Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Laudes - SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES
2020
El
siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas
para SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES el lunes, 29 de junio de 2020.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Venid, adoremos
al Señor, rey de los apóstoles.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, rey de los
apóstoles
Laudes
Himno
Es domingo; una luz nueva
resucita la mañana
con su mirada inocente,
llena de gozo y de gracia.
Es domingo; la alegría
del mensaje de la Pascua
es la noticia que llega
siempre y que nunca se gasta.
Es domingo; la pureza
no sólo la tierra baña,
que ha penetrado
en la vida por las ventanas del alma.
Es domingo; la presencia
de Cristo llena la casa:
la Iglesia, misterio y fiesta,
por él y en él convocada.
Es domingo; «éste es el día
que hizo el Señor», es la Pascua,
día de la creación
nueva y siempre renovada.
Es domingo; de su hoguera
brilla toda la semana
y vence oscuras tinieblas
en jornadas de esperanza.
Es domingo; un canto nuevo
toda la tierra le canta
al Padre, al Hijo, al Espíritu,
único Dios que nos salva. Amén.
Salmodia
Antífona
1: Sé de quién me he fiado, y estoy firmemente persuadido de que el
justo Juez tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio.
Salmo 62, 2-9
El alma sedienta de Dios
Madruga
por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios,
tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona
1: Sé de quién me he fiado, y estoy firmemente persuadido de que el
justo Juez tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio
Antífona
2: La gracia de Dios no se ha frustrado en mí, su gracia trabaja siempre
conmigo.
Dn 3,57-88.56
Toda la creación alabe al Señor
Alabad al
Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona
2: La gracia de Dios no se ha frustrado en mí, su gracia trabaja
siempre conmigo
Antífona
3: He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he
mantenido la fe.
Salmo 149
Alegría de los santos
Los hijos
de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor.
(Hesiquio)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona
3: He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he
mantenido la fe
Lectura Breve
1 Pe 4,
13-14
Queridos
hermanos: estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que,
cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre
de Cristo, dichosos vosotros: porque el Espíritu de la gloria, el Espíritu de
Dios, reposa sobre vosotros.
Responsorio Breve
V. Consagraron
sus vidas al servicio de nuestro Señor Jesucristo.
R. Consagraron sus vidas al servicio de nuestro Señor
Jesucristo.
V. Salieron contentos de haber merecido aquel ultraje.
R. Al servicio de nuestro Señor Jesucristo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Consagraron sus vidas al servicio de nuestro Señor
Jesucristo.
V. La palabra del Señor permanece eternamente.
R. Y ésta es la Buena Noticia anunciada a vosotros.
Lecturas
Primera Lectura
De la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 1, 15-2, 10
ETAPA DE CONVIVENCIA ENTRE PEDRO Y PABLO
Hermanos: Cuando aquel que me eligió desde el seno de mi madre me
llamó por su gracia y tuvo a bien revelarme a su Hijo para que lo anunciara a
los gentiles, en seguida, sin pedir consejo a hombre alguno y sin subir a
Jerusalén para hablar con los que eran apóstoles antes que yo, partí hacia
Arabia, de donde luego volví a Damasco. Tres años más tarde, subí a Jerusalén a
visitar a Cefas, y estuve con él quince días. No vi a ninguno otro de los
apóstoles, fuera de Santiago, el hermano del Señor. Por el Dios que me está
viendo, que no miento en lo que os escribo.
Después vine a las regiones de Siria y de Cilicia, pero las Iglesias de Judea,
que están en Cristo, no me conocían personalmente. Sólo oían decir: «El que
antaño nos perseguía ahora va anunciando la Buena Nueva de la fe, que en otro
tiempo quería destruir.» Y glorificaban a Dios, reconociendo su obra en mí. Luego, al cabo de catorce años,
subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito. Y subí por motivo de una revelación. Les expuse el Evangelio
que predico entre los gentiles y traté en particular con los más calificados,
no fuera a ser que hubiese corrido en vano.
Pues bien, ni siquiera a Tito, mi compañero, con todo y que era griego, lo
obligaron a circuncidarse. Y esto a pesar de los intrusos, de los falsos
hermanos, que solapadamente se habían infiltrado, para espiar arteramente la
libertad de que gozamos en Cristo Jesús, y que querían esclavizarnos. Pero
nosotros ni por un momento cedimos terreno para someternos a ellos, a fin de
salvaguardar firmemente para vosotros la verdad del Evangelio.
Las personas de más consideración -nada me interesa lo que hubieran sido antes,
pues en Dios no hay acepción de personas- no me impusieron ninguna nueva
obligación.
Al contrario, reconocieron que yo había recibido la misión de predicar el
Evangelio a los gentiles, como Pedro la de predicarlo a los judíos; porque
aquel que dio poder a Pedro para ejercer el apostolado entre los judíos me lo
dio a mí para ejercerlo entre los gentiles.
De este modo reconocieron que Dios me había dado esa gracia. Y Santiago, Cefas
y Juan, los considerados como columnas, nos dieron la mano a Bernabé y a mí en
señal de comunión y conformidad: nosotros nos dirigiríamos a los gentiles,
ellos a los judíos. Sólo nos pidieron que nos acordásemos de los pobres, cosa que
he procurado yo cumplir con toda solicitud.
Mt 16, 18-19
R. Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y
los poderes del infierno no la derrotarán; * yo
te daré las llaves del reino de los cielos.
V. Todo lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo, y
todo lo que desatares sobre la tierra será desatado en el cielo.
R. Yo te daré las llaves del reino de los cielos.
Segunda Lectura
De los sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 295,1-2. 4. 7-8: PL 38,1348-1352)
ESTOS MÁRTIRES, EN SU PREDICACIÓN, DABAN TESTIMONIO DE LO QUE HABÍAN
VISTO
El día de hoy es para nosotros sagrado, porque en él celebramos el
martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo. No nos referimos, ciertamente,
a unos mártires desconocidos. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los
límites del orbe su lenguaje.
Estos mártires, en su predicación, daban testimonio de lo que habían visto y,
con un desinterés absoluto, dieron a conocer la verdad hasta morir por ella.
San Pedro, el primero de los apóstoles, que amaba ardientemente a Cristo, y que
llegó a oír de él estas palabras: Ahora te digo yo "Tú eres Pedro".
Él había dicho antes: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Cristo le
replicó: "Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia. Sobre esta piedra edificaré esta misma fe que profesas. Sobre esta
afirmación que tú has hecho: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, edificaré
mi Iglesia. Porque tú eres Pedro. "Pedro", una palabra que se deriva
de piedra, y no al revés. "Pedro" viene de "piedra", del
mismo modo que "cristiano" viene de "Cristo,". El Señor
Jesús, antes de su pasión, como sabéis, eligió a sus discípulos, a los que dio el
nombre de apóstoles. Entre ellos, Pedro fue el único que representó la
totalidad de la Iglesia casi en todas partes. Por ello, en cuanto que él solo
representaba en su persona a la totalidad de la Iglesia, pudo escuchar estas
palabras: Te daré las llaves del reino de los cielos. Porque estas llaves las
recibió no un hombre único, sino la Iglesia única. De ahí la excelencia de la persona de Pedro en cuanto que él representaba la
universalidad y la unidad de la Iglesia, cuando se le dijo: Yo te entrego,
tratándose de algo que ha sido entregado a todos. Pues sepáis que la Iglesia ha
recibido las llaves del reino de los cielos, escuchad lo que el Señor dice en otro lugar a todos sus apóstoles: Recibid el
Espíritu Santo. Y a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les serán
perdonados y a quienes se los retengáis les quedan retenidos.
En este mismo sentido, el Señor, después de su resurrección, encomendó también
a Pedro sus ovejas para que las apacentara. No es que él fuera el único de los
discípulos que tuviera el encargo de apacentar las ovejas del Señor; es que
Cristo, por el hecho de referirse a uno solo, quiso significar con ello la unidad de la Iglesia; y, si
se dirige a Pedro con preferencia a los demás, es porque Pedro es el primero
entre los apóstoles. No te entristezcas, apóstol; responde una vez, responde
dos, responde tres. Venza por tres veces tu profesión de amor, ya que por tres veces el temor venció tu
presunción. Tres veces ha de ser desatado lo que por tres veces habías ligado.
Desata por el amor lo que habías ligado por el temor. A pesar de su debilidad,
por primera, por segunda y por tercera vez encomendó el Señor sus ovejas a Pedro. En un solo día celebramos el
martirio de los dos apóstoles. Es que ambos eran en realidad una sola cosa, aunque fueran martirizados en días diversos. Primero lo
fue Pedro, luego Pablo. Celebramos la fiesta del día de hoy, sagrado para
nosotros por la sangre de los apóstoles. Procuremos imitar su fe, su vida, sus
trabajos, sus sufrimientos, su testimonio y su doctrina.
Responsorio Breve
R. Apóstol san Pablo, predicador de la verdad y maestro de los
gentiles, * verdaderamente que eres digno de ser glorificado.
V. Por ti conocieron la gracia de Dios todas las naciones.
R. Verdaderamente que eres digno de ser glorificado.
Lecturas
del San Pedro y san Pablo, apóstoles
Lunes, 29
de junio de 2020
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Mateo (16,13-19):
13 Llegado Jesús a la región de
Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los
hombres que es el Hijo del hombre?»
14 Ellos dijeron: «Unos, que Juan el
Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.»
15 Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que
soy yo?»
16 Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios vivo.»
17 Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado
eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre,
sino mi Padre que está en los cielos.
18 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro,
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella.
19 A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Dijo
Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida
eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
Aleluya.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos,
hermanos, a Cristo, el Señor, que quiso edificar su Iglesia sobre el cimiento
de los apóstoles y profetas, y digámosle confiados:
Señor, colma de bienes a tu Iglesia.
Tú que rogaste por Pedro para que no se apagara su fe, — da firmeza a la fe de
tu Iglesia.
Tú que, después de la resurrección, te apareciste a Simón Pedro y te revelaste
a Saulo, — ilumina nuestras mentes para que confesemos tu resurrección.
Tú que elegiste al apóstol Pablo para que anunciara tu nombre a los paganos, —
haz de nosotros verdaderos apóstoles de tu Evangelio.
Tú que misericordiosamente perdonaste las negaciones de Pedro,
— perdónanos también nuestras culpas y pecados.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Oremos ahora al Padre, como Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor, tú
que nos llenas de alegría en la celebración de la fiesta de san Pedro y san
Pablo, haz que tu Iglesia se mantenga siempre fiel a las enseñanzas de aquellos
que fueron fundamento de nuestra fe cristiana. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.