Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Laudes
- LUNES XXIX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2019
El siguiente es el formulario que corresponde a
laudes de la liturgia de las horas para el día lunes, 21 de octubre de 2019.
V. Señor, ábreme los
labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Entremos a la presencia del Señor,
dándole gracias.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias
Laudes
Himno
Mis ojos, mis
pobres ojos
que acaban de despertar
los hiciste para ver,
no sólo para llorar.
Haz que sepa adivinar
entre las sombras la luz,
que nunca me ciegue el mal
ni olvide que existes tú.
Que, cuando llegue el dolor,
que yo sé que llegará,
no se me enturbie el amor,
ni se me nuble la paz.
Sostén ahora mi fe, pues,
cuando llegue a tu hogar,
con mis ojos te veré
y mi llanto cesará. Amén.
que acaban de despertar
los hiciste para ver,
no sólo para llorar.
Haz que sepa adivinar
entre las sombras la luz,
que nunca me ciegue el mal
ni olvide que existes tú.
Que, cuando llegue el dolor,
que yo sé que llegará,
no se me enturbie el amor,
ni se me nuble la paz.
Sostén ahora mi fe, pues,
cuando llegue a tu hogar,
con mis ojos te veré
y mi llanto cesará. Amén.
Salmodia
Antífona 1: A ti te suplico, Señor; por la
mañana escucharás mi voz.
Salmo 5, 2-10.12-13
Oración
de la mañana de un justo perseguido
Se
alegrarán eternamente los que acogieron al Verbo en su interior. El Verbo
habita en ellos.
Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.
A ti te suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.
Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.
A ti te suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.
Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.
Antífona 1: A ti te suplico,
Señor; por la mañana escucharás mi voz
Antífona 2: Alabamos, Dios
nuestro, tu nombre glorioso.
1Cro 29,10-13
Sólo
a Dios honor y gloria
Bendito
sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. (Ef 1,3)
Bendito eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.
Antífona 2: Alabamos, Dios
nuestro, tu nombre glorioso
Antífona 3: Postraos ante el
Señor en el atrio sagrado.
Salmo 28
Manifestación
de Dios en la tempestad
Vino
una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto» (Mt
3,17)
Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.
La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.
La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.
Antífona 3: Postraos ante el
Señor en el atrio sagrado
Lectura
Breve
2Ts 3,10b-13
El que no trabaja, que no coma. Porque nos hemos
enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. Pues
a ésos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con
tranquilidad para ganarse el pan. Por vuestra parte, hermanos, no os canséis de
hacer el bien.
Responsorio
Breve
R. Bendito sea el Señor *
Ahora y por siempre. Bendito.
V. El único que hace maravillas. * Ahora y por siempre. Gloria al Padre. Bendito.
V. El único que hace maravillas. * Ahora y por siempre. Gloria al Padre. Bendito.
Primera Lectura
Del libro del
profeta Nahum 1, 1-8; 3, 1-7. 12-15a
JUICIO DE DIOS
CONTRA NÍNIVE
Oráculo contra
Nínive: texto de la visión de Nahum, el elcasita.
El Señor es un Dios celoso y vengador, el Señor se venga con cólera, se venga el Señor de sus enemigos, se irrita contra sus contrarios. El Señor es lento a la ira, poderoso, pero no deja impune; el Señor camina en la tormenta y tempestad, las nubes son el polvo de sus pasos. Ruge sobre el mar, y lo seca, evapora todos los ríos; aridecen Basán y Carmelo, se marchita la flor del Líbano. Los montes tiemblan ante él, los collados se derriten; la tierra se hunde en su presencia, el orbe y sus habitantes. ¿Quién resistirá su cólera, quién se mantendrá en pie ante el incendio de su ira? Su furor se derrama como fuego, y las rocas se rompen ante él. El Señor es bueno: refugio en el día de la angustia, acoge a los que se refugian en él, en medio del torrente desbordado. Extermina a sus contrarios y persigue en las tinieblas a sus enemigos. ¡Ay de la ciudad sanguinaria y traidora, llena de crueldades, insaciable de despojos! Escuchad: látigos, estrépito de ruedas, caballos al galope, carros rebotando, jinetes al asalto, llamear de espadas, relampagueo de lanzas, muchos heridos, masas de cadáveres, cadáveres sin fin, se tropieza en cadáveres. Por las muchas fornicaciones de la prostituta, tan hermosa y seductora, que compraba pueblos con sus seducciones y tribus con sus hechicerías, ¡aquí estoy yo contra ti! — Oráculo del Señor de los ejércitos—. Te levantaré hasta la cara las faldas, enseñaré tu desnudez a los pueblos, tu afrenta a los reyes. Arrojaré basura sobre ti, haré de ti un espectáculo vergonzoso. Quien te vea, se apartará de ti diciendo: «Desolada está Nínive, ¿quién lo sentirá?, ¿dónde encontrar quien la consuele?» Tus plazas fuertes son higueras cargadas de higos, al sacudirlas, caen y se los comen. Mira: tus soldados se han vuelto mujeres ante el enemigo; se abrirán las puertas de tu tierra, el fuego consumirá tus cerrojos. Haz acopio de agua para el asedio, fortifica las defensas, pisa el lodo, aplasta la arcilla, métela en el molde. El fuego te consumirá, la espada te destruirá.
El Señor es un Dios celoso y vengador, el Señor se venga con cólera, se venga el Señor de sus enemigos, se irrita contra sus contrarios. El Señor es lento a la ira, poderoso, pero no deja impune; el Señor camina en la tormenta y tempestad, las nubes son el polvo de sus pasos. Ruge sobre el mar, y lo seca, evapora todos los ríos; aridecen Basán y Carmelo, se marchita la flor del Líbano. Los montes tiemblan ante él, los collados se derriten; la tierra se hunde en su presencia, el orbe y sus habitantes. ¿Quién resistirá su cólera, quién se mantendrá en pie ante el incendio de su ira? Su furor se derrama como fuego, y las rocas se rompen ante él. El Señor es bueno: refugio en el día de la angustia, acoge a los que se refugian en él, en medio del torrente desbordado. Extermina a sus contrarios y persigue en las tinieblas a sus enemigos. ¡Ay de la ciudad sanguinaria y traidora, llena de crueldades, insaciable de despojos! Escuchad: látigos, estrépito de ruedas, caballos al galope, carros rebotando, jinetes al asalto, llamear de espadas, relampagueo de lanzas, muchos heridos, masas de cadáveres, cadáveres sin fin, se tropieza en cadáveres. Por las muchas fornicaciones de la prostituta, tan hermosa y seductora, que compraba pueblos con sus seducciones y tribus con sus hechicerías, ¡aquí estoy yo contra ti! — Oráculo del Señor de los ejércitos—. Te levantaré hasta la cara las faldas, enseñaré tu desnudez a los pueblos, tu afrenta a los reyes. Arrojaré basura sobre ti, haré de ti un espectáculo vergonzoso. Quien te vea, se apartará de ti diciendo: «Desolada está Nínive, ¿quién lo sentirá?, ¿dónde encontrar quien la consuele?» Tus plazas fuertes son higueras cargadas de higos, al sacudirlas, caen y se los comen. Mira: tus soldados se han vuelto mujeres ante el enemigo; se abrirán las puertas de tu tierra, el fuego consumirá tus cerrojos. Haz acopio de agua para el asedio, fortifica las defensas, pisa el lodo, aplasta la arcilla, métela en el molde. El fuego te consumirá, la espada te destruirá.
Responsorio Na 1, 6. 7; Rm 5, 9
R. ¿Quién
se mantendrá en pie ante el incendio de la ira del Señor?, ¿quién resistirá su
cólera? * El Señor es bueno:
acoge a los que se refugian en él.
V. Justificados por la sangre de Cristo, seremos salvados por él de la cólera divina.
R. El Señor es bueno: acoge a los que se refugian en él.
Segunda Lectura
De la carta de san
Agustín, obispo, a Proba
(Carta 130, 9,18-10, 20: CSEL 44, 60-63)
(Carta 130, 9,18-10, 20: CSEL 44, 60-63)
DEBEMOS, EN CIERTOS
MOMENTOS, AMONESTARNOS A NOSOTROS MISMOS CON LA ORACIÓN VOCAL
Deseemos siempre
la vida dichosa y eterna, que nos dará nuestro Dios y Señor, y así estaremos
siempre orando. Pero, con objeto de mantener vivo este deseo, debemos, en ciertos
momentos, apartar nuestra mente de las preocupaciones y quehaceres que, de algún
mudo, nos distraen de él y amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal,
no fuese caso que si nuestro deseo empezó a entibiarse llegara a quedar
totalmente frío y, al no renovar con frecuencia el fervor, acabara por
extinguirse del todo. Por eso, cuando dice el Apóstol: Vuestras peticiones sean
presentadas a Dios, no hay que entender estas palabras como si se tratara de
descubrir a Dios nuestras peticiones, pues él continuamente las conoce, aun
antes de que se las formulemos; estas palabras significan, más bien, que
debemos descubrir nuestras peticiones a nosotros mismos en presencia de Dios,
perseverando en la oración, sin mostrarlas ante los hombres por vanagloria de
nuestras plegarias. Como esto sea así, aunque ya en el cumplimiento de nuestros
deberes, como dijimos, hemos de orar siempre con el deseo, no puede considerarse
inútil y vituperable el entregarse largamente a la oración, siempre y cuando no
nos lo impidan otras obligaciones buenas y necesarias. Ni hay que decir, como
algunos piensan, que orar largamente sea lo mismo que orar con vana palabrería.
Una cosa, en efecto, son las muchas palabras y otra cosa el efecto perseverante
y continuado. Pues del mismo Señor está escrito que pasaba la noche en oración
y que oró largamente; con lo cual, ¿qué hizo sino darnos ejemplo, al orar
oportunamente en el tiempo, aquel mismo que, con el Padre, oye nuestra oración
en la eternidad? Se dice que los monjes de Egipto hacen frecuentes oraciones,
pero muy cortas, a manera de jaculatorias brevísimas, para que así la atención,
que es tan sumamente necesaria en la oración, se mantenga vigilante y despierta
y no se fatigue ni se embote con la prolijidad de las palabras. Con esto nos
enseñan claramente que así como no hay que forzar la atención cuando no logra
mantenerse despierta, así tampoco hay que interrumpirla cuando puede continuar
orando. Lejos, pues, de nosotros la oración con vana palabrería; pero que no
falte la oración prolongada, mientras persevere ferviente la atención: Hablar
mucho en la oración es como tratar un asunto necesario y urgente con palabras
superfluas. Orar, en cambio, prolongadamente es llamar con corazón perseverante
y lleno de afecto a la puerta de aquel que nos escucha. Porque, con frecuencia,
la finalidad de la oración se logra más con lágrimas y llantos que con palabras
y expresiones verbales. Porque el Señor recoge nuestras lágrimas en su odre y a
él no se le ocultan nuestros gemidos, pues todo lo creó por medio de aquel que
es su Palabra, y no necesita las palabras humanas.
Responsorio Lc 22, 19; Jn 6, 59
R. Jesús
tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: * «Esto
es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en memoria mía.»
V. Éste es el pan que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
R. Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en memoria mía.
Lunes, 21
de octubre de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»
Palabra del Señor
Canto
Evangélico
Antifona: Bendito sea
el Señor, Dios nuestro.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Proclamemos la grandeza de Cristo, lleno de gracia
y del Espíritu Santo, y acudamos a él, diciendo:
'Concédenos, Señor, tu Espíritu'.
Concédenos, Señor, un día lleno de paz, de alegría y de inocencia,
—para que, llegados a la noche, con gozo y limpios de pecado, podamos alabarte nuevamente.
Que baje hoy a nosotros tu bondad —y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Muéstranos tu rostro propicio y danos tu paz, —para que durante todo el día sintamos cómo tu mano nos protege.
Mira con bondad a cuantos se han encomendado a nuestras oraciones —y enriquécelos con toda clase de bienes del cuerpo y del alma.
Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro.
Padre
Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe
nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y
tienda siempre a ti, como a su fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos
de los siglos.
Amén.
V. El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Santa Laura Montoya (1874-1949)
21 de Octubre
21 de Octubre
Esta gran mujer que así escribe, la Madre Laura Montoya, maestra
de misión en América Latina, servidora de la verdad y de la luz del Evangelio,
nació en Jericó, Antioquia, pequeña población colombiana, el 26 de Mayo de
1874, en el hogar de Juan de la Cruz Montoya y Dolores Upegui, una familia
profundamente cristiana. Recibió las aguas regeneradoras del Bautismo cuatro
horas después de su nacimiento. El sacerdote le dio el nombre de María Laura de
Jesús. Dos años tenía Laura cuando su padre fue asesinado, en cruenta guerra
fratricida por defender la religión y la patria. Dejó a su esposa y sus tres
hijos en orfandad y dura pobreza, a causa de la confiscación de los bienes por
parte de sus enemigos. De labios de su madre, Laura aprendió a perdonar y a
fortalecer su carácter con cristianos sentimientos.
Desde sus primeros años, su vida fue de incomprensiones y dolores.
Supo lo que es sufrir como pobre huérfana, mendigando cariño entre sus mismos
familiares. Aceptando con amor el sacrificio, fue dominando las dificultades
del camino. La acción del Espíritu de Dios y la lectura espiritual
especialmente de la Sagrada Escritura, la llevaron por los caminos de la
oración contemplativa, penitencia y el deseo de hacerse religiosa en el
claustro carmelitano. Tenía sed de Dios y quería ir a El “como bala de cañón”.
Esta mujer admirable crece sin estudios, por las dificultades de
pobreza e itinerancia a causa de su orfandad, hasta la edad de 16 años cuando
ingresa en la Normal de Institutoras de Medellín, para ser maestra elemental y
de esta manera ganarse el sustento diario. Sin embargo, llega a ser una erudita
en su tiempo, una pedagoga connotada, formadora de cristianas generaciones,
escritora castiza de alto vuelo y sabroso estilo, mística profunda por su
experiencia de oración contemplativa.
En 1914, apoyada por monseñor Maximiliano Crespo, obispo de Santa
Fe de Antioquia, funda una familia religiosa: Las Misioneras de María
Inmaculada y Santa Catalina de Sena, obra religiosa que rompe moldes y
estructuras insuficientes para llevar a cabo su ideal misionero según lo
expresa en su Autobiografía: Necesitaba mujeres intrépidas, valientes,
inflamadas en el amor de Dios, que pudieran asimilar su vida a la de los pobres
habitantes de la selva, para levantarlos hacia Dios.
Fundador de la vida anacorética en Palestina; nació en Tabita, al
sur de Gaza en Palestina [hoy Israel] alrededor del año 291. Murió en la isla
de Chipre alrededor del 371. La principal fuente de información sobre la vida
de este santo la constituye una biografía escrita por San Jerónimo.
Hilarión fue hijo de padres paganos. Su fecha natal la confirma
Jerónimo (Vita, c. xxv) quien indica que Hilarión tenía 65 años de edad a la
muerte de Antonio (356). De niño, los padres de Hilarión lo enviaron a
Alejandría [en Egipto] para educarse en las escuelas de esa ciudad. Aquí se
hizo cristiano a la edad de 15 años, y atraído por el renombrado anacoreta San
Antonio, Hilarión se retiró al desierto. Después de dos meses de haber
compartido con el gran "Padre de los Anacoretas," Hilarión decidió
dedicarse él mismo a la vida ascética eremítica. Regresó a su casa, repartió su
fortuna entre los pobres, y se retiró a una pequeña choza en el desierto de
Majuma, cerca de Gaza, en donde vivió una vida similar a la de San Antonio.
Su vestimenta consistía de una camisa de pelo, una prenda superior
hecha de piel y una capa corta como las que usaban los pastores del lugar.
Ayunaba rigurosamente y no participaba de su frugal comida hasta después del
ocaso. Para mantenerse, trabajaba tejiendo canastas. Dedicaba la mayor parte de
su tiempo a ejercicios religiosos. Su fama se esparció por el lugar debido a
las curas milagrosas y exorcismos que efectuaba y ya para el año 329 contaba
con numerosos discípulos. Convirtió a muchos paganos y tanta era la gente que
venía a pedirle ayuda y consejos que apenas encontraba tiempo para cumplir con
sus deberes religiosos. Esto lo indujo a despedirse de sus discípulos y a
regresar a Egipto alrededor del año 360. Allí visitó los lugares en donde San
Antonio había vivido y el sitio en donde murió. De camino a Egipto conoció a
Draconcio y a Filor, dos obispos exiliados por el emperador Constancio.
Hilarión entonces fue a vivir a Bruccio, cerca de Alejandría, pero al oír que
Juliano el Apóstata había ordenado su arresto, se retiró a un oasis en el
desierto de Libia. Más tarde se trasladó a Sicilia y vivió por mucho tiempo
cerca del promontorio de Paccino. Su discípulo, Hesiquio, quien había buscado a
Hilarión por mucho tiempo, le descubrió allí. Poco después Hilarión se vio
rodeado una vez más por discípulos ansiosos de seguir su ejemplo.
Dejando a Sicilia, se trasladó a Epidauro en Dalmacia, en donde
prestó valiosa ayuda a sus habitantes después del terremoto del año 366.
Finalmente se fue a Chipre y ahí, en una solitaria cueva en el interior de
dicha isla, pasó sus últimos años. Fue durante su estancia en Chipre que
conoció a San Epifanio, Arzobispo de Salamis. Antes de su muerte, acaecida en
su octogésimo año, Hilarión legó sus pobres vestimentas, las cuales eran su
única posesión, a Hesiquio, su discípulo fiel. Su entierro ocurrió cerca del
pueblo de Pafos, pero Hesiquio se lo llevó en secreto a Majuma, en donde el
santo había vivido por tanto tiempo. A Hilarión se le honra por ser el fundador
de la vida anacorética en Palestina. Los intentos de Israel y de otros
historiadores de verlo como una figura imaginaria han fracasado completamente,
ya que no cabe la menor duda de su existencia o de la veracidad de sus rasgos.
Es conocido como el santo de la abstinencia y del ayuno perpetuo,
y se le recuerda cada 22 de octubre.
Santa Úrsula, Mártir
21 de Octubre
21 de Octubre
Según un relato cincelado en una lápida de Colonia, en el siglo IV
fue martirizado un grupo de doncellas cristianas. Cuatrocientos años después,
los relatos sobre esas mujeres dieron lugar a esta leyenda. Úrsula, hija de un
rey inglés, era cristiana, y se había fijado la fecha de su boda con un
príncipe pagano. Para posponer las nupcias, abordó un barco junto con sus damas
de compañía y emprendió una peregrinación a Roma.
En Colonia, ella y sus doncellas fueron atacadas por los hunos.
Úrsula rechazó la propuesta de matrimonio del cabecilla de los bárbaros y todas
fueron asesinadas. Es patrona de las jóvenes y colegialas.