Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén.
TIEMPO ORDINARIO
JUEVES DE LA SEMANA XXVIII
Del común de un mártir. Salterio IV.
JUEVES DE LA SEMANA XXVIII
Del común de un mártir. Salterio IV.
17 de octubre
SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, obispo y mártir. (MEMORIA)
Ignacio fue el segundo sucesor de Pedro en el gobierno de la
Iglesia de Antioquía. Condenado a morir devorado por las fieras, fue trasladado
a Roma y allí, bajo el imperio de Trajano, recibió la corona de su glorioso
martirio el año 107. En su viaje a Roma escribió siete cartas, dirigidas a
varias Iglesias, en las que trata sabia y eruditamente de Cristo, de la
constitución de la Iglesia y de la vida cristiana. Ya en el siglo IV se
celebraba en Antioquía su memoria el mismo día de hoy.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: PALABRA DEL SEÑOR YA RUBRICADA.
Palabra del Señor ya rubricada
es la vida del mártir, ofrecida
como prueba fiel de que la espada
no puede ya truncar la fe vivida.
Fuente de fe y de luz es su memoria,
coraje para el justo en la batalla
del bien, de la verdad, siempre victoria
que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla.
Martirio es el dolor de cada día,
si en Cristo y con amor es aceptado,
fuego lento de amor que en la alegría
de servir al Señor es consumado.
Concédenos, oh Padre, sin medida,
y tú, Señor Jesús crucificado,
el fuego del Espíritu de vida
para vivir el don que nos has dado. Amén.
SALMODIA
Ant 1. En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.
Salmo 142, 1-11 - LAMENTACIÓN Y SÚPLICA ANTE LA ANGUSTIA
Señor, escucha mi oración;
tú que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti;
indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.
Ant 2. El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.
Cántico: CONSUELO Y GOZO PARA LA CIUDAD SANTA. Is 66, 10-14a
Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis,
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
a su pecho seréis alimentados
y os saciaréis de sus consuelos
y apuraréis las delicias
de sus pechos abundantes.
Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella
como un río la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quién su madre consuela,
así os consolaré yo
y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo se alegrará vuestro corazón
y vuestros huesos florecerán como un prado.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.
Ant 3. Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
Salmo 146 - PODER Y BONDAD DEL SEÑOR
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado,
y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los músculos del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-5
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa nuestro consuelo.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Él es mi salvación.
R. Y mi energía.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: PALABRA DEL SEÑOR YA RUBRICADA.
Palabra del Señor ya rubricada
es la vida del mártir, ofrecida
como prueba fiel de que la espada
no puede ya truncar la fe vivida.
Fuente de fe y de luz es su memoria,
coraje para el justo en la batalla
del bien, de la verdad, siempre victoria
que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla.
Martirio es el dolor de cada día,
si en Cristo y con amor es aceptado,
fuego lento de amor que en la alegría
de servir al Señor es consumado.
Concédenos, oh Padre, sin medida,
y tú, Señor Jesús crucificado,
el fuego del Espíritu de vida
para vivir el don que nos has dado. Amén.
SALMODIA
Ant 1. En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.
Salmo 142, 1-11 - LAMENTACIÓN Y SÚPLICA ANTE LA ANGUSTIA
Señor, escucha mi oración;
tú que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti;
indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.
Ant 2. El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.
Cántico: CONSUELO Y GOZO PARA LA CIUDAD SANTA. Is 66, 10-14a
Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis,
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
a su pecho seréis alimentados
y os saciaréis de sus consuelos
y apuraréis las delicias
de sus pechos abundantes.
Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella
como un río la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quién su madre consuela,
así os consolaré yo
y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo se alegrará vuestro corazón
y vuestros huesos florecerán como un prado.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.
Ant 3. Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
Salmo 146 - PODER Y BONDAD DEL SEÑOR
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado,
y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los músculos del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-5
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa nuestro consuelo.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Él es mi salvación.
R. Y mi energía.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Jeremías 4, 5-8. 13-28
EL DEVASTADOR VENDRÁ DEL NORTE
Esto dice el Señor:
«Anunciadlo en Judá, publicadlo en Jerusalén. Tocad la trompeta en el país, gritad a plena voz: "Congregaos para marchar a la ciudad fortificada. Avisad con la bandera hacia Sión: huid, no os paréis; que yo traigo del norte la desgracia, una gran ruina."
Sale el león de la maleza, está en marcha el asesino de naciones, ha dejado su cubil, para arrasar tu tierra e incendiar tus ciudades, hasta no dejar habitantes. Por eso vestíos de saco, llorad y gemid, porque no cede el incendio de la ira del Señor.
Miradlo subir como una nube, sus carros como un huracán, sus caballos más veloces que águilas.»
¡Ay de nosotros que nos destrozan!
Lava tu corazón de maldades, Jerusalén, para salvarte. ¿Hasta cuándo anidarán en tu pecho planes desatinados? Escucha, un mensajero de Dan anuncia desgracias desde la montaña de Efraím.
«Proclamadlo en Judá, anunciadlo en Jerusalén, llegan enemigos de tierra lejana; alzarán el grito de guerra contra las ciudades de Judá. Como guardas de campo te rodean, porque te rebelaste contra mí -oráculo del Señor-. Tu conducta y tus perversidades te lo han traído: ésta es tu maldad que te llega a amargar el corazón.»
¡Ay, mis entrañas, mis entrañas! Me destrozan las paredes del pecho, tengo el corazón turbado, no puedo callar. Porque escucho yo mismo el son de la trompeta, el alarido de guerra. Un golpe llama a otro golpe, el país está desolado; de repente, son desoladas las tiendas, súbitamente, los pabellones. ¿Hasta cuándo he de ver banderas y escuchar trompetas a rebato?
«Mi pueblo es insensato, no me reconoce, son hijos necios que no reflexionan; son sabios para hacer el mal, pero ignorantes para hacer el bien.»
Miro a la tierra: es un caos; a los cielos: no tienen luz; miro a los montes: se agitan; a los collados: danzan, están temblando; miro, y no hay hombres, los pájaros del cielo han volado; miro: el vergel es un desierto, las ciudades están incendiadas por el Señor, por el incendio de su ira.
Así dice el Señor:
«La tierra será una desolación, pero no la aniquilaré. Por eso se lamentará la tierra, se oscurecerá arriba el cielo. Lo dije y no me arrepiento, lo pensé y no me vuelvo atrás.»
RESPONSORIO Cf. Jr 4, 24-26; Sal 84, 5
R. Toda la tierra está desolada, Señor, por el incendio de tu ira; pero tú, Señor, * ten misericordia y no nos aniquiles.
V. Restáuranos, Dios salvador nuestro, cesa en tu ira contra nosotros.
R. Ten misericordia y no nos aniquiles.
SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Romanos
(Cap. 4. 1-2; 6, 1--8, 3: Funk 1, 217-223)
SOY TRIGO DE DIOS Y HE DE SER MOLIDO POR LOS DIENTES DE LAS FIERAS
Yo voy escribiendo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco lo mismo: que moriré de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidáis. Os lo pido por favor: no me demostréis una benevolencia inoportuna. Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo. Rogad por mí a Cristo, para que, por medio de esos instrumentos, llegue a ser una víctima para Dios.
De nada me servirán los placeres terrenales ni los reinos de este mundo. Prefiero morir en Cristo Jesús que reinar en los confines de la tierra. Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó. Se acerca ya el momento de mi nacimiento a la vida nueva. Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida, no queráis que muera; si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en si entenderá lo que quiero decir y se compadecerá de mi, sabiendo cuál es el deseo que me apremia.
El príncipe de este mundo me quiere arrebatar y pretende arruinar mi deseo que tiende hacia Dios. Que nadie de vosotros, los aquí presentes, lo ayude; poneos más bien de mi parte, esto es, de parte de Dios. No queráis a un mismo tiempo tener a Jesucristo en la boca y los deseos mundanos en el corazón. Que no habite la envidia entre vosotros. Ni me hagáis caso si, cuando esté aquí, os suplicare en sentido contrario; haced más bien caso de lo que ahora os escribo. Porque os escribo en vida, pero deseando morir. Mi amor está crucificado y ya no queda en mí el fuego de los deseos terrenos; únicamente siento en mi interior la voz de una agua viva que me habla y me dice: «Ven al Padre.» No encuentro ya deleite en el alimento material ni en los placeres de este mundo. Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible.
No quiero ya vivir más la vida terrena. Y este deseo será realidad si vosotros lo queréis. Os pido que lo queráis, y así vosotros hallaréis también benevolencia. En dos palabras resumo mi súplica: haced me caso. Jesucristo os hará ver que digo la verdad, él, que es la boca que no engaña, por la que el Padre ha hablado verdaderamente. Rogad por mí, para que llegue a la meta. Os he escrito no con criterios humanos, sino conforme a la mente de Dios. Si sufro el martirio, es señal de que me queréis bien; de lo contrario, es que me habéis aborrecido.
RESPONSORIO S. Ignacio de Antioquia, Efesios, 14, 1; Tralianos, 8, 1
R. Nada os es desconocido si mantenéis de un modo perfecto, en Jesucristo, la fe y la caridad, que son el principio y el fin de la vida: * el principio es la fe, el fin la caridad.
V. Revestíos de mansedumbre y convertíos en creaturas nuevas por medio de la fe, que es como la carne del Señor, y por medio de la caridad, que es como su sangre.
R. El principio es la fe, el fin la caridad.
Del libro del profeta Jeremías 4, 5-8. 13-28
EL DEVASTADOR VENDRÁ DEL NORTE
Esto dice el Señor:
«Anunciadlo en Judá, publicadlo en Jerusalén. Tocad la trompeta en el país, gritad a plena voz: "Congregaos para marchar a la ciudad fortificada. Avisad con la bandera hacia Sión: huid, no os paréis; que yo traigo del norte la desgracia, una gran ruina."
Sale el león de la maleza, está en marcha el asesino de naciones, ha dejado su cubil, para arrasar tu tierra e incendiar tus ciudades, hasta no dejar habitantes. Por eso vestíos de saco, llorad y gemid, porque no cede el incendio de la ira del Señor.
Miradlo subir como una nube, sus carros como un huracán, sus caballos más veloces que águilas.»
¡Ay de nosotros que nos destrozan!
Lava tu corazón de maldades, Jerusalén, para salvarte. ¿Hasta cuándo anidarán en tu pecho planes desatinados? Escucha, un mensajero de Dan anuncia desgracias desde la montaña de Efraím.
«Proclamadlo en Judá, anunciadlo en Jerusalén, llegan enemigos de tierra lejana; alzarán el grito de guerra contra las ciudades de Judá. Como guardas de campo te rodean, porque te rebelaste contra mí -oráculo del Señor-. Tu conducta y tus perversidades te lo han traído: ésta es tu maldad que te llega a amargar el corazón.»
¡Ay, mis entrañas, mis entrañas! Me destrozan las paredes del pecho, tengo el corazón turbado, no puedo callar. Porque escucho yo mismo el son de la trompeta, el alarido de guerra. Un golpe llama a otro golpe, el país está desolado; de repente, son desoladas las tiendas, súbitamente, los pabellones. ¿Hasta cuándo he de ver banderas y escuchar trompetas a rebato?
«Mi pueblo es insensato, no me reconoce, son hijos necios que no reflexionan; son sabios para hacer el mal, pero ignorantes para hacer el bien.»
Miro a la tierra: es un caos; a los cielos: no tienen luz; miro a los montes: se agitan; a los collados: danzan, están temblando; miro, y no hay hombres, los pájaros del cielo han volado; miro: el vergel es un desierto, las ciudades están incendiadas por el Señor, por el incendio de su ira.
Así dice el Señor:
«La tierra será una desolación, pero no la aniquilaré. Por eso se lamentará la tierra, se oscurecerá arriba el cielo. Lo dije y no me arrepiento, lo pensé y no me vuelvo atrás.»
RESPONSORIO Cf. Jr 4, 24-26; Sal 84, 5
R. Toda la tierra está desolada, Señor, por el incendio de tu ira; pero tú, Señor, * ten misericordia y no nos aniquiles.
V. Restáuranos, Dios salvador nuestro, cesa en tu ira contra nosotros.
R. Ten misericordia y no nos aniquiles.
SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Romanos
(Cap. 4. 1-2; 6, 1--8, 3: Funk 1, 217-223)
SOY TRIGO DE DIOS Y HE DE SER MOLIDO POR LOS DIENTES DE LAS FIERAS
Yo voy escribiendo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco lo mismo: que moriré de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidáis. Os lo pido por favor: no me demostréis una benevolencia inoportuna. Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo. Rogad por mí a Cristo, para que, por medio de esos instrumentos, llegue a ser una víctima para Dios.
De nada me servirán los placeres terrenales ni los reinos de este mundo. Prefiero morir en Cristo Jesús que reinar en los confines de la tierra. Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó. Se acerca ya el momento de mi nacimiento a la vida nueva. Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida, no queráis que muera; si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en si entenderá lo que quiero decir y se compadecerá de mi, sabiendo cuál es el deseo que me apremia.
El príncipe de este mundo me quiere arrebatar y pretende arruinar mi deseo que tiende hacia Dios. Que nadie de vosotros, los aquí presentes, lo ayude; poneos más bien de mi parte, esto es, de parte de Dios. No queráis a un mismo tiempo tener a Jesucristo en la boca y los deseos mundanos en el corazón. Que no habite la envidia entre vosotros. Ni me hagáis caso si, cuando esté aquí, os suplicare en sentido contrario; haced más bien caso de lo que ahora os escribo. Porque os escribo en vida, pero deseando morir. Mi amor está crucificado y ya no queda en mí el fuego de los deseos terrenos; únicamente siento en mi interior la voz de una agua viva que me habla y me dice: «Ven al Padre.» No encuentro ya deleite en el alimento material ni en los placeres de este mundo. Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible.
No quiero ya vivir más la vida terrena. Y este deseo será realidad si vosotros lo queréis. Os pido que lo queráis, y así vosotros hallaréis también benevolencia. En dos palabras resumo mi súplica: haced me caso. Jesucristo os hará ver que digo la verdad, él, que es la boca que no engaña, por la que el Padre ha hablado verdaderamente. Rogad por mí, para que llegue a la meta. Os he escrito no con criterios humanos, sino conforme a la mente de Dios. Si sufro el martirio, es señal de que me queréis bien; de lo contrario, es que me habéis aborrecido.
RESPONSORIO S. Ignacio de Antioquia, Efesios, 14, 1; Tralianos, 8, 1
R. Nada os es desconocido si mantenéis de un modo perfecto, en Jesucristo, la fe y la caridad, que son el principio y el fin de la vida: * el principio es la fe, el fin la caridad.
V. Revestíos de mansedumbre y convertíos en creaturas nuevas por medio de la fe, que es como la carne del Señor, y por medio de la caridad, que es como su sangre.
R. El principio es la fe, el fin la caridad.
Jueves, 17
de octubre de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,47-54):
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: "Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán"; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.
Palabra de Señor
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: "Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán"; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.
Palabra de Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó.
PRECES
Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo fiel, y al recordar hoy a los santos mártires sacrificados a causa de la palabra de Dios, aclamémosle diciendo:
Nos has comprado, Señor, con tu sangre.
Por la intercesión de los santos mártires que entregaron libremente su vida como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.
Por la intercesión de los santos mártires que proclamaron la fe hasta derramar su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y constancia dela fe.
Por la intercesión de los santos mártires que soportando la cruz siguieron tus pasos,
concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.
Por la intercesión de los santos mártires que blanquearon su manto en la sangre del Cordero,
concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso y eterno, que has querido que el testimonio de los mártires sea el honor de todo el cuerpo de tu Iglesia, concédenos que el martirio de san Ignacio de Antioquia, que hoy conmemoramos, así como le mereció a él una gloria eterna, así también nos dé a nosotros valor en el combate de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
San Ignacio de
Antioquía
17 de Octubre
17 de Octubre
Nace entre años 30 al 35 AD, muere C 107AD. San
Ignacio de Antioquía fue discípulo directo de San Pablo y San Juan. Segundo
sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquía; El primero en
llamar a la Iglesia "Católica". Sus escritos demuestran que la
doctrina de la Iglesia Católica viene de Jesucristo por medio de los Apóstoles.
Esta doctrina incluye: La Eucaristía; La jerarquía y la obediencia a los
obispos; La presidencia de la iglesia de Roma; La virginidad de María y el don
de la virginidad; El privilegio que es morir mártir de Cristo.
Condenado a morir devorado por las fieras, fue
trasladado a Roma y allí recibió la corona de su glorioso martirio el año 107,
en tiempos del emperador Trajano. En su viaje a Roma, escribió siete cartas,
dirigidas a varias Iglesias, en las que trata sabia y eruditamente de Cristo,
de la constitución de la Iglesia y de la vida cristiana.
Fuente: Corazones
Fuego Ardiente de Amor La
palabra "Ignacio" viene de "ignis" (fuego). El corazón de
San Ignacio era un fuego ardiente de amor por Cristo. Decía que Cristo está en
el pecho de los cristianos.
De sobrenombre "Theophorus" (portador de Dios).
Fue ilustre testigo de Cristo por su palabra y por su martirio.
San Ignacio de Antioquía se le llama Padres Apostólico porque,
habiendo nacido en Antioquía en el siglo I, fue discípulo de los Apóstoles San
Pablo y San Juan.
San Ignacio de Antioquía fue el tercer obispo de Antioquía, Siria,
siendo San Pedro y San Evodio los dos primeros. San Juan Crisóstomo escribe que
San Ignacio fue consagrado obispo de manos de los Apóstoles Pedro y Pablo.
Según Theodoret, Ignacio fue asignado obispo de Antioquía por San Pedro.
Antioquía era la tercera ciudad más importante del imperio,
después de Roma y Alejandría. También era una de las iglesias más importantes e
influyentes. Habían en Antioquía muchos cristianos de procedencia judía que
huyeron de la destrucción de Jerusalén ocurrida en el 70 AD.
El Emperador Trajano al principio respetó a los cristianos, pero
por gratitud a sus dioses tras su victoria sobre los dacios y escitas, comenzó
a perseguir a quienes no los adoraban. Hay una relación legendaria sobre el
arresto de San Ignacio y su entrevista personal con el emperador. Sin embargo,
desde época muy remota nos llega el interrogatorio al que fue sometido:
-"¿Quién eres tú, espíritu malvado, que osas desobedecer mis
órdenes e incitas a otros a su perdición?"
-"Nadie llama a Teóforo espíritu malvado", respondió el santo.
-"¿Quién es Teóforo?
-"El que lleva a Cristo dentro de sí".
-"¿Quiere eso decir que nosotros no llevamos dentro a los dioses que nos ayudan contra nuestros enemigos?", preguntó el emperador.
-"Te equivocas cuando llamas dioses a los que no son sino diablos", replicó Ignacio. "Hay un solo Dios que hizo el cielo y la tierra y todas las cosas; y un solo Jesucristo, en cuyo reino deseo ardientemente ser admitido".
-"¿Te refieres al que fue crucificado bajo Poncio Pilato?".
-"Sí, a Aquél que con su muerte crucificó el pecado y a su autor, y que proclamó que toda malicia diabólica ha de ser hollada por quienes lo llevan en el corazón".
-"¿Entonces tú llevas a Cristo dentro de ti?
-"Sí, porque está escrito, viviré con ellos y caminaré con ellos".
-"Nadie llama a Teóforo espíritu malvado", respondió el santo.
-"¿Quién es Teóforo?
-"El que lleva a Cristo dentro de sí".
-"¿Quiere eso decir que nosotros no llevamos dentro a los dioses que nos ayudan contra nuestros enemigos?", preguntó el emperador.
-"Te equivocas cuando llamas dioses a los que no son sino diablos", replicó Ignacio. "Hay un solo Dios que hizo el cielo y la tierra y todas las cosas; y un solo Jesucristo, en cuyo reino deseo ardientemente ser admitido".
-"¿Te refieres al que fue crucificado bajo Poncio Pilato?".
-"Sí, a Aquél que con su muerte crucificó el pecado y a su autor, y que proclamó que toda malicia diabólica ha de ser hollada por quienes lo llevan en el corazón".
-"¿Entonces tú llevas a Cristo dentro de ti?
-"Sí, porque está escrito, viviré con ellos y caminaré con ellos".
Cuando lo mandaron a encadenar para llevarlo a morir en Roma, San
Ignacio exclamó: "te doy gracias, Señor, por haberme permitido darte esta
prueba de amor perfecto y por dejar que me encadenen por Tí, como tu apóstol
Pablo".
Itinerario hacia el martirio en Roma San
Ignacio rezó por la Iglesia, la encomendó con lágrimas a Dios, y con gusto se
sometió a los soldados para ser encadenado y llevado a Roma.
En Seleucia, puerto de mar, situado a unos veinticinco kilómetros
de Antioquía, se embarcaron en un navío que fue costeando el Asia Menor.
Algunos de sus fieles de Antioquía tomaron un camino más corto y llegaron a
Roma antes que él y ahí le esperaron.
Durante la mayor parte del trayecto acompañaron a San Ignacio el
diácono Filón y Agatopo, a quienes se considera autores de las actas de su
martirio. Durante el viaje San Ignacio iba vigilado día y noche por diez
soldados que, según el santo, eran como "diez leopardos". Añade
"iba yo luchando con fieras salvajes por tierra y mar, de día y
noche" y "cuando se las trataba bondadosamente, se enfurecían
más".
Las numerosas paradas, dieron al santo oportunidad de confirmar en
la fe a las iglesias cercanas a la costa de Asia Menor. Dondequiera que el
barco atracaba, los cristianos enviaban sus obispos y presbíteros a saludarlo,
y grandes multitudes se reunían para recibir su bendición. Se designaron
también delegaciones que lo escoltaron en el camino. En Esmirna tuvo la alegría
de encontrar a su antiguo condiscípulo San Policarpo; al obispo Onésimo quien
iba a la cabeza de una delegación de Efeso; al obispo Dámaso, con enviados de
Magnesia, y el obispo Polibio de Tralles. Burrus, uno de los delegados, fue tan
servicial con San Ignacio, que éste pidió a los efesios que le permitieran
acompañarlo.
Desde Esmirna, el santo escribió cuatro cartas. Los guardias se
apresuraron a salir de Esmirna para llegar a Roma antes de que terminaran los
juegos, pues las víctimas ilustres y de venerable aspecto, eran la gran
atracción en el anfiteatro. El mismo Ignacio, secundó sus prisas. Enseguida se
embarcaron para Troade, donde se enteraron de que la paz se había restablecido
en la Iglesia de Antioquía. En Troade Ignacio escribió tres cartas más. Una a
los fieles de Filadelfia.
De Troade navegaron hasta Nápoles de Macedonia. Después fueron a
Filipos y habiendo cruzado Macedonia y el Epiro a pie, se volvieron a embarcar
en Epidamno (el actual Durazzo en Albania).
Según las Actas, al aproximarse el santo a Roma, los fieles
salieron a recibirlo y se regocijaron al verlo, pero lamentaron el tener que
perderlo tan pronto. Como él lo había previsto, deseaban tomar medidas para
liberarlo, pero les rogó que no le impidieran llegar al Señor. Entonces,
arrodillándose con sus hermanos, rogó por la Iglesia, por el fin de la
persecución y por la caridad y concordia entre los fieles. Según la misma
leyenda, Ignacio llegó a Roma el 20 de diciembre, último día de los juegos
públicos, y fue conducido ante el prefecto de la ciudad, a quien se le entregó
la carta del emperador. Después de los trámites acostumbrados, se le llevó
apresuradamente al anfiteatro flaviano. Ahí le soltaron dos fieros leones, que
inmediatamente lo devoraron, y sólo dejaron los huesos más grandes. Así fue
escuchada su oración. No hay seguridad sobre los detalles de la narración pero
sí del hecho de su martirio, ocurrido en el año noveno del emperador Trajano.
Parecería para muchos espectadores que San Ignacio era tan solo
uno más que moría en aquellos juegos diseñados para saciar la morbosidad de las
turbas. Sin embargo él era el gran vencedor en un reino mucho más sublime y
duradero que el de los emperadores romanos.
Dejadme que sea entregado a las fieras, puesto que por ellas puedo
llegar a Dios. Soy el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las
fieras, para que pueda ser hallado pan puro. Antes, atraed a las fieras, para
que puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo detrás, y
así, cuando pase a dormir, no seré una carga para nadie. Entonces seré un
verdadero discípulo de Jesucristo. (Epístolas de San Ignacio a los Romanos)
Enseñanzas Los
escritos del obispo San Ignacio de Antioquía son de suma importancia porque
demuestran la catolicidad de la doctrina desde tiempos apostólicos. Sus cartas
constituyen un testimonio de su amor apasionado por Cristo, su profundidad y
claridad de pensamiento teológico y profunda humildad. San Ignacio manifiesta
absoluta certeza de que su inminente martirio por Cristo es un privilegio, por
lo que no quiere que nadie lo obstruya.
Parto Virginal de María
Es el primer escritor fuera del N.T. en escribir sobre esta
verdad.
"Y al príncipe de este mundo se le ocultó la virginidad de
María y su parto y también la muerte del Señor". (Carta a los de Efeso)
Cristo: humano y divino
Como San Juan, San Ignacio nos muestra que Cristo es humano y
divino. "Hijo de María e hijo de Dios, primero pasible, después impasible,
Jesucristo Nuestro Señor" (Efes., c. xvii). Su doctrina es una defensa
contra dos tendencias de la época: por un lado algunos de los judaizantes
negaban la encarnación y creían en un Jesús solo humano. Por otro lado, los
docetistas negaban la humanidad de Cristo.
La Eucaristía
San Ignacio de Antioquía es el primero en usar la palabra
"Eucaristía" para referirse al Santísimo Sacramento (Esmir., c.
viii). San Ignacio utiliza la terminología joánica para enseñar sobre la
Eucaristía, a la que llama "la carne de Cristo", "Don de
Dios", "la medicina de inmortalidad". Llama a Jesús "pan de
Dios" que ha de ser comido en el altar, dentro de una única Iglesia.
No hallo placer en la comida de corrupción ni en los deleites de
la presente vida. El pan de Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, de la
semilla de David; su sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible.
Reuníos en una sola fe y en Jesucristo. Rompiendo un solo pan, que
es medicina de inmortalidad, remedio para no morir, sino para vivir por siempre
en Jesucristo.
San Ignacio denuncia a los herejes "que no confiesan que la
Eucaristía es la carne de Jesucristo nuestro Salvador, carne que sufrió por
nuestros pecados y que en su amorosa bondad el Padre resucitó".
El día del Señor el domingo
Los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la
nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino el día del Señor, en el que
nuestra vida es bendecida por El y por su muerte -S. Ignacio de Antioquía,
Magn. 9,1
La Iglesia
-Es una institución divina cuyo fin es la salvación de las almas;
quienes se separan de ella se separan de Dios.
-Debe permanecer en unidad.
-Debe permanecer en unidad.
La unidad es expresión del amor
-Es Santa
-Es Católica
-Es Católica
Fue San Ignacio quien por primera vez se refirió a la Iglesia como
"Iglesia Católica" (Universal), incluyendo en ella a todos los que
son fieles a la verdad.
"Por doquier aparezca el obispo, ahí esté el pueblo; lo mismo
que donde quiera que Jesucristo está también está la Iglesia Católica"
-Es Infalible
-Tiene jerarquía a la que debemos estar unidos en obediencia
-Tiene jerarquía a la que debemos estar unidos en obediencia
San Ignacio, como San Juan, puso mucha atención en la relación
entre el Padre y el Hijo. El Hijo siempre sujeto por amor a la voluntad del
Padre, uno con Él por naturaleza. San Ignacio deduce que debemos imitar a
Cristo en su obediencia filial, obedeciendo a los obispos de la Iglesia. Sus
cartas enseñan que debe haber en la Iglesia disciplina, unidad y sujeción a la
jerarquía.
Por esto debéis estar acordes con el sentir de vuestro obispo,
como ya lo hacéis. Y en cuanto a vuestro colegio presbiteral, digno de Dios y
del nombre que lleva, está armonizado con vuestro obispo como las cuerdas de
una lira. Este vuestro acuerdo y concordia en el amor es como un himno a
Jesucristo. Procurad todos vosotros formar parte de este coro, de modo que, por
vuestra unión y concordia en el amor, seáis como una melodía que se eleva a una
sola voz por Jesucristo al Padre, para que os escuche y os reconozca, por
vuestras buenas obras, como miembros de su Hijo. Os conviene, por tanto,
manteneros en una unidad perfecta, para que seáis siempre partícipes de Dios.
(De la Carta a los Efesios)
Sus palabras recuerdan a las de San Pablo, en Efesios, 4:
"Con empeño por guardar la unidad de espíritu en el vínculo de la paz: un
solo cuerpo y un solo Espíritu, a la manera que fuisteis llamados en una sola
esperanza de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Un
solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y obra por todos y mora en
todos."
Los tres niveles del sacramento del orden
El episcopado siendo superior, el presbiterio (sacerdotes) y por
último el diaconado
La primacía del obispo de Roma
El mismo San Ignacio que alrededor del año 107 AD llamó a la
Iglesia "Católica" y nos enseña que tiene obispos con autoridad, nos
enseña también que la Iglesia tiene quien la presida: "...la que reside en
el territorio de los romanos... la que preside en la unión del amor..."
Su firme enseñanza sobre la obediencia a los obispos es aún más
admirable cuando el mismo, siendo obispo, fue siempre muy humilde.
Matrimonio Sacramental
San Ignacio enseña sobre el matrimonio en la iglesia: "...los
varones y las mujeres que deseen casarse, deben realizar su enlace conforme a
las disposiciones del obispo..." (Filipenses 5,2).
La Virginidad, virtud sobrenatural
San Ignacio es claro y fuerte contra la herejía pero también
recalca la necesidad de ser indulgentes y tolerantes con los que están en
error.
Rueguen incesantemente por el resto de los hombres -porque hay en
ellos esperanza de arrepentimiento- para que lleguen a Dios. Por lo tanto
instrúyanlos con el ejemplo de sus obras. Cuando ellos estallen en ira, ustedes
sean mansos; cuando se vanaglorien al hablar, sean ustedes humildes; cuando les
injurien a ustedes, oren por ellos; si ellos están en el error, ustedes sean
constantes en la fe; a vista de sus furia, sean ustedes apacibles. No ansíen el
desquite. Que nuestra indulgencia les muestre que somos sus hermanos.
Procuremos ser imitadores del Señor, esforzándonos para ver quién puede sufrir
peores injusticias, quién puede aguantar que lo defrauden, que lo rebajen a la
nada; que no se encuentre en ustedes cizaña del diablo. Sino con toda pureza y
sobriedad vivan en Cristo Jesús en carne y en espíritu. (carta a los efesios)