Musica Para el Alma

martes, 17 de marzo de 2020

LAS LAUDES DEL MIÉRCOLES 18 ORACIÓN PARA INICIAR EL DÍA


Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

TIEMPO DE CUARESMA
MIÉRCOLES DE LA SEMANA III
Propio del Tiempo. Salterio III

18 de marzo

San Cirilo nació cerca de Jerusalén, en el año 315. Sus padres eran cristianos y le dieron una excelente educación. Conocía muy bien la Sagradas Escrituras, citaba frecuentemente en sus instrucciones. Se cree que fue ordenado sacerdote por el obispo de Jerusalén San Máximo, quien le encomendó la tarea de instruir a los Catecúmenos, cosa que hizo por varios años.

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)


V. 
Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.

Himno: CUANDO VUELTO HACIA TI DE MI PECADO.

Cuando vuelto hacia ti de mi pecado
iba pensando en confesar sincero
el dolor desgarrado y verdadero
del delito de haberte abandonado;

cuando pobre volvime a ti humillado,
me ofrecí como inmundo pordiosero;
cuando, temiendo tu mirar severo,
bajé los ojos, me sentí abrazado.

Sentí mis labios por tu amor sellados
y ahogarse entre tus lágrimas divinas
la triste confesión de mis pecados.

Llenóse el alma en luces matutinas,
y, viendo ya mis males perdonados,
quise para mi frente tus espinas. Amén.

SALMODIA

Ant 1. 
Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.

Salmo 85 - ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS DIFICULTADES.

Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»

Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.

Ant 2. Dichoso el hombre que procede con justicia y habla con rectitud.

Cántico: DIOS JUZGARÁ CON JUSTICIA Is 33, 13-16

Los lejanos, escuchad lo que he hecho;
los cercanos, reconoced mi fuerza.

Temen en Sión los pecadores,
y un temblor se apodera de los perversos:
«¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador,
quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?».

El que procede con justicia y habla con rectitud
y rehúsa el lucro de la opresión;
el que sacude la mano rechazando el soborno
y tapa su oído a propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad:
ése habitará en lo alto,
tendrá su alcázar en un picacho rocoso,
con abasto de pan y provisión de agua.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el hombre que procede con justicia y habla con rectitud.

Ant 3. Aclamad al Rey y Señor.

Salmo 97 - EL SEÑOR, JUEZ VENCEDOR

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:

tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor.

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.

Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aclamad al Rey y Señor.

LECTURA BREVE   Dt 7, 6. 8-9

El Señor, tu Dios, te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Por el amor que os tiene y por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así conocerás que el Señor, tu Dios, es el Dios verdadero, el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor, por mil generaciones, con los que lo aman y guardan sus preceptos.

RESPONSORIO BREVE

V. 
Él me librará de la red del cazador.
R. Él me librará de la red del cazador.

V. Me cubrirá con su plumaje.
R. Él me librará de la red del cazador.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Él me librará de la red del cazador.

PRIMERA LECTURA

Del libro del Éxodo 33, 7-11. 18-23; 34, 5-9. 29-35

ESPECIAL MANIFESTACIÓN DE DIOS A MOISÉS

En aquellos días, Moisés levantó la Tienda de Dios y la plantó fuera, a distancia del campamento; la llamó «Tienda de Reunión». El que tenía que visitar al Señor salía fuera del campamento y se dirigía a la Tienda de Reunión. Cuando Moisés salía en dirección a la Tienda, todo el pueblo se levantaba y esperaba a la entrada de sus tiendas, mirando a Moisés hasta que éste entraba en la Tienda; en cuanto él entraba, la columna de nube bajaba y se quedaba a la entrada de la Tienda, mientras él hablaba con el Señor, y el Señor hablaba con Moisés.

Cuando el pueblo veía la columna de nube a la puerta de la Tienda, se levantaba y se prosternaba cada uno a la entrada de su tienda.

El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo. Después él volvía al campamento, mientras Josué, su joven ayudante, permanecía sin apartarse de la Tienda. Un día Moisés dijo al Señor:

«Enséñame tu gloria.»

Y él respondió:

«Yo haré pasar ante ti toda mi bondad y pronunciaré ante ti el nombre del Señor, pues yo me compadezco de quien quiero y favorezco a quien quiero; pero mi rostro no lo puedes ver, porque nadie puede verlo y seguir viviendo.»

Y añadió:

«Ahí tienes un sitio donde puedes ponerte junto a la peña; cuando pase mi gloria ante ti, te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado; y, cuando retire la mano, podrás ver mi espalda, pero mi rostro no lo verás.»

Y el Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. El Señor pasó ante él proclamando:

«Yahvéh, Yahvéh, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en amor y fidelidad. Misericordioso hasta la milésima generación, que perdona culpa, delito y pecado, pero no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos y nietos, hasta la tercera y cuarta generación.»

Moisés al momento se prosternó y se echó por tierra. Y le dijo:

«Si he obtenido tu favor, dígnese mi Señor venir con nosotros, aunque sea ése un pueblo de dura cerviz, perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»

Cuando Moisés volvió a bajar del monte Sinaí con las dos tablas de la alianza en la mano, no sabía que tenía radiante la piel de su rostro por haber hablado con el Señor. Pero Aarón y todos los israelitas vieron a Moisés con la piel de su rostro radiante, y no se atrevieron a acercarse a él. Cuando Moisés los llamó, se acercaron Aarón y los jefes de la comunidad, y Moisés les habló. Después se acercaron todos los israelitas, y Moisés les comunicó las órdenes que el Señor le había dado en el monte Sinaí. Y, cuando terminó de hablar con ellos, se echó un velo sobre el rostro.

Cuando entraba a la presencia del Señor para hablar con él, se quitaba el velo hasta la salida. Cuando salía comunicaba a los israelitas lo que el Señor le había mandado. Los israelitas veían la piel radiante de su rostro, y Moisés se volvía a echar el velo sobre la cara, hasta que volvía a hablar con Dios.

RESPONSORIO    2Co 3, 13. 18. 15

R. Moisés ponía un velo sobre su rostro, para que no se fijasen los hijos de Israel en su resplandor. * Mas todos nosotros, reflejando como en un espejo en nuestro rostro descubierto la gloria del Señor, nos vamos transformando en su propia imagen, hacia una gloria cada vez mayor, por la acción del Señor, que es espíritu.
V. Hasta el día de hoy persiste un velo tendido sobre sus corazones.
R. Mas todos nosotros, reflejando como en un espejo en nuestro rostro descubierto la gloria del Señor, nos vamos transformando en su propia imagen, hacia una gloria cada vez mayor, por la acción del Señor, que es espíritu.

SEGUNDA LECTURA

Del Libro de san Teófilo de Antioquía, obispo, a Autólico
(Libro 1, 2. 7: PG 6, 1026-1027. 1035)

DICHOSOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN, PORQUE ELLOS VERÁN A DIOS

Si tú me dices: «Muéstrame a tu Dios», yo te responderé: «Muéstrame primero qué tal sea tu persona», y entonces te mostraré a mi Dios. Muéstrame primero si los ojos de tu mente ven, si los oídos de tu corazón oyen.

Del mismo modo, en efecto, que los que gozan de la visión corporal perciben lo que sucede aquí en la tierra y examinan las cosas opuestas entre sí -como son la luz y las tinieblas, lo blanco y lo negro, lo deforme y lo hermoso, lo proporcionado y lo que no lo es, lo mesurado y lo desmesurado, lo que rebasa sus límites y lo que es incompleto-, y lo mismo podemos decir con respecto a lo que es objeto de audición -los sonidos agudos, graves, agradables-, así también acontece con los oídos del corazón y los ojos de la mente, con respecto a la visión de Dios.

Efectivamente, Dios se deja ver de los que son capaces de verlo, porque tienen abiertos los ojos de la mente. Porque todos tienen ojos, pero algunos los tienen bañados en tinieblas y no pueden ver la luz del sol. Y no porque los ciegos no la vean deja por eso de brillar la luz solar, sino que ha de atribuirse esta oscuridad a su defecto de visión. Así tú tienes los ojos entenebrecidos por tus pecados y malas acciones.

El alma del hombre debe ser nítida como un espejo reluciente. Cuando en un espejo hay herrumbre, no puede el hombre contemplar en él su rostro; del mismo modo, cuando hay pecado en el hombre, no puede éste ver a Dios. Pero, si quieres, puedes sanar; confíate al médico y él punzará los ojos de tu mente y de tu corazón. ¿Quién es este médico? Dios, que por su Palabra y sabiduría creó todas las cosas, ya que, como dice el salmo: La Palabra del Señor hizo el cielo; el Aliento de su boca, sus ejércitos. Eminente es su sabiduría. Con ella fundó Dios la tierra; con su inteligencia consolidó los cielos, con su ciencia brotaron los abismos y las nubes destilaron rocío.

Si eres capaz, oh hombre, de entender todo esto y procuras vivir de un modo puro, santo y piadoso, podrás ver a Dios; pero es condición previa que haya en tu corazón la fe y el temor de Dios, para llegar a entender estas cosas. Cuando te hayas despojado de tu condición mortal y hayas revestido la inmortalidad, entonces estarás en disposición de ver a Dios. Porque Dios resucitará tu cuerpo, haciéndolo inmortal como el alma, y entonces, hecho tú inmortal, podrás contemplar al que es inmortal, si ahora crees en él.

RESPONSORIO    Cf. 2Co 6, 2. 4. 5. 7

R. Ahora es el tiempo propicio, ahora es el día de salvación: acreditémonos ante Dios * por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestros ayunos, por nuestra sed de ser justos.
V. Acreditémonos siempre en todo como verdaderos servidores de Dios.
R. Por nuestra constancia en las tribulaciones, por nuestros ayunos, por nuestra sed de ser justos.

Miércoles, 18 de marzo de 2020
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-19):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Palabra del Señor


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. 
«No penséis que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud», dice el Señor.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «No penséis que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud», dice el Señor.

PRECES

Bendigamos al Autor de nuestra salvación, que ha querido renovar en sí mismo todas las cosas, y digámosle:

*Renuévanos, Señor, por tu Espíritu Santo*.

Señor, tú que nos has prometido un cielo nuevo y una tierra nueva, renuévanos sin cesar por tu Espíritu Santo,
para que lleguemos a gozar eternamente de ti en la nueva Jerusalén.

Que trabajemos, Señor, para que el mundo se impregne de tu Espíritu
y se logre así más eficazmente la justicia, el amor y la paz universal.

Enséñanos, Señor, a corregir nuestra pereza y nuestra desidia
y a poner nuestro corazón en los bienes eternos.

Líbranos del mal
y presérvanos de la fascinación de la vanidad que oscurece la mente y oculta el bien.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Digamos al Padre, unidos a Jesús, la oración que él nos enseñó:

Padre nuestro...

ORACION

Concédenos, Señor, que, purificados por las prácticas cuaresmales y alimentados con tu palabra, nos entreguemos completamente a ti por una santa moderación en el uso de las cosas terrenas y que perseveremos fraternalmente unidos en la oración. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. 
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Sus escritos son de gran importancia por ser un Padre de la Iglesia y Arzobispo de Jerusalén solo tres siglos después de la pasión de Jesús. Sucedió a Máximo en la sede de Jerusalén el año 348 y fue obispo de esa ciudad por unos 35 años. Por su defensa de la ortodoxia en la controversia arriana, se vio más de una vez condenado al destierro.
Hasta nosotros llegaron 18 discursos catequéticos, un sermón de la piscina de Betseda, la carta al emperador Constantino y otros pequeños fragmentos. Trece escritos están dedicados a la exposición general de la doctrina, y cinco, llamados mistagógicas, están dedicados al comentario de los ritos sacramentales de la iniciación cristiana.
Estos escritos llamados Catequesis de San Cirilo, nos llegaron gracias a la transcripción de un estenógrafo, que lo hizo con la misma sencillez y naturalidad que lo hacía San Cirilo, cuando comunicaba a la comunidad cristiana, en los tres principales santuarios de Jerusalén, entre ellos la Basílica de la Santa Cruz de Constanza, llamada Martyrion para los candidatos al bautismo y la iglesia de la Resurrección o Anástasis, para los que se bautizaban durante la semana de Pascua, es decir, eran los mismos lugares de la redención, como él mismo decía, que no solo se escucha, sino que "se ve y se toca".
Por estos importantes escritos, que probablemente lo compuso al comienzo de su episcopado, ha merecido el título de Doctor de la Iglesia, por el Papa León XIII. La incertidumbre de su pensamiento teológico, es lo que demoró en Occidente, el reconocimiento de su santidad. Su fiesta fue instituida en 1882.
Tuvo alguna simpatía por los arrianos, pero pronto se separó de ellos para adherirse a los semiarrianos homoiusianos, esto era, la orientación teológica que se inclinaba a los convenios, que proponía el término "homoi-ousios" (de naturaleza semejante) en vez de "homo-ousios" (de la misma naturaleza, es decir, el verbo de la misma naturaleza que el Padre). Se trataba solo de añadir una letra, pero era suficiente para eliminar la idea de la consubstancialidad (consubstancial: que es de la misma substancia) entre el Padre y el Hijo. Cirilo abandonó también a los semiarrianos y se unió a la doctrina ortodoxa de Nicea, por eso fue desterrado cinco veces bajo los emperadores Constantino y Valente. En total fueron 16 años de destierro. Tres veces por un bando y dos por el bando opuesto.
En sus escritos habla de la penitencia, del pecado, del bautismo y del Credo, explicándolo frase por frase, para instruir a los recién bautizados sobre la fe, también habla bellísimamente sobre la Eucaristía, insistiendo fuertemente en que Jesucristo Sí está presente en la Santa Hostia de la Eucaristía. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja: "Hagan de su mano izquierda como un trono que se apoya en la mano derecha, para recibir al Rey Celestial" (traten con cuidado la hostia consagrada, para que no caigan pedacitos, así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro). En síntesis estos documentos son de mucho valor porque contienen las enseñanzas y ritos de la Iglesia de mediados del siglo IV y forman "el primitivo sistema teológico". También describe interesantemente acerca del descubrimiento de la cruz y de la roca que cerraba el Santo Sepulcro.
Existen dos versiones que no coinciden entre sí, de porque Cirilo sucedió a Máximo en la sede de Jerusalén. San Jerónimo fue quien dejó una de ellas, pero evidentemente tenía prejuicio en contra de San Cirilo.
Arrio Acacio, era uno de los obispos de la provincia, que consagró legalmente a San Cirilo, pensando que luego iba a poder manejarlo, pero se equivocó por completo. Cirilo era un hombre suave de carácter, prefería instruir que polemizar, trataba de permanecer neutral en las discusiones y por esa razón ambos partidos lo desterraron en su momento, llamándolo hereje. Pero contaba con amigos como San Hilario, que era defensor del dogma de Santísima Trinidad y con San Atanasio que defendía la divinidad de Jesucristo, que le profesaba una sincera amistad. En el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo llaman: "valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan las verdades de nuestra religión".
En el primer año de su episcopado, ocurrió un fenómeno físico que impresionó a la ciudad. Envió noticia de lo sucedido al emperador Constantino, en una carta que aún existe y que se ha puesto en duda su autenticidad, aunque el estilo sin duda es suyo. La carta dice: "En las nonas de mayo, hacia la hora tercera, apareció en los cielos una gran cruz iluminada, encima del Gólgota, que llegaba hasta la sagrada montaña de los Olivos: fue vista no por una o dos persona, sino evidente y claramentes por toda la ciudad. Esto no fue, como podría creerse, una fantasía ni apariencia momentánea, pues permaneció por varias horas visible a nuestros ojos y más brillante que el sol. La ciudad entera se llenó de temor y regocijo a la vez, ante tal portento y corrieron inmediatamente a la iglesia alabando a Cristo Jesús único Hijo de Dios".
Enseguida que Cirilo tomara posesión, comenzaron las discusiones entre él y Acacio, no solo por problemas de sus respectivas sedes, sino también sobre asuntos de fe, porque Acacio en ese entonces, estaba envuelto en la herejía arriana. Acacio como metropolitano de Cesarea, exigía la juridicción de Cirilo que mantuvo la prioridad de su sede, como si tuviera un "trono apostólico". Acacio recordaba un Canon del Concilio de Nicea que dice: "Ya que por la costumbre o antigua tradición, el obispo de Aelia (Jerusalén) debe recibir honores, dejemos al metropolitano (de Cesarea) en su propia dignidad mantener el segundo lugar".
La pelea se hizo abierta y Acacio convocó un Concilio de Obispos partidarios suyos, al que citaron a Cirilo, pero no se presentó. Se le acusó de contumacia (porfía, obstinación en el error) y de haber vendido propiedades de la Iglesia para ayudar a los necesitados. Lo último, sí lo hizo, como anteriormente lo habían hecho muchos prelados, entre ellos San Ambrosio y San Agustín, y fueron comprendidos. El fraudulento Concilio condenó a Cirilo y fue desterrado de Jerusalén. Se fue para Tarso, lo recibió Silvanus, un obispo semi-arriano, y esperó allí la apelación que había hecho al tribunal superior. Dos años después, ante el Concilio de Seleucia, llegó su apelación. Este Concilio estaba integrado por semi-arrianos, arrianos y muy pocos miembros del partido ortodoxo, todos de Egipto. Cirilo se sentó entre los semi-arrianos que lo ayudaron durante su exilio. Acacio se fue de la reunión, objetando violentamente la presencia de Cirilo, pero regresó pronto para participar de los debates posteriores. El partido de Acacio fue depuesto por tener minoría y el de Cirilo fue reivindicado.
Acacio se fue a Constantinopla a tratar de convencer a Constantino a que reuniera otro concilio. Acusó a Cirilo de haber vendido unas vestiduras que el emperador le regaló a Macario para administrar el bautizo y que luego fueron vistas en una representación teatral. Esto puso furioso al emperador, y emitió un segundo decreto de exilio en contra de Cirilo, un año después de haber sido repuesto a su sede. Constantino muere en el año 361, le sucede Juliano, quien llama a que regresen todos los obispos que Constantino había desterrado, y así Cirilo regresa a su sede. Durante la gestión de Juliano el Apóstata, hubieron pocos martirios en comparación con otros reinados, pero cayó en la cuenta que la sangre de los mártires era el simiente de la iglesia y por esa razón hizo todo lo que pudo para desacreditar la religión que él había abandonado. Nos cuentan los historiadores de la Iglesia, Sócrates, Teodoreto y otros, que Juliano planeó reconstruir el templo de Jerusalén para apelar a los sentimientos nacionales de los Judíos y para demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio, no se cumpliría. San Cirilo contempla con calma los preparativos para la reconstrucción del templo, profetizando que sería un fracaso, y así sucedió. Gibbon y otros agnósticos se burlan de los sucesos sobrenaturales, sismos, esferas de fuego, desplome de paredes, etc….que le hicieron abandonar el proyecto, pero Gibbon admite que estos sucesos están confirmados no solo por escritores cristianos, como San Juan Crisóstomo y San Ambrosio, sino también por el testimonio de Ammianus Marcellinus, el soldado filósofo, que era pagano.
San Cirilo es desterrado por Valente, por tercera vez en el año 367, junto con todos los prelados nombrados por Juliano. Este último destierro duró 11 años, pero cuando sube al trono Teodoro, le restituye a su sede, donde permanece los últimos años de su vida. Triste por todo lo malo que encontró en Jerusalén, vicios, crímenes, desórdenes, herejías divisiones, etc… apela al Concilio de Antioquía. Envían a San Gregorio de Nissa, quien no pudo remediar nada y abandona Jerusalén, dejando para la posteridad sus "Advertencias en contra de las peregrinaciones", una detallada descripción de la moral de la santa ciudad en aquel tiempo.
Cirilo y San Gregorio estuvieron presentes en el gran Concilio de Constantinopla (primer Concilio Ecuménico que participó Cirilo), que era el segundo Concilio Ecuménico. En esta ocasión Cirilo, obispo de Jerusalén junto con los patriarcas de Alejandría y Antioquía, toma lugar como metropolitano, se reconoció la legitimidad de su episcopado. Este Concilio promulgó el Símbolo de Nicea, en su forma corregida. Cirilo y los demás aceptan el término "Homo-ousios" que llegó a ser la palabra clave de la ortodoxia. Este hecho toman Sócrates y Sozomeno, como un acto de arrepentimiento. Por otra parte, los obispos escriben una carta al Papa San Dámaso, donde halagan a Cirilo diciendo que es uno de los defensores de la verdad ortodoxa en contra de los arrianos.
Se cree que murió en Jerusalén en el año 386 a los 72 años.