*LAS LAUDES*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
Laudes - 26
DE DICIEMBRE 2020
San Esteban
El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la
liturgia de las horas para el día sábado, 26 de diciembre de 2020.
Invitatorio
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: A Cristo recién nacido, que ha otorgado a
Esteban la corona de la gloria, venid,
adorémosle.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Entonad los aires
con voz celestial:
«Dios niño ha nacido
pobre en un portal.»
Anúnciale el ángel
la nueva al pastor,
que niño ha nacido
nuestro Salvador.
Adoran pastores
en sombras al Sol,
que niño ha nacido,
de una Virgen, Dios.
Haciéndose hombre,
al hombre salvó;
un niño ha nacido,
ha nacido Dios. Amén.
Salmodia
Antífona 1: Mi alma está unida a ti, Dios mío, pues mi
carne fue lapidada por confesar tu nombre.
Salmo 62,
2-9
El alma sedienta de Dios
Madruga
por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Antífona 2: Esteban vio los cielos abiertos, y al punto
entró en ellos; dichoso mortal, para quien los cielos se abrieron.
Dn
3,57-88.56
Toda la creación alabe al Señor
Alabad al
Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona 3: Veo los cielos abiertos y a Jesús a la
diestra del Padre.
Salmo 149
Alegría de los santos
Los hijos
de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor.
(Hesiquio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Lectura Breve Hch 6, 2b-5a
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de
la administración.
Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos
de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos
dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.» La propuesta les
pareció bien a todos.
Responsorio Breve
V. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Él es mi salvación.
R. Y mi energía.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Me asaltaron angustias y opresiones.
R. Pero tus mandatos son mi delicia.
Lecturas
Primera Lectura
De los Hechos de los apóstoles 6, 8-7, 2ª. 44-59
MARTIRIO DE SAN ESTEBAN
Esteban, lleno de gracia y de poder sobrenatural, obraba señales y
prodigios entre el pueblo. Algunos de la facción llamada de los libertos y algunos
cirenenses y alejandrinos y otros de Cilicia y del Asia proconsular se
levantaron a disputar con Esteban; pero no podían resistir a la sabiduría y al
espíritu con que hablaba.
Por eso sobornaron a algunos para que presentasen esta acusación: «Nosotros le
hemos oído proferir blasfemias contra Moisés y contra Dios.» Así excitaron los
ánimos del pueblo, de los ancianos y de los escribas. Luego, cayendo de
improviso sobre él, lo arrebataron y lo condujeron ante el Consejo. Allí
hicieron comparecer testigos falsos con esta acusación: «Este hombre no cesa de
hablar contra el lugar santo y contra la ley. Nosotros le hemos oído decir que
ese Jesús Nazareno destruirá este templo y cambiará las costumbres que nos ha
transmitido Moisés. » Todos los que estaban sentados en el Consejo pusieron en él
los ojos, y vieron su rostro como el de un ángel. El sumo sacerdote le
preguntó: «¿Es verdad lo que éstos dicen?»
Él contestó: «Hermanos y padres, escuchad: Nuestros padres tuvieron consigo, en
el desierto, el tabernáculo del testimonio. Así lo había dispuesto el que mandó
a Moisés fabricarlo según el modelo que le había mostrado. Nuestros padres lo
recibieron en herencia y lo introdujeron, bajo la dirección de Josué, en la
tierra que ocupaban los gentiles, a quienes arrojó Dios para dar lugar a
nuestros padres. Y así hasta los días de David. David halló gracia a los ojos
de Dios. Pidió el privilegio de construir morada para el Dios de Jacob; pero
fue Salomón quien se la edificó, aunque ciertamente el Altísimo no habita en
casas construidas por los hombres, como dice el profeta: “El cielo es mi trono
y la tierra es escabel de mis pies. ¿Qué casa me vais a construir —dice el
Señor—, o cuál va a ser el lugar de mi descanso? ¿No soy yo quien ha hecho
todas estas cosas?”
¡Hombres de dura cerviz, que cerráis obstinadamente vuestro entendimiento y
vuestro corazón a la verdad, vosotros habéis ido siempre en contra del Espíritu
Santo! Lo mismo que hicieron vuestros padres hacéis también vosotros. ¿A qué
profeta dejaron de perseguir vuestros padres? Ellos quitaron la vida a los que anunciaban
la venida del Justo, al cual vosotros habéis ahora traicionado y asesinado;
vosotros, que recibisteis la ley por ministerio de los ángeles y no la
guardasteis.»
Al escuchar esta diatriba, ardían de rabia sus corazones y rechinaban sus
dientes de coraje. Esteban, por su parte, lleno del Espíritu Santo, con la mirada
fija en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús a su diestra; y exclamó:
«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre a la diestra de Dios.»
Ante estas palabras, con gran gritería, se taparon los oídos. Embistieron todos
a una contra él y, sacándolo a empellones fuera de la ciudad, lo apedrearon.
Los testigos dejaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo. Mientras
lo apedreaban, Esteban oraba con estas palabras: «Señor Jesús, recibe mi
espíritu.»
Y, puesto de rodillas, dijo con fuerte voz:
«Señor, no les tomes en cuenta este pecado.»
Y, dicho esto, murió. Saulo, por su parte, aprobaba su muerte.
Responsorio
R. Esteban, siervo de Dios, a quien apedreaban los judíos, vio
los cielos abiertos, y al punto entró en ellos; * dichoso
mortal, para quien los cielos se abrieron.
V. Cuando era destrozado por la fragorosa tempestad de piedras,
vio en las profundidades del cielo una intensa claridad.
R. Dichoso mortal, para quien los cielos se abrieron.
Segunda Lectura
De los sermones de san Fulgencio de Ruspe, obispo
(Sermón 3,1-3. 5-6: CCL 91 A, 905-909)
LAS ARMAS DE LA CARIDAD
Ayer celebramos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy
celebramos el triunfal martirio de su soldado.
Ayer nuestro Rey, revestido con el manto de nuestra carne y saliendo del
recinto del seno virginal, se dignó visitar el mundo; hoy el soldado, saliendo
del tabernáculo de su cuerpo, triunfador, ha emigrado al cielo.
Nuestro Rey, siendo la excelsitud misma, se humilló por nosotros; su venida no
ha sido en vano, pues ha aportado grandes dones a sus soldados, a los que no
sólo ha enriquecido abundantemente, sino que también los ha fortalecido para
luchar invenciblemente. Ha traído el don de la caridad, por la que los hombres
se hacen partícipes de la naturaleza divina.
Ha repartido el don que nos ha traído, pero no por esto él se ha empobrecido,
sino que, de una forma admirable, ha enriquecido la pobreza de sus fieles,
mientras él conserva sin mengua la plenitud de sus propios tesoros.
Así, pues, la misma caridad que Cristo trajo del cielo a la tierra ha levantado
a Esteban de la tierra al cielo. La caridad, que precedió en el Rey, ha brillado
a continuación en el soldado.
Esteban, para merecer la corona que significa su nombre, tenía la caridad como
arma, y por ella triunfaba en todas partes. Por la caridad de Dios, no cedió
ante los judíos que lo atacaban; por la caridad hacia el prójimo, rogaba por
los que lo lapidaban. Por la caridad, argüía contra los que estaban
equivocados, para que se corrigieran; por la caridad, oraba por los que lo
lapidaban, para que no fueran castigados.
Confiado en la fuerza de la caridad, venció la acerba crueldad de Saulo, y
mereció tener en el cielo como compañero a quien conoció en la tierra como
perseguidor. La santa e inquebrantable caridad de Esteban deseaba conquistar
orando a aquellos que no pudo convertir amonestando.
Y ahora Pablo se alegra con Esteban, y con Esteban goza de la caridad de
Cristo, triunfa con Esteban, reina con Esteban; pues allí donde precedió
Esteban, martirizado por las piedras de Pablo, lo ha seguido éste, ayudado por
las oraciones de Esteban.
¡Oh vida verdadera, hermanos míos, en la que Pablo no queda confundido de la
muerte de Esteban, en la que Esteban se alegra de la compañía de Pablo, porque
ambos participan de la misma caridad! La caridad en Esteban triunfó de la
crueldad de los judíos, y en Pablo cubrió la multitud de sus pecados, pues en
ambos fue la caridad respectiva la que los hizo dignos de poseer el reino de
los cielos.
La caridad es la fuente y el origen de todos los bienes, egregia protección,
camino que conduce al cielo. Quien camina en la caridad no puede temer ni errar;
ella dirige, protege, encamina.
Por todo ello, hermanos, ya que Cristo construyó una escala de caridad, por la
que todo cristiano puede ascender al cielo, guardad fielmente la pura caridad,
ejercitadla mutuamente unos con otros y, progresando en ella, alcanzad la
perfección.
Responsorio
R. El día de ayer nació el Señor en la tierra, para que el día
de hoy Esteban naciese en el cielo; entró Jesús en el mundo, * para
que Esteban entrara en la gloria.
V. Ayer nuestro Rey, con la vestidura de gala de nuestra carne,
salió del palacio del seno virginal y se dignó visitar el mundo.
R. Para que Esteban entrara en la gloria.
Lecturas
del San Esteban
Sábado, 26 de diciembre de 2020
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Mateo (10,17-22):
17 Guardaos de los hombres, porque os
entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas;
18 y por mi causa seréis llevados ante
gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles.
19 Más cuando os entreguen, no os preocupéis
de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en
aquel momento.
20 Porque no seréis vosotros los que
hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros.
21 «Entregará a la muerte hermano a hermano
y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán.
22 Y seréis odiados de todos por causa de mi
nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Las puertas del cielo se abrieron para Esteban, que fue el
primero en ingresar al
ejército de los mártires, y victorioso entró coronado en los cielos.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo fiel, y al
recordar hoy a los santos mártires sacrificados a causa de la palabra de Dios,
aclamémoslo diciendo:
Nos has comprado, Señor, con tu sangre.
Por la intercesión de los santos mártires que entregaron libremente su vida
como testimonio de la fe, — concédenos, Señor, la verdadera libertad de
espíritu.
Por la intercesión de los santos mártires que proclamaron la fe hasta derramar
su sangre, — concédenos, Señor, la integridad y constancia de la fe.
Por la intercesión de los santos mártires que soportando la cruz siguieron tus
pasos, — concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la
vida.
Por la intercesión de los santos mártires que blanquearon su manto en la sangre
del Cordero, — concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Con la confianza de que Cristo ha abierto también los cielos para nosotros con
su muerte, digamos la oración que él nos enseñó: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Concédenos, Señor, la gracia de imitar a tu mártir san Esteban y
de amar a nuestros
enemigos, ya que celebramos la muerte de quien supo orar por sus perseguidores.
Por
nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Conclusión
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a
la vida eterna.
R. Amén.