la imagen de Dios y, por esto, el alma que obra justa y
religiosamente engrandece esa imagen de Dios, a cuya semejanza ha sido creada,
y, al engrandecerla, también la misma alma queda engrandecida por una mayor
participación de la grandeza divina.
Responsorio Lc 1, 45. 46; Sal 65,
16
R. Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor
se cumplirá. Y dijo María: * «Proclama mi alma la
grandeza del Señor.»
V. Venid a escuchar, os contaré lo que Dios ha hecho conmigo.
R. Proclama mi alma la grandeza del Señor.
Lunes, 21 de diciembre de 2020
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Lucas (1,39-45):
39 En aquellos días, se
levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de
Judá;
40 entró en casa de Zacarías y saludó a
Isabel.
41 Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el
saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de
Espíritu Santo;
42 y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita
tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno;
43 y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor
venga a mí?
44 Porque, apenas llegó a mis oídos la voz
de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.
45 ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían
las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: No
temáis, dentro de cinco días vendrá a vosotros el Señor, nuestro Dios.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos,
hermanos, a nuestro Señor Jesucristo, que en su misericordia nos visita, y
digámosle con insistencia:
Ven, Señor Jesús.
Tú que viniste del seno del Padre para revestirte de nuestra carne mortal, —
libra de toda corrupción a nuestra naturaleza caída.
Tú que cuando vengas al final de los tiempos aparecerás glorioso ante tus
elegidos, — al venir ahora muéstrate clemente y compasivo con los pecadores.
Nuestra gloria, oh Cristo, es alabarte, — visítanos, pues, con tu salvación.
Tú que por la fe nos has llevado a la luz, — haz que te agrademos también con
nuestras obras.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Pidamos que el reino de Dios llegue a todos los hombres. Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Escucha,
Señor, la oración de tu pueblo, alegre por la venida de tu Hijo en carne mortal,
y
haz que cuando vuelva en su gloria, al final de los tiempos, podamos alegrarnos
al
escuchar de sus labios la invitación a poseer el reino eterno. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - 21 DE DICIEMBRE 2020
El
siguiente es el formulario que corresponde a vísperas de la liturgia de las
horas para el día, lunes, 21 de diciembre de 2020.
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Alegría de nieve
por los caminos.
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.
En desgracia los hombres,
dura la tierra.
Cuanta más nieve cae,
más cielo cerca.
La tierra tan dormida
ya se despierta.
Y hasta el hombre más muerto
se despereza.
Ya los montes se allanan
y las colinas,
y el corazón del hombre
vuelve a la vida. Amén.
Salmodia
Antífona
1: Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Salmo 135,1-9
Himno pascual
Alabar a
Dios es narrar sus maravillas. (Casiodoro)
Dad
gracias al Señor porque es bueno:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios de los dioses:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Señor de los señores:
porque es eterna su misericordia.
Sólo él hizo grandes maravillas:
porque es eterna su misericordia.
Él hizo sabiamente los cielos:
porque es eterna su misericordia.
Él afianzó sobre las aguas la tierra:
porque es eterna su misericordia.
Él hizo lumbreras gigantes:
porque es eterna su misericordia.
El sol que gobierna el día:
porque es eterna su misericordia.
La luna que gobierna la noche:
porque es eterna su misericordia.
Antífona
2: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.
Salmo 135,10-26
Él hirió
a Egipto en sus primogénitos:
porque es eterna su misericordia.
Y sacó a Israel de aquel país:
porque es eterna su misericordia.
Con mano poderosa, con brazo extendido:
porque es eterna su misericordia.
Él dividió en dos partes el mar Rojo:
porque es eterna su misericordia.
Y condujo por en medio a Israel:
porque es eterna su misericordia.
Arrojó en el mar Rojo al Faraón:
porque es eterna su misericordia.
Guió por el desierto a su pueblo:
porque es eterna su misericordia.
Él hirió a reyes famosos:
porque es eterna su misericordia.
Dio muerte a reyes poderosos:
porque es eterna su misericordia.
A Sijón, rey de los amorreos:
porque es eterna su misericordia.
Y a Hog, rey de Basán:
porque es eterna su misericordia.
Les dio su tierra en heredad:
porque es eterna su misericordia.
En heredad a Israel su siervo:
porque es eterna su misericordia.
En nuestra humillación, se acordó de nosotros:
porque es eterna su misericordia.
Y nos libró de nuestros opresores:
porque es eterna su misericordia.
Él da alimento a todo viviente:
porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios del cielo:
porque es eterna su misericordia.
Antífona
3: Cuando llegó el momento culminante, Dios recapituló todas las
cosas en Cristo.
Ef 1,3-10
El Dios salvador
Bendito
sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Lectura Breve
1 Co 4, 5
No
juzguéis antes de tiempo; dejad que venga el Señor. Él sacará a la luz lo que
estáoculto en las tinieblas y pondrá al descubierto las intenciones del
corazón. Entonces vendrá a cada uno su alabanza de parte de Dios.
Responsorio Breve
V. Ven
a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
R. Ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
V. Que brille tu rostro y nos salve.
R. Señor Dios de los ejércitos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
Canto Evangélico
Antifona: Oh
sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven a
iluminar
a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte.
MagnificatLc
1, 46-55
Alegría del
alma en el Señor
Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Roguemos,
amados hermanos, a Jesucristo, que nos salvó de las tinieblas de nuestros
pecados, y con humildad invoquémoslo, diciendo:
Ven, Señor Jesús.
Congrega, Señor, a todos los pueblos de la tierra,
— y establece con todos tu alianza eterna.
Cordero de Dios, que viniste para quitar el pecado del mundo,
— purifícanos de nuestras faltas y pecados.
Tú que viniste a salvar lo que se había perdido,
— ven de nuevo para que no perezcan los que salvaste.
Cuando vengas, danos parte en tu gozo eterno,
— pues ya desde ahora hemos puesto nuestra fe en ti.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que has de venir a juzgar a los vivos y a los muertos,
— recibe, entre tus elegidos, a nuestros hermanos difuntos.
Digamos juntos con fe las palabras que Cristo nos enseñó: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Escucha,
Señor, la oración de tu pueblo, alegre por la venida de tu Hijo en carne
mortal, y
haz que cuando vuelva en su gloria, al final de los tiempos, podamos alegrarnos
al
escuchar de sus labios la invitación a poseer el reino eterno. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.