Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
MARTES DE LA SEMANA XVI
De la Feria. Salterio IV
MARTES DE LA SEMANA XVI
De la Feria. Salterio IV
23 de julio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Al Señor, al Dios grande, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: ESTÁTE, SEÑOR, CONMIGO.
Estáte, Señor, conmigo
siempre, sin jamás partirte,
y cuando decidas irte,
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás
me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo,
de si tú sin mí te vas.
Llévame, en tu compañía
donde tu vayas, Jesús,
porque bien sé que eres tú
la vida del alma mía;
si tú vida no me das
yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo,
ni si tú sin mí te vas.
Por eso, más que a la muerte
temo, Señor, tu partida,
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tú das,
sé que alcanzarla no puedo,
cuando yo sin ti me quedo,
cuando tú sin mí te vas. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto.
Salmo 100 - PROPÓSITO DE UN PRÍNCIPE JUSTO
Voy a cantar la bondad y la justicia,
para ti es mi música, Señor;
voy a explicar el camino perfecto:
¿Cuándo vendrás a mí?
Andaré con rectitud de corazón
dentro de mi casa;
no pondré mis ojos
en intenciones viles.
Aborrezco al que obra mal,
no se juntará conmigo;
lejos de mí el corazón torcido,
no aprobaré al malvado.
Al que en secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
ojos engreídos, corazones arrogantes
no los soportaré.
Pongo mis ojos en los que son leales,
ellos vivirán conmigo;
el que sigue un camino perfecto,
ése me servirá.
No habitará en mi casa
quien comete fraudes;
el que dice mentiras
no durará en mi presencia.
Cada mañana haré callar
a los hombres malvados,
para excluir de la ciudad del Señor
a todos los malhechores.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto.
Ant 2. No nos desampares, Señor, para siempre.
Cántico: ORACIÓN DE AZARÍAS EN EL HORNO Dn 3, 26-27. 29. 34-41
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres,
digno de alabanza y glorioso es tu nombre.
Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros
y todas tus obras son verdad,
y rectos tus caminos,
y justos todos tus juicios.
Hemos pecado y cometido iniquidad
apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido.
Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abraham, tu amigo,
por Isaac, tu siervo,
por Israel, tu consagrado,
a quienes prometiste
multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito,
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados;
que éste sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. No nos desampares, Señor, para siempre.
Ant 3. Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.
Salmo 143, 1-10 - ORACIÓN POR LA VICTORIA Y POR LA PAZ
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;
mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende,
toca los montes, y echarán humo,
fulmina el rayo y dispérsalos,
dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.
LECTURA BREVE Is 55, 1
Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar: vino y leche de balde.
RESPONSORIO BREVE
V. Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
R. Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
V. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
R. Espero en tu palabra.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de Samuel 24, 1-4. 10-18. 24b-25
CENSO DEL PUEBLO Y EDIFICACIÓN DEL ALTAR
En aquellos días, se encendió de nuevo la ira del Señor contra los israelitas, e incitó a David contra ellos, diciendo:
«Anda, haz el censo de Israel y de Judá.»
El rey dijo a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él:
«Recorre todas las tribus de Israel desde Dan hasta Berseba y haz el censo para que yo sepa la cifra de la población.»
Joab respondió al rey:
«Que el Señor tu Dios multiplique el pueblo cien veces más de lo que es, y que los ojos de mi señor el rey lo vean. Mas ¿para qué quiere esto mi señor el rey?»
Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab y los jefes del ejército, y salió Joab con los jefes del ejército de la presencia del rey para hacer el censo del pueblo de Israel. Después de haber hecho el censo del pueblo, le remordió a David el corazón y dijo David al Señor:
«He cometido un gran pecado. Pero ahora, Señor, perdona, te ruego, la falta de tu siervo, pues he sido muy necio.»
Cuando David se levantó por la mañana, había sido dirigida la palabra del Señor al profeta Gad, vidente de David, en estos términos:
«Anda y di a David: "Así dice el Señor: Tres cosas te propongo; elige una de ellas y la llevaré a cabo."»
Llegó Gad a la presencia de David y le anunció:
«¿Qué quieres que te venga, tres años de gran hambre en tu país, tres meses de derrotas ante tus enemigos y que te persigan, o tres días de peste en tu tierra? Ahora piensa y mira qué debo responder al que me envía.»
David respondió a Gad:
«Estoy en grande angustia. Pero caigamos en manos del Señor que es grande en misericordia. No caiga yo en manos de los hombres.»
Y David eligió la peste. Eran los días de la recolección del trigo. Dios envió la peste a Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado y murieron setenta mil hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba. El ángel extendió la mano hacia Jerusalén para destruirla, pero el Señor se arrepintió del estrago y dijo al ángel que exterminaba al pueblo:
« ¡Basta ya! Retira tu mano.»
El ángel del Señor estaba entonces junto a la era de Arauná, el yebuseo. Cuando David vio al ángel que hería al pueblo, dijo al Señor:
«Yo fui quien pequé, yo quien cometí el mal, pero estas ovejas ¿qué han hecho? Caiga, te suplico, tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre.»
Vino Gad aquel día hacia David y le dijo:
«Sube y levanta un altar al Señor en la era de Arauná, el yebuseo.»
Y David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata. Levantó allí David un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces el Señor atendió a las súplicas en favor del país, y la peste se apartó de Israel.
RESPONSORIO Cf. Jdt 9, 18; 1Cro 21, 15; 2S 24, 17
R. Acuérdate, Señor, de tu alianza y di al ángel exterminador: «Detén ya tu mano, * para que no sea devastada la tierra y no acabes con todos los vivientes.»
V. Yo fui quien pequé, yo quien cometí el mal, pero estas ovejas ¿qué han hecho? Te suplico, Señor, que apartes de tu pueblo tu ira.
R. Para que no sea devastada la tierra y no acabes con todos los vivientes.
SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Magnesios.
(Cap. 10, 1--15: Funk 1, 199-203)
TENÉIS A CRISTO EN VOSOTROS
No permita Dios que permanezcamos insensibles ante la bondad de Cristo. Si él imitara nuestro modo ordinario de actuar, ya podríamos darnos por perdidos. Así pues, ya que nos hemos hecho discípulos suyos, aprendamos a vivir conforme al cristianismo. Pues el que se acoge a otro nombre distinto del suyo no es de Dios. Arrojad, pues, de vosotros la mala levadura, vieja ya y agriada, y transformaos en la nueva, que es Jesucristo. Impregnaos de la sal de Cristo, a fin de que nadie se corrompa entre vosotros, pues por vuestro olor seréis calificados.
Todo eso, queridos hermanos, no os lo escribo porque haya sabido que hay entre vosotros quienes se comporten mal, sino que, como el menor de entre vosotros, quiero montar guardia en favor vuestro, para que no piquéis en el anzuelo de la vana especulación, sino que tengáis plena certidumbre del nacimiento, pasión y resurrección del Señor, acontecida bajo el gobierno de Poncio Pilato, cosas todas cumplidas verdadera e indudablemente por Jesucristo, esperanza nuestra, de la que no permita Dios que ninguno de vosotros se aparte.
¡Ojalá se me concediera gozar de vosotros en todo, si yo fuera digno de ello! Porque si es cierto que estoy encadenado, sin embargo, no puedo compararme con uno solo de vosotros, que estáis sueltos. Sé que no os hincháis con mi alabanza, pues tenéis dentro de vosotros a Jesucristo. Y más bien sé que, cuando os alabo, os avergonzáis, como está escrito: Lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a sí mismo. Poned, pues, todo vuestro empeño en afianzaros en la doctrina del Señor y de los apóstoles, a fin de que todo cuanto hiciereis os resulte prósperamente, así en la carne como en el espíritu, en la fe y en la caridad, en el Hijo, en el Padre y en el Espíritu Santo, en el principio y en el fin, unidos a vuestro dignísimo obispo, a la espiritual corona tan dignamente formada por vuestro colegio de ancianos, y a vuestros diáconos, tan gratos a Dios. Someteos a vuestro obispo, y también mutuamente unos a otros, así como Jesucristo está sometido, según la carne, a su Padre, y los apóstoles a Cristo y al Padre y al Espíritu, a fin de que entre vosotros haya unidad tanto corporal como espiritual.
Como sé que estáis llenos de Dios, sólo brevemente os he exhortado. Acordaos de mí en vuestras oraciones, para que logre alcanzar a Dios, y acordaos también de la Iglesia de Siria, de la que no soy digno de llamarme miembro. Necesito de vuestras plegarias a Dios y de vuestra caridad, para que la Iglesia de Siria sea refrigerada con el rocío divino, por medio de vuestra Iglesia.
Os saludan los efesios desde Esmirna, de donde os escribo, los cuales están aquí presentes para gloria de Dios y que, juntamente con Policarpo, obispo de Esmirna, han procurado atenderme y darme gusto en todo. Igualmente os saludan todas las demás Iglesias en honor de Jesucristo. Os envío mi despedida, a vosotros que vivís unidos a Dios y que estáis en posesión de un espíritu inseparable, que es Jesucristo.
RESPONSORIO Ef 3, 16. 17. 19; Col 2, 6-7
R. Dios os conceda que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; * y que estéis bien arraigados y fundamentados en el amor, para que seáis colmados hasta poseer toda la plenitud de Dios.
V. Vivid según Cristo Jesús, enraizados y cimentados en él y apoyados en la fe.
R. Y que estéis bien arraigados y fundamentados en el amor, para que seáis colmados hasta poseer toda la plenitud de Dios.
Del segundo libro de Samuel 24, 1-4. 10-18. 24b-25
CENSO DEL PUEBLO Y EDIFICACIÓN DEL ALTAR
En aquellos días, se encendió de nuevo la ira del Señor contra los israelitas, e incitó a David contra ellos, diciendo:
«Anda, haz el censo de Israel y de Judá.»
El rey dijo a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él:
«Recorre todas las tribus de Israel desde Dan hasta Berseba y haz el censo para que yo sepa la cifra de la población.»
Joab respondió al rey:
«Que el Señor tu Dios multiplique el pueblo cien veces más de lo que es, y que los ojos de mi señor el rey lo vean. Mas ¿para qué quiere esto mi señor el rey?»
Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab y los jefes del ejército, y salió Joab con los jefes del ejército de la presencia del rey para hacer el censo del pueblo de Israel. Después de haber hecho el censo del pueblo, le remordió a David el corazón y dijo David al Señor:
«He cometido un gran pecado. Pero ahora, Señor, perdona, te ruego, la falta de tu siervo, pues he sido muy necio.»
Cuando David se levantó por la mañana, había sido dirigida la palabra del Señor al profeta Gad, vidente de David, en estos términos:
«Anda y di a David: "Así dice el Señor: Tres cosas te propongo; elige una de ellas y la llevaré a cabo."»
Llegó Gad a la presencia de David y le anunció:
«¿Qué quieres que te venga, tres años de gran hambre en tu país, tres meses de derrotas ante tus enemigos y que te persigan, o tres días de peste en tu tierra? Ahora piensa y mira qué debo responder al que me envía.»
David respondió a Gad:
«Estoy en grande angustia. Pero caigamos en manos del Señor que es grande en misericordia. No caiga yo en manos de los hombres.»
Y David eligió la peste. Eran los días de la recolección del trigo. Dios envió la peste a Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado y murieron setenta mil hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba. El ángel extendió la mano hacia Jerusalén para destruirla, pero el Señor se arrepintió del estrago y dijo al ángel que exterminaba al pueblo:
« ¡Basta ya! Retira tu mano.»
El ángel del Señor estaba entonces junto a la era de Arauná, el yebuseo. Cuando David vio al ángel que hería al pueblo, dijo al Señor:
«Yo fui quien pequé, yo quien cometí el mal, pero estas ovejas ¿qué han hecho? Caiga, te suplico, tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre.»
Vino Gad aquel día hacia David y le dijo:
«Sube y levanta un altar al Señor en la era de Arauná, el yebuseo.»
Y David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata. Levantó allí David un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces el Señor atendió a las súplicas en favor del país, y la peste se apartó de Israel.
RESPONSORIO Cf. Jdt 9, 18; 1Cro 21, 15; 2S 24, 17
R. Acuérdate, Señor, de tu alianza y di al ángel exterminador: «Detén ya tu mano, * para que no sea devastada la tierra y no acabes con todos los vivientes.»
V. Yo fui quien pequé, yo quien cometí el mal, pero estas ovejas ¿qué han hecho? Te suplico, Señor, que apartes de tu pueblo tu ira.
R. Para que no sea devastada la tierra y no acabes con todos los vivientes.
SEGUNDA LECTURA
De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Magnesios.
(Cap. 10, 1--15: Funk 1, 199-203)
TENÉIS A CRISTO EN VOSOTROS
No permita Dios que permanezcamos insensibles ante la bondad de Cristo. Si él imitara nuestro modo ordinario de actuar, ya podríamos darnos por perdidos. Así pues, ya que nos hemos hecho discípulos suyos, aprendamos a vivir conforme al cristianismo. Pues el que se acoge a otro nombre distinto del suyo no es de Dios. Arrojad, pues, de vosotros la mala levadura, vieja ya y agriada, y transformaos en la nueva, que es Jesucristo. Impregnaos de la sal de Cristo, a fin de que nadie se corrompa entre vosotros, pues por vuestro olor seréis calificados.
Todo eso, queridos hermanos, no os lo escribo porque haya sabido que hay entre vosotros quienes se comporten mal, sino que, como el menor de entre vosotros, quiero montar guardia en favor vuestro, para que no piquéis en el anzuelo de la vana especulación, sino que tengáis plena certidumbre del nacimiento, pasión y resurrección del Señor, acontecida bajo el gobierno de Poncio Pilato, cosas todas cumplidas verdadera e indudablemente por Jesucristo, esperanza nuestra, de la que no permita Dios que ninguno de vosotros se aparte.
¡Ojalá se me concediera gozar de vosotros en todo, si yo fuera digno de ello! Porque si es cierto que estoy encadenado, sin embargo, no puedo compararme con uno solo de vosotros, que estáis sueltos. Sé que no os hincháis con mi alabanza, pues tenéis dentro de vosotros a Jesucristo. Y más bien sé que, cuando os alabo, os avergonzáis, como está escrito: Lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a sí mismo. Poned, pues, todo vuestro empeño en afianzaros en la doctrina del Señor y de los apóstoles, a fin de que todo cuanto hiciereis os resulte prósperamente, así en la carne como en el espíritu, en la fe y en la caridad, en el Hijo, en el Padre y en el Espíritu Santo, en el principio y en el fin, unidos a vuestro dignísimo obispo, a la espiritual corona tan dignamente formada por vuestro colegio de ancianos, y a vuestros diáconos, tan gratos a Dios. Someteos a vuestro obispo, y también mutuamente unos a otros, así como Jesucristo está sometido, según la carne, a su Padre, y los apóstoles a Cristo y al Padre y al Espíritu, a fin de que entre vosotros haya unidad tanto corporal como espiritual.
Como sé que estáis llenos de Dios, sólo brevemente os he exhortado. Acordaos de mí en vuestras oraciones, para que logre alcanzar a Dios, y acordaos también de la Iglesia de Siria, de la que no soy digno de llamarme miembro. Necesito de vuestras plegarias a Dios y de vuestra caridad, para que la Iglesia de Siria sea refrigerada con el rocío divino, por medio de vuestra Iglesia.
Os saludan los efesios desde Esmirna, de donde os escribo, los cuales están aquí presentes para gloria de Dios y que, juntamente con Policarpo, obispo de Esmirna, han procurado atenderme y darme gusto en todo. Igualmente os saludan todas las demás Iglesias en honor de Jesucristo. Os envío mi despedida, a vosotros que vivís unidos a Dios y que estáis en posesión de un espíritu inseparable, que es Jesucristo.
RESPONSORIO Ef 3, 16. 17. 19; Col 2, 6-7
R. Dios os conceda que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; * y que estéis bien arraigados y fundamentados en el amor, para que seáis colmados hasta poseer toda la plenitud de Dios.
V. Vivid según Cristo Jesús, enraizados y cimentados en él y apoyados en la fe.
R. Y que estéis bien arraigados y fundamentados en el amor, para que seáis colmados hasta poseer toda la plenitud de Dios.
Martes, 23
de julio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,46-50):
En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él.
Uno se lo avisó: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo.»
Pero él contestó al que le avisaba: « ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»
Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él.
Uno se lo avisó: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo.»
Pero él contestó al que le avisaba: « ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»
Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. De la mano de nuestros enemigos, líbranos, Señor.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. De la mano de nuestros enemigos, líbranos, Señor.
PRECES
Dios nos otorga el gozo de poder alabarlo en este comienzo del día, reavivando con ello nuestra esperanza. Invoquémosle, pues, diciendo:
Por el honor de tu nombre, escúchanos, Señor.
Dios y Padre de nuestro Salvador Jesucristo,
te damos gracias porque, por mediación de tu Hijo, nos has dado el conocimiento y la inmortalidad.
Danos, Señor, un corazón humilde
para que vivamos sujetos unos a otros en el temor de Cristo.
Infunde tu Espíritu en nosotros, tus siervos,
para que nuestro amor fraterno sea sin fingimiento.
Tú que has dispuesto que el hombre dominara el mundo con su esfuerzo,
haz que nuestro trabajo te glorifique y santifique a nuestros hermanos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Ya que Dios nos muestra siempre su amor de Padre, velando amorosamente por nosotros, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Aumenta, Señor, nuestra fe, para que esta alabanza que brota de nuestro corazón vaya siempre acompañada de frutos de vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Santa
Brígida, Religiosa (1303-1373)
23 de Julio
23 de Julio
Dios quiera enviar a su Iglesia muchas Brígidas,
que con sus oraciones y sus buenos ejemplos y palabras logren enfervorizar por
Cristo a muchas personas más.
Cristo murió por mí. ¿Y yo, qué haré por Él?
Brígida significa: Fuerte y brillante.
Esta santa mujer tuvo la dicha de nacer en una
familia que tenía como herencia de sus antepasados una gran religiosidad. Sus
abuelos y bisabuelos fueron en peregrinación hasta Jerusalén y sus padres se
confesaban y comulgaban todos los viernes, y como eran de la familia de los
gobernantes de Suecia, y tenían muchas posesiones, empleaban sus riquezas en
construir iglesias y conventos y en ayudar a cuanto pobre encontraban. Su padre
era gobernador de la principal provincia de Suecia.
Brígida nació en Upsala (Suecia), en 1303.
De niña su mayor gusto era oír a la mamá leer las
vidas de los Santos.
Cuando apenas tenía seis años ya tuvo su primera
revelación. Se le apareció la Sma. Virgen a invitarla a llevar una vida santa,
totalmente del agrado de Dios. En adelante las apariciones celestiales serán
frecuentísimas en su vida, hasta tal punto que ella llegó a creer que se
trataba de alucinaciones o falsas imaginaciones. Pero consultó con el sacerdote
más sabio y famoso de Suecia, y él, después de estudiar detenidamente su caso,
le dijo que podía seguir creyendo en esto, pues eran mensajes celestiales.
Cuando tenía 13 años asistió a un sermón de
cuaresma, predicado por un famoso misionero. Y este santo sacerdote habló tan
emocionantemente acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo, que Brígida quedó
totalmente entusiasmada por nuestro Redentor. En adelante su devoción preferida
será la de Jesucristo Crucificado.
Un día rezando con todo fervor delante de un
crucifijo muy chorreante de sangre, le dijo a Nuestro Señor: - ¿Quién te puso
así? - y oyó que Cristo le decía: "Los que desprecian mi amor".
"Los que no le dan importancia al amor que yo les he tenido". Desde
ese día se propuso hacer que todos los que trataran con ella amaran más a
Jesucristo. Su padre la casó con Ulf, hijo de otro gobernante. Tuvieron un
matrimonio feliz que duró 28 años. Sus hijos fueron 8, cuatro varones y cuatro
mujeres. Una de sus hijas fue Santa Catalina de Suecia. Un hijo fue religioso.
Otros dos se portaron muy bien, y Carlos fue un pícaro que la hizo sufrir toda
la vida. Sólo a la hora en que él se iba a morir logró la santa con sus
oraciones que él se arrepintiera y pidiera perdón de sus pecados a Dios. Dos de
sus hijas se hicieron religiosas, y otra fue "la oveja negra de la
familia", que con sus aventuras nada santas martirizó a la buena mamá. Fue
pues una familia como muchas otras: con gente muy buena y gente que hace
sufrir.
Brígida era la dama principal de las que
colaboraban con el rey y la reina de Suecia. Pero en el palacio se dio cuenta
de que se gastaba mucho dinero en lujos y comilonas y se explotaba al pueblo.
Quiso llamar la atención a los reyes, pero estos no le hicieron caso. Entonces
pidió permiso y se fue con su esposo en peregrinación a Santiago de Compostela
en España. En el viaje enfermó Ulf gravemente. Brígida oró por él y en un sueño
se le apareció San Diosnisio a decirle que se le concedía la curación, con tal
de que se dedicara a una vida santa. El marido curó y entró de religioso
cisterciense y unos años después murió santamente en el convento.
En una visión oyó que Jesús Crucificado le decía:
"Yo en la vida sufrí pobreza, y tú tienes demasiados lujos y
comodidades". Desde ese día Brígida dejó todos sus vestidos elegantes y
empezó a vestir como la gente pobre. Ya nunca más durmió en camas muy cómodas,
sino siempre sobre duras tablas. Y fue repartiendo todos los bienes entre los
pobres de manera que ella llegó a ser también muy pobre.
Con su hija Santa Catalina de Suecia se fue a Roma
y en esa ciudad permaneció 14 años, dedicada a la oración, a visitar y ayudar
enfermos, a visitar como peregrina orante muchos santuarios, y a dictar sus
revelaciones que están contenidas en ocho tomos (Sufrió muy fuertes tentaciones
de orgullo y sensualidad). Desde Roma escribió a muchas autoridades civiles y
eclesiásticas y al mismo Sumo Pontífice (que en ese tiempo vivía en Avignon,
Francia) corrigiendo muchos errores y repartiendo consejos sumamente
provechosos. Sus avisos sirvieron enormemente para mejorar las costumbres y
disminuir los vicios.
Por inspiración del cielo fundó la Comunidad de San
Salvador. El principal convento estaba en la capital de Suecia y tenía 60
monjas. Ese convento se convirtió en el centro literario más importante de su
nación en esos tiempos. Con el tiempo llegó a tener 70 conventos de monjas en
toda Europa.
Se fue a visitar los santos lugares donde vivió,
predicó y murió Nuestro Señor Jesucristo, y allá recibió continuas revelaciones
acerca de cómo fue la vida de Jesús. Las escribió en uno de los tomos de sus
revelaciones, y son muy interesantes. En Tierra Santa parecía vivir en éxtasis
todos los días.
Al volver de Jerusalén se sintió muy débil y el 23
de juilio de 1373, a la edad de 70 años murió en Roma con gran fama de
santidad. A los 18 años de haber muerto, fue declarada santa por el Sumo
Pontífice. Sus revelaciones eran tan estimadas en su tiempo, que los sacerdotes
las leían a los fieles en las misas.
San Apolinar, Obispo de Ravena,
Mártir
23 de Julio
23 de Julio
San Apolinar fue el primer obispo de Ravena y él único
mártir de dicha ciudad cuyo nombre se conoce. Según las actas de su martirio,
Apolinar nació en Antioquía, donde fue discípulo de San Pedro, quien luego lo
nombró obispo de Ravena. El santo además fue uno de los mártires más famosos en
la Iglesia primitiva, y la gran veneración que se le profesaba es el mejor
testimonio de su santidad y espíritu apostólico.
Debido a las muchas conversiones que logró en su ciudad natal, el
santo fue desterrado por las autoridades; entonces San Apolinar fue a predicar
a Bolonia, pero de nuevo tuvo que partir al exilio y durante la travesía,
naufragó en las costas de Dalmacia, donde fue maltratado por predicar el
Evangelio. Apolinar volvió tres veces a su sede, y otras tantas fue capturado,
torturado y desterrado nuevamente. Vaspaciano publicó un decreto por el que
condenaba al destierro a todos los cristianos; San Apolinar consiguió
esconderse algún tiempo, pero fue descubierto por el pueblo quien lo golpeó
hasta dejarlo muerto. San Pedro Crisólogo, el más ilustre de los sucesores del
santo, lo calificó de mártir, y añadió que Dios preservó la vida de Apolinar durante
largo tiempo para bien de su iglesia, y no permitió que los perseguidores le
quitasen la vida.