Viernes, 14 de septiembre de 2018
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Lo
que me dice: El Evangelio de: (Juan
3,13-17). (Lo mismo que
Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
hombre) *Me llegan a la mente el verbo “Hacer y el verbo Entregar” A
Moisés Dios le pidió que hiciera una serpiente de bronce, para que el pueblo
vea que es lo que le hace daño. También el Señor me invita a ver esa serpiente
de bronce y así podré ver, descubrir cuáles son esos pecados que me hacen tanto
daño. El segundo verbo Dios entrega a su hijo. Esta entrega es tan profunda
para mí que místicamente puedo contemplar el amor en el corazón de Dios. (Si un
padre tiene que entregar un hijo a un grupo de fieras, para salvar su familia,
este padre no lo va a entregar, él lo va a tirar, lo va a lanzar, porque su
corazón no tiene la fuerza suficiente del desprendimiento como para entregarlo
a su hijo) Dios entrego a su hijo, no lo lanzó, ni lo tiro, lo entrego a las
fieras para que hicieran de él lo que mejor le pareciera y fue tanta la rabia
contra este hijo, que lo último para saciar toda su ira, decidieron clavarlo en
una cruz, fue ese su gran castigo, y fue ese su mayor error, porque a donde se sacio
toda su ira, donde llegaron a su punto más alto y allá donde sacaron a reducir
todo su odio, donde termino de parir la soberbia, donde ellos llegaron a su fin,
cuando lo clavaron en esa cruz. Fue ahí el punto de inicio de la misericordia,
fue en ese instante donde: “Tanto amó Dios al mundo
que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él,
sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”*.