Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA XIV
De la Feria. Salterio II
MIÉRCOLES DE LA SEMANA XIV
De la Feria. Salterio II
10 de julio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Himno: NACIDOS DE LA LUZ, HIJOS DEL DÍA.
Nacidos de la luz, hijos del día,
Vamos hacia el Señor de la mañana.
Su claridad disipa nuestras sombras
y alegra y regocija nuestras almas.
Que nuestro Dios, el Padre de la gloria,
nos libre para siempre del pecado,
y podamos así gozar la herencia
que nos legó en su Hijo muy amado.
Honor y gloria a Dios, Padre celeste,
por medio de su Hijo Jesucristo,
y al Don de toda luz, el Santo Espíritu,
que vive por los siglos de los siglos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Salmo 76 - RECUERDO DEL PASADO GLORIOSO DE ISRAEL.
Alzo mi voz a Dios gritando,
Alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:
¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?
Y me digo: ¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.
Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar, ¡oh Dios!,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.
Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el fragor de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.
Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:
mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Ant 2. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Cántico: ALEGRIA DE LOS HUMILDES EN DIOS 1S 2,1-10
Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.
No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quien pesa las acciones.
Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.
Él guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.
El Señor desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Ant 3. El Señor reina, la tierra goza.
Salmo 96 - EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS DIOSES.
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;
porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor reina, la tierra goza.
LECTURA BREVE Rm 8, 35. 37
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendigo al Señor en todo momento.
R. Bendigo al Señor en todo momento.
V. Su alabanza está siempre en mi boca.
R. En todo momento.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al Señor en todo momento.
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Himno: NACIDOS DE LA LUZ, HIJOS DEL DÍA.
Nacidos de la luz, hijos del día,
Vamos hacia el Señor de la mañana.
Su claridad disipa nuestras sombras
y alegra y regocija nuestras almas.
Que nuestro Dios, el Padre de la gloria,
nos libre para siempre del pecado,
y podamos así gozar la herencia
que nos legó en su Hijo muy amado.
Honor y gloria a Dios, Padre celeste,
por medio de su Hijo Jesucristo,
y al Don de toda luz, el Santo Espíritu,
que vive por los siglos de los siglos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Salmo 76 - RECUERDO DEL PASADO GLORIOSO DE ISRAEL.
Alzo mi voz a Dios gritando,
Alzo mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.
Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:
¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?
Y me digo: ¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.
Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar, ¡oh Dios!,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.
Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.
Rodaba el fragor de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.
Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:
mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?
Ant 2. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Cántico: ALEGRIA DE LOS HUMILDES EN DIOS 1S 2,1-10
Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.
No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quien pesa las acciones.
Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.
Él guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.
El Señor desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.
Ant 3. El Señor reina, la tierra goza.
Salmo 96 - EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS DIOSES.
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.
Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;
porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor reina, la tierra goza.
LECTURA BREVE Rm 8, 35. 37
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendigo al Señor en todo momento.
R. Bendigo al Señor en todo momento.
V. Su alabanza está siempre en mi boca.
R. En todo momento.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al Señor en todo momento.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de Samuel 21, 1-9; 22, 1-5
FUGA DE DAVID
En aquellos días, llegó David a Nob, donde estaba el sacerdote Ajimélec; vino Ajimélec temblando al encuentro de David y le preguntó:
«¿Por qué vienes solo y no hay nadie contigo?»
Respondió David al sacerdote Ajimélec:
«El rey me ha dado una orden y me ha dicho: "Que nadie sepa el asunto a que te mando y lo que te ordeno." A los muchachos los he citado en tal lugar. Así, pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes o lo que haya.»
Respondió el sacerdote a David:
«No tengo a mano pan ordinario, no hay más que pan consagrado; si es que tus hombres se han abstenido al menos del trato con mujer.»
Respondió David al sacerdote:
«Ciertamente que nos hemos abstenido de mujer, como siempre que salgo a campaña, y los cuerpos de los muchachos están puros; aunque es un viaje profano, cierto que hoy sus cuerpos están puros.»
Entonces el sacerdote le dio panes consagrados, porque no había allí otro pan sino el pan de la presencia, el retirado de delante del Señor para colocar pan reciente el día que tocaba retirarlo.
Estaba allí aquel día uno de los servidores de Saúl, detenido ante el Señor; se llamaba Doeg, edomita, jefe de los corredores de Saúl.
Dijo David a Ajimélec:
«¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Porque ni siquiera he cogido mi espada, ni mis armas, pues urgía la orden del rey.»
Respondió el sacerdote:
«Ahí está la espada de Goliat, el filisteo que mataste en el valle del Terebinto, envuelta en un paño detrás del efod; si la quieres, tómala; fuera de ésta, no hay otra.»
Dijo David:
«Ninguna mejor que ella. Dámela.»
David partió de allí y se refugió en la caverna de Adul-lam. Lo supieron sus hermanos y toda la casa de su padre, y bajaron allí, junto a él. Todo el que se encontraba en apuro, todos los que tenían acreedores y los desesperados se unieron a él, y fue jefe de ellos. Había con él unos cuatrocientos hombres.
De allí se fue David a Mispé de Moab, y dijo al rey de Moab:
«Permite que mi padre y mi madre se queden con vosotros hasta que yo sepa qué va a hacer Dios conmigo.»
Los dejó con el rey de Moab, y se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio.
El profeta Gad dijo a David:
«No te quedes en el refugio. Vete y penetra en las tierras de Judá.»
Partió, pues, David, y entró en el bosque de Jéret.
RESPONSORIO Rm 7, 6; Mc 2, 25. 26
R. Nos hemos desprendido de la ley, muriendo para aquello en que estábamos presos; * sirvamos a Dios en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra.
V. ¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre: cómo entró en la casa de Dios y comió de los panes de la proposición?
R. Sirvamos a Dios en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de Procopio de Gaza, obispo, sobre el libro de los Proverbios.
(Cap. 9: PG 87, 1, 1299-1303)
LA SABIDURÍA DE DIOS NOS MEZCLÓ SU VINO Y PUSO SU MESA
La Sabiduría se ha construido su casa. La Potencia personal de Dios Padre se preparó como casa propia todo el universo, en el que habita por su poder, y también lo preparó para aquel que fue creado a imagen y semejanza de Dios y que consta de una naturaleza en parte visible y en parte invisible.
Plantó siete columnas. Al hombre creado de nuevo en Cristo, para que crea en él y observe sus mandamientos, le ha dado los siete dones del Espíritu Santo; con ellos, estimulada la virtud por el conocimiento y recíprocamente manifestado el conocimiento por la virtud, el hombre espiritual llega a su plenitud, afianzado en la perfección de la fe por la participación de los bienes espirituales.
Y así, la natural nobleza del espíritu humano queda elevada por el don de fortaleza, que nos predispone a buscar con fervor y a desear los designios divinos, según los cuales ha sido hecho todo; por el don de consejo, que nos da discernimiento para distinguir entre los falsos y los verdaderos designios de Dios, increados e inmortales, y nos hace meditarlos y profesarlos de palabra al darnos la capacidad de percibirlos; y por el don de entendimiento, que nos ayuda a someternos de buen grado a los verdaderos designios de Dios y no a los falsos.
Ha mezclado el vino en la copa y ha puesto la mesa. Y en el hombre que hemos dicho, en el cual se hallan mezclados como en una copa lo espiritual y lo corporal, la Potencia personal de Dios juntó a la ciencia natural de las cosas el conocimiento de ella como creadora de todo; y este conocimiento es como un vino que embriaga con las cosas que atañen a Dios. De este modo, alimentando a las almas en la virtud por sí misma, que es el pan celestial, y embriagándolas y deleitándolas con su instrucción, dispone todo esto a manera de alimentos destinados al banquete espiritual, para todos los que desean participar del mismo.
Ha despachado a sus criados para que anuncien el banquete. Envió a los apóstoles, siervos de Dios, encargados de la proclamación evangélica, la cual, por proceder del Espíritu, es superior a la ley escrita y natural, e invita a todos a que acudan a aquel en el cual, como en una copa, por el misterio de la encarnación tuvo lugar una mezcla admirable de la naturaleza divina y humana, unidas en una sola persona, aunque sin confundirse entre sí. Y clama por boca de ellos: «El insensato, que venga a mí. El insensato, que piensa en su interior que no hay Dios, renunciando a su impiedad, acérquese a mí por la fe, y sepa que yo soy el Creador y Señor de todas las cosas.»
Y dice: Quiero hablar a los faltos de juicio: Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado. Y, tanto a los faltos de obras de fe como a los que tienen el deseo de una vida más perfecta, dice: «Venid, comed mi cuerpo, que es el pan que os alimenta y fortalece; bebed mi sangre, que es el vino de la doctrina celestial que os deleita y os diviniza; porque he mezclado de manera admirable mi sangre con la divinidad, para vuestra salvación.»
RESPONSORIO Pr 9, 1-2; Jn 6, 57
R. La Sabiduría se ha construido su casa, plantando siete columnas; * ha preparado el banquete, ha mezclado el vino y puesto la mesa.
V. «El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él», dice el Señor.
R. Ha preparado el banquete, ha mezclado el vino y puesto la mesa.
Del primer libro de Samuel 21, 1-9; 22, 1-5
FUGA DE DAVID
En aquellos días, llegó David a Nob, donde estaba el sacerdote Ajimélec; vino Ajimélec temblando al encuentro de David y le preguntó:
«¿Por qué vienes solo y no hay nadie contigo?»
Respondió David al sacerdote Ajimélec:
«El rey me ha dado una orden y me ha dicho: "Que nadie sepa el asunto a que te mando y lo que te ordeno." A los muchachos los he citado en tal lugar. Así, pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes o lo que haya.»
Respondió el sacerdote a David:
«No tengo a mano pan ordinario, no hay más que pan consagrado; si es que tus hombres se han abstenido al menos del trato con mujer.»
Respondió David al sacerdote:
«Ciertamente que nos hemos abstenido de mujer, como siempre que salgo a campaña, y los cuerpos de los muchachos están puros; aunque es un viaje profano, cierto que hoy sus cuerpos están puros.»
Entonces el sacerdote le dio panes consagrados, porque no había allí otro pan sino el pan de la presencia, el retirado de delante del Señor para colocar pan reciente el día que tocaba retirarlo.
Estaba allí aquel día uno de los servidores de Saúl, detenido ante el Señor; se llamaba Doeg, edomita, jefe de los corredores de Saúl.
Dijo David a Ajimélec:
«¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Porque ni siquiera he cogido mi espada, ni mis armas, pues urgía la orden del rey.»
Respondió el sacerdote:
«Ahí está la espada de Goliat, el filisteo que mataste en el valle del Terebinto, envuelta en un paño detrás del efod; si la quieres, tómala; fuera de ésta, no hay otra.»
Dijo David:
«Ninguna mejor que ella. Dámela.»
David partió de allí y se refugió en la caverna de Adul-lam. Lo supieron sus hermanos y toda la casa de su padre, y bajaron allí, junto a él. Todo el que se encontraba en apuro, todos los que tenían acreedores y los desesperados se unieron a él, y fue jefe de ellos. Había con él unos cuatrocientos hombres.
De allí se fue David a Mispé de Moab, y dijo al rey de Moab:
«Permite que mi padre y mi madre se queden con vosotros hasta que yo sepa qué va a hacer Dios conmigo.»
Los dejó con el rey de Moab, y se quedaron con él todo el tiempo que David estuvo en el refugio.
El profeta Gad dijo a David:
«No te quedes en el refugio. Vete y penetra en las tierras de Judá.»
Partió, pues, David, y entró en el bosque de Jéret.
RESPONSORIO Rm 7, 6; Mc 2, 25. 26
R. Nos hemos desprendido de la ley, muriendo para aquello en que estábamos presos; * sirvamos a Dios en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra.
V. ¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre: cómo entró en la casa de Dios y comió de los panes de la proposición?
R. Sirvamos a Dios en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de Procopio de Gaza, obispo, sobre el libro de los Proverbios.
(Cap. 9: PG 87, 1, 1299-1303)
LA SABIDURÍA DE DIOS NOS MEZCLÓ SU VINO Y PUSO SU MESA
La Sabiduría se ha construido su casa. La Potencia personal de Dios Padre se preparó como casa propia todo el universo, en el que habita por su poder, y también lo preparó para aquel que fue creado a imagen y semejanza de Dios y que consta de una naturaleza en parte visible y en parte invisible.
Plantó siete columnas. Al hombre creado de nuevo en Cristo, para que crea en él y observe sus mandamientos, le ha dado los siete dones del Espíritu Santo; con ellos, estimulada la virtud por el conocimiento y recíprocamente manifestado el conocimiento por la virtud, el hombre espiritual llega a su plenitud, afianzado en la perfección de la fe por la participación de los bienes espirituales.
Y así, la natural nobleza del espíritu humano queda elevada por el don de fortaleza, que nos predispone a buscar con fervor y a desear los designios divinos, según los cuales ha sido hecho todo; por el don de consejo, que nos da discernimiento para distinguir entre los falsos y los verdaderos designios de Dios, increados e inmortales, y nos hace meditarlos y profesarlos de palabra al darnos la capacidad de percibirlos; y por el don de entendimiento, que nos ayuda a someternos de buen grado a los verdaderos designios de Dios y no a los falsos.
Ha mezclado el vino en la copa y ha puesto la mesa. Y en el hombre que hemos dicho, en el cual se hallan mezclados como en una copa lo espiritual y lo corporal, la Potencia personal de Dios juntó a la ciencia natural de las cosas el conocimiento de ella como creadora de todo; y este conocimiento es como un vino que embriaga con las cosas que atañen a Dios. De este modo, alimentando a las almas en la virtud por sí misma, que es el pan celestial, y embriagándolas y deleitándolas con su instrucción, dispone todo esto a manera de alimentos destinados al banquete espiritual, para todos los que desean participar del mismo.
Ha despachado a sus criados para que anuncien el banquete. Envió a los apóstoles, siervos de Dios, encargados de la proclamación evangélica, la cual, por proceder del Espíritu, es superior a la ley escrita y natural, e invita a todos a que acudan a aquel en el cual, como en una copa, por el misterio de la encarnación tuvo lugar una mezcla admirable de la naturaleza divina y humana, unidas en una sola persona, aunque sin confundirse entre sí. Y clama por boca de ellos: «El insensato, que venga a mí. El insensato, que piensa en su interior que no hay Dios, renunciando a su impiedad, acérquese a mí por la fe, y sepa que yo soy el Creador y Señor de todas las cosas.»
Y dice: Quiero hablar a los faltos de juicio: Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado. Y, tanto a los faltos de obras de fe como a los que tienen el deseo de una vida más perfecta, dice: «Venid, comed mi cuerpo, que es el pan que os alimenta y fortalece; bebed mi sangre, que es el vino de la doctrina celestial que os deleita y os diviniza; porque he mezclado de manera admirable mi sangre con la divinidad, para vuestra salvación.»
RESPONSORIO Pr 9, 1-2; Jn 6, 57
R. La Sabiduría se ha construido su casa, plantando siete columnas; * ha preparado el banquete, ha mezclado el vino y puesto la mesa.
V. «El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él», dice el Señor.
R. Ha preparado el banquete, ha mezclado el vino y puesto la mesa.
Miércoles,
10 de julio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,1-7):
En aquel tiempo, Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.
PRECES
Oremos a nuestro Señor Jesucristo, que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y digámosle confiados:
Escúchanos, Señor.
Quédate con nosotros, Señor, durante todo el día:
que la luz de tu gracia no conozca nunca el anochecer en nuestras vidas.
Que el trabajo de este día sea como una oblación sin defecto,
y que sea agradable a tus ojos.
Que en todas nuestras palabras y acciones seamos hoy luz del mundo
y sal de la tierra para cuantos nos traten.
Que la gracia del Espíritu Santo habite en nuestros corazones y resplandezca en nuestras obras
para que así permanezcamos en tu amor y en tu alabanza.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al Padre que nos libre de todo mal:
Padre nuestro...
ORACION
Envía, Señor, a nuestros corazones la abundancia de tu luz, para que, avanzando siempre por el camino de tus mandatos, nos veamos libres de todo error. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Santa Verónica Giuliani, Virgen
10 de Julio
10 de Julio
Ursula Giuliani nació en Mercatello de Urbino, en 1660. En 1667,
la joven ingresó en el convento capuchino de Cita de Castello, en Umbría, donde
tomó el nombre de Verónica. Después de la profesión, aumentó todavía más su
devoción a la Pasión de Cristo; a raíz de una visión de Nuestro Señor con la
cruz a cuestas, Verónica empezó a sufrir de un agudo dolor en el costado. En
1693, tuvo otra visión en la que el Señor le dio a gustar el cáliz; Verónica lo
aceptó y, desde aquel momento, los estigmas de la Pasión comenzaron a grabarse
en su cuerpo y en su alma. Al año siguiente las marcas de la corona de espinas
aparecieron sobre su frente y las huellas de las cinco llagas se formaron en
sus miembros el Santo de 1697.
Durante 34 años desempeñó en su convento el cargo de maestra de
novicias. Once años antes de su muerte, fue elegida abadesa. Formaba a sus
novicias con el "Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas" del
P. Rodriguez. Al fin de su vida, Santa Verónica, que durante casi 50 años había
sufrido con admirable paciencia, resignación y aún gozo, se vio atacada de una
apoplejía. Murió el 9 de julio de 1727. Dejó escrito un relato de su vida y sus
experiencias místicas, que fue de gran utilidad en el proceso de beatificación.
Antes de su muerte, había dicho a su confesor que los instrumentos de la Pasión
del Señor estaban impresos en su corazón. Le dibujó su corazón, representando
estos instrumentos, pues decía que los sentía porque cambiaban de posición. Al
hacerle la autopsia, en la que estuvo presente el obispo, el alcalde y varios
cirujanos, se puso al descubierto una serie de objetos minúsculos, que
correspondían a los que la santa había dibujado.
San
Cristóbal, Mártir
10 de Julio
10 de Julio
Cristóbal significa "el que carga o portador de
Cristo". San Cristóbal, popularísimo gigantón que antaño podía verse con
su barba y su cayado en todas las puertas de las ciudades: era creencia común
que bastaba mirar su imagen para que el viajero se viese libre de todo peligro
durante aquel día. Hoy que se suele viajar en coche, los automovilistas
piadosos llevan una medalla de san Cristóbal junto al volante. ¿Quién era? Con
la historia en la mano poco puede decirse de él, como mucho que quizá un mártir
de Asia menor a quien ya se rendía culto en el Siglo V. Su nombre griego, «el
portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más
bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo pintan como un
hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso
que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él. Cristóbal
sirvió primero a un rey, aparente señor de la tierra, a quién Cristóbal vio
temblando un día cuando le mencionaron al demonio. Cristóbal entonces decidió
ponerse al servicio del diablo, verdadero príncipe de este mundo, y buscó a un
brujo que se lo presentará. Pero en el camino el brujo pasó junto a una Cruz, y
temblando la evitó. Cristóbal le pregunto entonces si él le temía a las cruces,
contestándole el brujo que no, que le temía a quién había muerto en la Cruz,
Jesucristo. Cristóbal le pregunto entonces si el demonio temía también a
Cristo, y el brujo le contestó que el diablo tiembla a la sola mención de una
Cruz donde murió él tal Jesucristo. ¿Quién podrá ser ese raro personaje tan
poderoso aun después de morir? Se lanza a los caminos en su busca y termina por
apostarse junto al vado de un río por donde pasan incontables viajeros a los
que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas monedas. Nadie le da razón
del hombre muerto en la cruz que aterroriza al Diablo. Hasta que un día cruza
la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se molesta en
preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río su peso se
hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la
orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al mismo Dios
que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba.
--¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo
entero?--Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero, pues soy
el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde
ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera
que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí. Cristóbal fue bautizado en
Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos. Allí fue
encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador Decio.
Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió dos
cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por
Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó
degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se
convirtieron a Cristo. San CristobalSan Cristóbal es un Santo muy popular, y
poetas modernos, como García Lorca y Antonio Machado, lo han cantado con
inspiradas estrofas. Su efigie, siempre colosal y gigantesca, decora muchísimas
catedrales, como la de Toledo, y nos inspira a todos protección y confianza.
Sus admiradores, para simbolizar su fortaleza, su amor a Cristo y la excelencia
de sus virtudes, le representaron de gran corpulencia, con Jesús sobre los hombros
y con un árbol lleno de hojas por báculo. Esto ha dado lugar a las leyendas con
que se ha oscurecido su vida. Se le considera patrono de los transportadores y
automovilistas.
Santa Felicidad y sus Siete Hijos
10 de Julio
10 de Julio
La más
antigua de las listas de fiestas romanas de mártires, conocida como el
“Depositio Martyrum” y que data de la época del Papa Liberio, es decir,
alrededor de mediados del siglo cuarto (Ruinart, Acta sincera, Ratisbon, pág.
631) menciona siete mártires cuya fiesta se celebraba el 10 de julio. Sus
restos habían sido depositados en cuatro catacumbas distintas: en tres
cementerios en la Vía Salaria y en uno en la Vía Apia. Dos de los mártires,
Félix y Felipe, descansaban en la catacumba de Priscila; Marcial, Vidal y
Alejandro, en el Coemeterium Jordanorum; Silvano en la catacumba de Máximo, y
Jenaro en la de Prætextatus. Junto al nombre de Silvano se añadió que su cuerpo
había sido robado por los Novacianos (hunc Silanum martyrem Novatiani furati
sunt). En las Actas de estos mártires, que realmente existieron en el siglo
sexto porque Gregorio Magno se refiere a ellos en su “Homiliae super Evangelia”
(Lib. I, hom. iii, en P.L., LXXVI, 1087), se indica que los siete fueron hijos
de Felicidad, una dama noble romana. De acuerdo a estas Actas, Felicidad y sus
siete hijos fueron puestos en prisión a causa de su Fe Cristiana, a instigación
de sacerdotes paganos, durante el reinado del Emperador Antonino. Ante el
prefecto Publio adhirieron firmemente a su religión y fueron entregados a
cuatro jueces que los condenaron a diversas formas de muerte. La división de
los mártires entre cuatro jueces se corresponde con los cuatro lugares de su
entierro. La misma Santa Felicidad fue enterrada en la catacumba de Máximo en
la Vía Salaria, al lado de Silvano.
Ruinart juzgó que estas Actas eran genuinas (ob. cit., 72-74) e incluso distinguidos arqueólogos modernos han considerado, si bien su forma actual no coincide totalmente con el original, que están esencialmente basados en archivos genuinos contemporáneos. Investigaciones recientes de Führer, sin embargo, (ver abajo) han demostrado que esta opinión tiene poco sustento.
La recensión más antigua de estas Actas, editada por Ruinart, no es anterior al siglo sexto y parece estar basada en un original que no es romano sino griego. Además, aparte de la forma actual de estas Actas, se han cuestionado varios detalles. Si Felicidad fue realmente la madre de los siete mártires recordados el 10 de julio, es extraño que su nombre no aparezca en el conocido calendario romano del siglo cuarto. Su fiesta se menciona por primera vez en el “Martyrologium Hieronymianum”, pero en un día distinto (23 Nov). Sin embargo, es históricamente cierto que tanto ella como los siete mártires mencionados como sus hijos en las Actas sufrieron por la Fe Cristiana. Desde muy antiguo, su fiesta se celebró solemnemente en la Iglesia Romana el 23 de noviembre, porque ese día Gregorio Magno pronunció una homilía en la basílica que erigida sobre su tumba. Su cuerpo, descansó después en la catacumba de Máximo. Todos los itinerarios romanos o guías a los lugares de entierro de los mártires ubican el suyo en ese cementerio en la Vía Salaria, especificando que su tumba estaba en una iglesia sobre esa catacumba (De Rossi, Roma sotterranea, I, 176-77), y que el cuerpo de su hijo Silvano también estaba allí. La cripta donde se enterró a Felicidad fue más tarde ampliada en una capilla subterránea y redescubierta en 1885. Todavía es visible un fresco del siglo diecisiete en la pared posterior de esta capilla, representando en un grupo a Felicidad y a sus siete hijos, y encima la figura de Cristo concediéndoles la corona eterna.
Ciertas referencias históricas a Santa Felicidad y sus hijos son anteriores a las Actas mencionadas, como por ejemplo un sermón de San Pedro Crisólogo del siglo quinto (Sermo cxxxiv, en P.L., LII, 565) y un epitafio métrico escrito por el Papa Dámaso (m. 384) o compuesto poco después de la época en que vivió y sugerido por su poema en alabanza a la mártir: Discite quid meriti præstet pro rege feriri; Femina non timuit gladium, cum natis obivit, Confessa Christum meruit per sæcula nomen (Aprendan cuan meritorio es morir por el Rey (Cristo). Esta mujer no temió la espada y pereció con sus hijos. Confesó a Cristo y mereció fama eterna. –Ihm, Damasi Epigrammata (Leipzig, 1895), pág. 45) Tenemos por lo tanto la confirmación de una antigua tradición romana, independientemente de las Actas, a los efectos de que la Felicidad que descansaba en la catacumba de Máximo y cuya fiesta conmemoraba la Iglesia Romana el 23 de noviembre sufrió martirio con sus hijos. No hay constancia, sin embargo, de ningún detalle relativo a estos hijos. Puede notarse que la tumba de San Silvano, uno de los siete mártires (10 de julio), estaba junto a la de Santa Felicidad y fue igualmente honrada; es muy posible, por lo tanto, que la tradición haya identificado a los hijos de Santa Felicidad con los siete mártires y que esto haya sido la base de las Actas existentes. La tumba de San Jenaro en la catacumba de Prætextatus es de fines del siglo dos, período en el cual deben haber tenido lugar los martirios, probablemente bajo Marco Aurelio. Si Santa Felicidad no sufrió martirio en la misma ocasión, no tenemos forma de determinar la fecha de su muerte. En un antiguo edificio romano cerca de las ruinas de los Baños de Tito existió a principios de la Edad Media una capilla en honor a Santa Felicidad. Una pintura descolorida en esta capilla la representa con sus hijos tal como en el fresco de su cripta mencionado anteriormente.
Ruinart juzgó que estas Actas eran genuinas (ob. cit., 72-74) e incluso distinguidos arqueólogos modernos han considerado, si bien su forma actual no coincide totalmente con el original, que están esencialmente basados en archivos genuinos contemporáneos. Investigaciones recientes de Führer, sin embargo, (ver abajo) han demostrado que esta opinión tiene poco sustento.
La recensión más antigua de estas Actas, editada por Ruinart, no es anterior al siglo sexto y parece estar basada en un original que no es romano sino griego. Además, aparte de la forma actual de estas Actas, se han cuestionado varios detalles. Si Felicidad fue realmente la madre de los siete mártires recordados el 10 de julio, es extraño que su nombre no aparezca en el conocido calendario romano del siglo cuarto. Su fiesta se menciona por primera vez en el “Martyrologium Hieronymianum”, pero en un día distinto (23 Nov). Sin embargo, es históricamente cierto que tanto ella como los siete mártires mencionados como sus hijos en las Actas sufrieron por la Fe Cristiana. Desde muy antiguo, su fiesta se celebró solemnemente en la Iglesia Romana el 23 de noviembre, porque ese día Gregorio Magno pronunció una homilía en la basílica que erigida sobre su tumba. Su cuerpo, descansó después en la catacumba de Máximo. Todos los itinerarios romanos o guías a los lugares de entierro de los mártires ubican el suyo en ese cementerio en la Vía Salaria, especificando que su tumba estaba en una iglesia sobre esa catacumba (De Rossi, Roma sotterranea, I, 176-77), y que el cuerpo de su hijo Silvano también estaba allí. La cripta donde se enterró a Felicidad fue más tarde ampliada en una capilla subterránea y redescubierta en 1885. Todavía es visible un fresco del siglo diecisiete en la pared posterior de esta capilla, representando en un grupo a Felicidad y a sus siete hijos, y encima la figura de Cristo concediéndoles la corona eterna.
Ciertas referencias históricas a Santa Felicidad y sus hijos son anteriores a las Actas mencionadas, como por ejemplo un sermón de San Pedro Crisólogo del siglo quinto (Sermo cxxxiv, en P.L., LII, 565) y un epitafio métrico escrito por el Papa Dámaso (m. 384) o compuesto poco después de la época en que vivió y sugerido por su poema en alabanza a la mártir: Discite quid meriti præstet pro rege feriri; Femina non timuit gladium, cum natis obivit, Confessa Christum meruit per sæcula nomen (Aprendan cuan meritorio es morir por el Rey (Cristo). Esta mujer no temió la espada y pereció con sus hijos. Confesó a Cristo y mereció fama eterna. –Ihm, Damasi Epigrammata (Leipzig, 1895), pág. 45) Tenemos por lo tanto la confirmación de una antigua tradición romana, independientemente de las Actas, a los efectos de que la Felicidad que descansaba en la catacumba de Máximo y cuya fiesta conmemoraba la Iglesia Romana el 23 de noviembre sufrió martirio con sus hijos. No hay constancia, sin embargo, de ningún detalle relativo a estos hijos. Puede notarse que la tumba de San Silvano, uno de los siete mártires (10 de julio), estaba junto a la de Santa Felicidad y fue igualmente honrada; es muy posible, por lo tanto, que la tradición haya identificado a los hijos de Santa Felicidad con los siete mártires y que esto haya sido la base de las Actas existentes. La tumba de San Jenaro en la catacumba de Prætextatus es de fines del siglo dos, período en el cual deben haber tenido lugar los martirios, probablemente bajo Marco Aurelio. Si Santa Felicidad no sufrió martirio en la misma ocasión, no tenemos forma de determinar la fecha de su muerte. En un antiguo edificio romano cerca de las ruinas de los Baños de Tito existió a principios de la Edad Media una capilla en honor a Santa Felicidad. Una pintura descolorida en esta capilla la representa con sus hijos tal como en el fresco de su cripta mencionado anteriormente.