PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 3, 1-15
REPROCHES A JERUSALÉN
Mirad que el Señor de los ejércitos aparta de Jerusalén y de Judá todo apoyo y sostén: todo sustento de pan, todo sustento de agua, capitán y soldado, juez y profeta, adivino y anciano, alférez y notable, consejero y artesano, y experto en encantamientos.
Nombraré jefes a muchachos, los gobernarán mozalbetes, se atacará la gente, unos a otros, un hombre a su prójimo; se amotinarán muchachos contra ancianos, plebeyos contra nobles. Un hombre tomará a su hermano en la casa paterna y le dirá:
«Tienes un manto, sé nuestro jefe, toma el mando de esta ruina.»
El otro protestará:
«No soy médico y en mi casa no hay pan, ni tengo manto: no me nombréis jefe del pueblo.»
Se desmorona Jerusalén, Judá se derrumba: porque hablaban y actuaban contra el Señor rebelándose en presencia de su gloria. Su descaro testimonia contra ellos, publican sus pecados, no los ocultan: ¡Ay de ellos, que se acarrean su desgracia! Dichoso el justo: le irá bien, comerá el fruto de sus acciones. ¡Ay del malvado!: le irá mal, le darán la paga de sus obras. Pueblo mío, te oprimen jovenzuelos, te gobiernan mujeres; pueblo mío, tus guías te extravían, destruyen tus senderos.
El Señor se levanta a juzgar, se ha puesto en pie para sentenciar a su pueblo. El Señor viene a juzgar a los jefes y príncipes de su pueblo: Vosotros devastabais las viñas y tenéis en vuestra casa lo robado al pobre. ¿Por qué trituráis a mi pueblo y aplastáis el rostro de los desvalidos? -oráculo del Señor de los ejércitos-.
RESPONSORIO Is 3, 10-11. 13
R. Dichoso el justo: le irá bien, comerá el fruto de sus acciones. * ¡Ay del malvado!: le irá mal, le darán la paga de sus obras.
V. El Señor se levanta a juzgar, se ha puesto en pie para sentenciar a su pueblo.
R. ¡Ay del malvado!: le irá mal, le darán la paga de sus obras.
SEGUNDA LECTURA
Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores
(Sermón 46, 14.15: CCL 41, 541-542)
INSISTE CON OPORTUNIDAD O SIN ELLA
No recogéis las descarriadas ni buscáis a las perdidas. En cierta manera puede decirse que vivimos en este mundo rodeados de ladrones y de lobos rapaces; por ello os exhortamos a que, ante tales peligros, no dejéis de orar. Además las ovejas son rebeldes; si, cuando se descarrían, vamos tras ellas, ellas, para engaño y perdición suya, huyen de nosotros, diciendo: «¿Qué queréis de nosotras? ¿Por qué nos buscáis?» Como si no fuera un mismo y único motivo el que nos hace desear tenerlas cercanas y el que nos obliga a buscarlas cuando las vemos lejos; las deseamos, en efecto, cerca, porque cuando se alejan se descarrían y se pierden. «Si vivo en el error -dicen-, si camino hacia la perdición, ¿por qué me buscas?, ¿por qué me deseas?» Precisamente porque vives en el error quiero llevarte de nuevo al buen camino; porque te estás perdiendo deseo encontrarte de nuevo.
«Pero yo -dice la oveja- deseo vivir en el error, quiero perecer.» Así pues, ¿quieres vivir en el error y caminar a la perdición? Pues si tú deseas esto, yo, con mayor ahínco, deseo lo contrario. Y además no dejaré de írtelo repitiendo, aunque con ello llegue a importunarte, pues escucho al Apóstol que me dice: Proclama la palabra, insiste con oportunidad o sin ella. ¿A quiénes se anuncia la buena nueva con oportunidad? ¿A quiénes se les anuncia sin ella? Con oportunidad se anuncia a quienes desean escucharla, sin oportunidad a quienes no lo desean. Por tanto, aunque sea importuno, me atreveré a decirte: «Tú deseas andar por el camino del error, tú deseas perecer, pero yo deseo todo lo contrario.» Aquel que puede hacerme temer en el último día no me permite abandonarte; si te abandonara en tu error, él me increparía, diciéndome: No recogéis las descarriadas ni buscáis a las perdidas. ¿Acaso piensas que te temeré más a ti que a él? Pues, todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo.
Iré, por tanto, tras la descarriada, buscaré a la perdida. Lo haré tanto si lo deseas como si no lo deseas. Y aunque, mientras voy tras ella, las zarzas de las selvas desgarraren mi carne, estoy dispuesto a pasar por los más difíciles y estrechos caminos y a penetrar en todos los cercados. Mientras el Señor, el único a quien temo, me dé fuerzas haré cuanto esté en mi mano. Forzaré a la descarriada al retorno, buscaré a la perdida. Si quieres que no sufra, no te descarríes, no te apartes del buen camino. Y aun es poco el dolor que siento al ver que vas descarriada y en camino de perdición; temo, además, que si a ti te abandonara daría incluso muerte a las ovejas sanas. Mira, si no, lo que se dice en el texto a continuación. Maltratáis brutalmente a las fuertes. Si descuido, pues, a la que se descarría y se pierde, la que está fuerte deseará también andar por los caminos del error y de la perdición.
RESPONSORIO Sir 4, 28-29; 2Tm 4, 2
R. No retengas tu palabra ni ocultes tu sabiduría, cuando puedan ser ellas instrumento de salvación; * pues la sabiduría se da a conocer en el hablar, y los conocimientos en las palabras de la lengua.
V. Proclama la palabra, insiste con oportunidad o sin ella, persuade, reprende, exhorta, armado de toda paciencia y doctrina.
R. Pues la sabiduría se da a conocer en el hablar, y los conocimientos en las palabras de la lengua.
ORACIÓN.
OREMOS,
Oh Dios, has hecho del amor a ti y a los hermanos la plenitud de la ley; concédenos cumplir tus mandamientos y llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.