Musica Para el Alma

jueves, 31 de enero de 2019

COMPLETA ORACION ANTES DE IR A LA CAMA

Completas

Notas

  • Además de las fórmulas penitenciales mostradas aquí, pueden usarse otras aprobadas.
  • Además de himnos mostrados aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Esta hora se termina con una de las antífonas de la Santísima Virgen que se muestran en el formulario: Madre del Redentor, Salve, Reina de los cielos, Dios te salve española, Dios te Salve latinoamericana; Bajo tu amparo, o con algún otro canto debidamente aprobado.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Examen

Hermanos: Llegados al fin de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos humildemente nuestros pecados.
  • Formula 1
  • Formula 2
  • Formula 3
Yo confieso ante Dios Todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno

    Salmodia

    Antífona 1: Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
    Salmo 87
    Oración de un hombre gravemente enfermo
    Ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas. (Lc 22,53)
    Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
    de noche grito en tu presencia;
    + llegue hasta ti mi súplica,
    inclina tu oído a mi clamor.

    Porque mi alma está colmada de desdichas,
    y mi vida está al borde del abismo;
    ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
    soy como un inválido.

    Tengo mi cama entre los muertos,
    como los caídos que yacen en el sepulcro,
    de los cuales ya no guardas memoria,
    porque fueron arrancados de tu mano.

    Me has colocado en lo hondo de la fosa,
    en las tinieblas del fondo;
    tu cólera pesa sobre mí,
    me echas encima todas tus olas.

    Has alejado de mí a mis conocidos,
    me has hecho repugnante para ellos:
    encerrado, no puedo salir,
    y los ojos se me nublan de pesar.

    Todo el día te estoy invocando,
    tendiendo las manos hacia ti.
    ¿Harás tú maravillas por los muertos?
    ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?

    ¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
    o tu fidelidad en el reino de la muerte?
    ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla,
    o tu justicia en el país del olvido?

    Pero yo te pido auxilio,
    por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
    ¿Por qué, Señor, me rechazas
    y me escondes tu rostro?

    Desde niño fui desgraciado y enfermo,
    me doblo bajo el peso de tus terrores,
    pasó sobre mí tu incendio,
    tus espantos me han consumido:

    me rodean como las aguas todo el día,
    me envuelven todos a una;
    alejaste de mí amigos y compañeros:
    mi compañía son las tinieblas.

    Lectura Breve

    Jr 14,9
    Tú estás en medio de nosotros, Señor; tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos abandones, Señor, Dios nuestro.

    Responsorio Breve

    R. A tus manos, Señor, * Encomiendo mi espíritu. A tus manos.
    V. Tú, el Dios leal, nos librarás. * Encomiendo. Gloria al Padre. A tus manos.

    Canto Evangélico

    Antifona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos para que velemos con Cristo y descansemos en paz. (T.P. Aleluya)
    Nunc dimittis Lc 2, 29-32
    Cristo, luz de las naciones y gloria de Israel
    Ahora, Señor, según tu promesa,
    puedes dejar a tu siervo irse en paz.

    Porque mis ojos han visto a tu Salvador.
    a quien has presentado ante todos los pueblos:

    luz para alumbrar a las naciones
    y gloria de tu pueblo Israel.

    Gloria al Padre.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Oración

    Oremos:
    Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, le imitemos también resucitando a una vida nueva. Por Jesucristo, nuestro Señor.
    Amén.

    Bendición

    V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa.
    R. Amén.

    Antífonas finales de la Santísima Virgen María

    • Antifona 1
    • Antifona 2
    • Antifona 3
    • Antifona 4
    • Antifona 5
    Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
    vida, dulzura y esperanza nuestra;
    Dios te salve.

    A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
    a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
    en este valle de lágrimas.

    Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
    vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,
    y, después de este destierro,
    muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

    ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

    VÍSPERAS ORACIÓN AL FINAL DE LA TARDE

    Vísperas

    Invocación

    V. Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

    Himno

    • Himno 1
    ¿Quién es este que viene,
    recién atardecido,
    cubierto con su sangre
    como varón que pisa los racimos?
    Éste es Cristo, el Señor,
    convocado a la muerte,
    glorificado en la resurrección.
    ¿Quién es este que vuelve,
    glorioso y malherido,
    y, a precio de su muerte,
    compra la paz y libra a los cautivos?
    Éste es Cristo, el Señor,
    convocado a la muerte,
    glorificado en la resurrección.
    Se durmió con los muertos,
    y reina entre los vivos;
    no le venció la fosa,
    porque el Señor sostuvo a su Elegido.
    Éste es Cristo, el Señor,
    convocado a la muerte,
    glorificado en la resurrección.
    Anunciad a los pueblos
    qué habéis visto y oído;
    aclamad al que viene
    como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

    Salmodia

    Antífona 1: El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.
    Salmo 134,1-12
    Himno a Dios, realizador de maravillas
    Vosotros sois… un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. (1P 2,9)
    Alabad el nombre del Señor,
    alabadlo, siervos del Señor,
    que estáis en la casa del Señor,
    en los atrios de la casa de nuestro Dios.

    Alabad al Señor porque es bueno,
    tañed para su nombre, que es amable.
    Porque él se escogió a Jacob,
    a Israel en posesión suya.

    Yo sé que el Señor es grande,
    nuestro dueño más que todos los dioses.
    El Señor todo lo que quiere lo hace:
    en el cielo y en la tierra,
    en los mares y en los océanos.

    Hace subir las nubes desde el horizonte,
    con los relámpagos desata la lluvia,
    suelta a los vientos de sus silos.

    Él hirió a los primogénitos de Egipto,
    desde los hombres hasta los animales.
    Envió signos y prodigios
    —en medio de ti, Egipto—
    contra el Faraón y sus ministros.

    Hirió de muerte a pueblos numerosos,
    mató a reyes poderosos:
    a Sijón, rey de los amorreos,
    a Hog, rey de Basán,
    y a todos los reyes de Canaán.
    Y dio su tierra en heredad,
    en heredad a Israel, su pueblo.
    Antífona 2: Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.
    Salmo 134,13-21
    Señor, tu nombre es eterno;
    Señor, tu recuerdo de edad en edad.
    Porque el Señor gobierna a su pueblo
    y se compadece de sus siervos.

    Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
    hechura de manos humanas:
    tienen boca y no hablan,
    tienen ojos y no ven,

    tienen orejas y no oyen,
    no hay aliento en sus bocas.
    Sean lo mismo los que los hacen,
    cuantos confían en ellos.

    Casa de Israel, bendice al Señor;
    casa de Aarón, bendice al Señor;
    casa de Leví, bendice al Señor.
    fieles del Señor, bendecid al Señor.

    Bendito en Sión el Señor,
    que habita en Jerusalén.
    Antífona 3: Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
    Ap 15,3-4
    Himno de adoración
    Grandes y maravillosas son tus obras,
    Señor, Dios omnipotente,
    justos y verdaderos tus caminos,
    ¡oh Rey de los siglos!

    ¿Quién no temerá, Señor,
    y glorificará tu nombre?
    Porque tú solo eres santo,
    porque vendrán todas las naciones
    y se postrarán en tu acatamiento,
    porque tus juicios se hicieron manifiestos.

    Lectura Breve

    St 1,2-4
    Hermanos míos: Teneos por muy dichosos cuando os veáis asediados por toda clase de pruebas. Sabed que, al ponerse a prueba vuestra fe, os dará constancia. Y si la constancia llega hasta el final, seréis perfectos e íntegros, sin falta alguna.

    Responsorio Breve

    R. Cristo nos amó y nos ha librado * Por su sangre. Cristo.
    V. Nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios. * Por su sangre. Gloria al Padre. Cristo.

    Canto Evangélico

    Antifona: El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.
    Magnificat Lc 1, 46-55
    Alegría del alma en el Señor
    Proclama mi alma la grandeza del Señor,
    se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
    porque ha mirado la humillación de su esclava.

    Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
    porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
    su nombre es santo,
    y su misericordia llega a sus fieles
    de generación en generación.

    Él hace proezas con su brazo:
    dispersa a los soberbios de corazón,
    derriba del trono a los poderosos
    y enaltece a los humildes,
    a los hambrientos los colma de bienes
    y a los ricos los despide vacíos.

    Auxilia a Israel, su siervo,
    acordándose de la misericordia
    —como lo había prometido a nuestros padres—
    en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Preces

    Invoquemos al Señor Jesús, a quien el Padre entregó por nuestros pecados y lo resucitó para nuestra justificación, diciendo:
    'Señor, ten piedad de tu pueblo'.

    Escucha, Señor, nuestras súplicas, perdona los pecados de los que se confiesan culpables,
    —y, en tu bondad, otórganos el perdón y la paz.

    Tú que por el Apóstol nos has enseñado que, si creció el pecado, más desbordante fue la gracia,
    —perdona con largueza nuestros muchos pecados.

    Hemos pecado mucho, Señor, pero confiamos en tu misericordia infinita;
    —vuélvete a nosotros, para que podamos convertirnos a ti.

    Salva a tu pueblo de los pecados, Señor,
    —y sé benévolo con nosotros.

    Tú que abriste las puertas del paraíso al ladrón arrepentido, que te reconoció como salvador,
    —ábrelas también para nuestros difuntos.

    Reconociendo que nuestra fuerza para no caer en la tentación se halla en Dios, digamos confiadamente: Padre nuestro.

    Padre Nuestro

    Padre nuestro, que estás en el cielo,
    santificado sea tu nombre,
    venga tu reino,
    hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
    Danos hoy nuestro pan de cada día,
    perdona nuestras ofensas,
    como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
    no nos dejes caer en tentación,
    y líbranos del mal.

    Oración

    Señor, Padre santo, que quisiste que Cristo, tu Hijo, fuese el precio de nuestro rescate, haz que vivamos de tal manera que, tomando parte en sus padecimientos, nos gocemos también en la revelación de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
    Amén.

    Conclusión

    Si preside el obispo, es conveniente que éste bendiga al pueblo con la bendición solemne:
    V. El Señor esté con vosotros.
    R. Y con tu espíritu.
    V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
    R. Amén.
    V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
    R. Amén.
    Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo, o bien con la bendición común:
    V. El Señor esté con vosotros.
    R. Y con tu espíritu.
    V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
    R. Amén.
    Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:
    V. Podéis ir en paz.
    R. Demos gracias a Dios.
    En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:
    V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
    R. Amén.

    NONA. ORACIÓN DE MEDIA TARDE

    Nona

    Notas

    • En la Hora intermedia nunca se hace mención de las memorias de los santos.

    Invocación

    V. Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, Y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (T. P. Aleluya).

    Himno

    • Himno 1
    Ando por mi camino, pasajero,
    y a veces creo que voy sin compañía,
    hasta que siento el paso que me guía,
    al compás de mi andar, de otro viajero.
    No lo veo, pero está. Si voy ligero,
    él apresura el paso; se diría
    que quiere ir a mi lado todo el día,
    invisible y seguro el compañero.
    Al llegar a terreno solitario,
    él me presta valor para que siga,
    y, si descanso, junto a mí reposa.
    Y, cuando hay que subir monte (Calvario
    lo llama él), siento en su mano amiga,
    que me ayuda, una llaga dolorosa.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Salmodia

    Antífona 1: En la presencia del Señor se postrarán las familias de los pueblos.
    Salmo 125
    Dios, alegría y esperanza nuestra
    Si sois compañeros en el sufrir, también lo sois en el buen ánimo. (2Co 1,7)
    Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
    nos parecía soñar:
    la boca se nos llenaba de risas,
    la lengua de cantares.

    Hasta los gentiles decían:
    «El Señor ha estado grande con ellos.»
    El Señor ha estado grande con nosotros,
    y estamos alegres.

    Que el Señor cambie nuestra suerte,
    como los torrentes del Negueb.
    Los que sembraban con lágrimas
    cosechan entre cantares.

    Al ir, iba llorando,
    llevando la semilla;
    al volver, vuelve cantando,
    trayendo sus gavillas.
    Antífona 2: En la presencia del Señor se postrarán las familias de los pueblos.
    Salmo 126
    El esfuerzo humano es inútil sin Dios
    Sois edificio de Dios. (1Co 3,9)
    Si el Señor no construye la casa,
    en vano se cansan los albañiles;
    si el Señor no guarda la ciudad,
    en vano vigilan los centinelas.

    Es inútil que madruguéis,
    que veléis hasta muy tarde,
    que comáis el pan de vuestros sudores:
    ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

    La herencia que da el Señor son los hijos;
    su salario, el fruto del vientre:
    son saetas en mano de un guerrero
    los hijos de la juventud.

    Dichoso el hombre que llena
    con ellas su aljaba:
    no quedará derrotado cuando litigue
    con su adversario en la plaza.
    Antífona 3: En la presencia del Señor se postrarán las familias de los pueblos.
    Salmo 127
    Paz doméstica en el hogar del justo
    «Que el Señor te bendiga desde Sión», es decir, desde su Iglesia. (Arnobio)
    Dichoso el que teme al Señor
    + y sigue sus caminos.

    Comerás del fruto de tu trabajo,
    serás dichoso, te irá bien;
    tu mujer, como parra fecunda,
    en medio de tu casa;

    tus hijos, como renuevos de olivo,
    alrededor de tu mesa:
    ésta es la bendición del hombre
    que teme al Señor.

    Que el Señor te bendiga desde Sión,
    que veas la prosperidad de Jerusalén
    todos los días de tu vida;
    que veas a los hijos de tus hijos.
    ¡Paz a Israel!

    Lectura Breve

    Ef 2,8-9
    Estáis salvados por la gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir.

    Responsorio Breve

    V. Conozca la tierra tus caminos, Señor.
    R. Todos los pueblos tu salvación.

    Oración

    Oremos:
    Señor Jesucristo, que, colgado en la cruz, diste al ladrón arrepentido el reino eterno, míranos a nosotros, que, como él, confesamos nuestras culpas, y concédenos poder entrar también, como él, después de la muerte, en el paraíso. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos de los siglos.
    Amén.

    Conclusión

    Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.

    EL ÁNGELUS


    MARTES Y VIERNES
    El Ángelus. El Santo Rosario. La Coronilla de la Divina Misericordia
    .
    El Ángelus

    V/. El ángel del Señor anunció a María.
    R/. Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.
    Dios te salve, María…

    V/. He aquí la esclava del Señor.
    R/. Hágase en mí según tu palabra.
    Dios te salve, María…

    V/. Y el Verbo de Dios se hizo carne.
    R/. Y habitó entre nosotros.
    Dios te salve, María…

    V/. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
    R/. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

    Oración

    Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas, para que los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz, seamos llevados a la gloria de su re­su­rrección. Por Jesucristo nuestro Señor.

    R/. Amén.

    Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios: no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita.


    EL SANTO ROSARIO

    .Misterios Dolorosos (MARTES Y VIERNES)
    .Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos…
    .1º La oración del huerto. (LUCAS  22,39-46)
    .2º La Flagelación de nuestro Señor. (Jn 18,33-19,1)
    .3º La Coronación de espinas. (MARCOS 15,16-20)
    .4º Jesús con la Cruz a cuestas. (LUCAS  23,26-32)
    .5º La Crucifixión y muerte. (MARCOS 15,22-39)

    Oremos:
    Señor, tú has querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

    La Coronilla de la Divina Misericordia

    Se utiliza un rosario común de cinco decenas.
    1 Comenzar con un Padre Nuestro, Avemaría, y Credo.

    2 Al comenzar cada decena (cuentas grandes del Padre Nuestro) decir:
    "Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo,
    la Sangre, el Alma y la Divinidad
    de Tu Amadísimo Hijo,
    Nuestro Señor Jesucristo,
    para el perdón de nuestros
    pecados y los del mundo entero."
    .
    3. En las cuentas pequeñas del Ave María:
    "Por Su dolorosa Pasión,
    ten misericordia de nosotros
    y del mundo entero."

    Al finalizar las cinco decenas de la coronilla se repite tres
    veces
    : "Santo Dios, Santo Fuerte,
    Santo Inmortal, ten piedad de
    nosotros y del mundo entero."


    . *El que DESEA y QUIERE amar, con el corazón según EL SEÑOR: llegará a ser,  SANTO*

    PARA TI


    MARCOS 4,26-34 CICLO C. LO QUE ME DICE EL EVANGELIO


    Viernes, 1 de febrero de 2019
    Lo que me dice el Evangelio de Marcos 4,26-34. Ciclo C. (Es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra)  *El amor es algo tan pequeño, pero con el tiempo va en aumento va creciendo. El Señor me está mostrando hasta qué punto debe crecer el amor dentro de mí. Los momento de un amor en crecimiento son muy importante, en una primera momento yo soy el centro todo para mí, no es un amor sino un quiero todo, como un niño pequeño. Un segundo momento es un te quiero pero de intercambio (yo solo quiero a quien me quiere). En otro momento va cambiando de querer a amar, ahí es donde comienzan a aparecer las maripositas en la barriguita y luego aparece el amor a la esposa y los hijos. Un momento más de crecimiento, es amar al que me hace sufrir. Y el momento más alto, el amor en el punto más elevado, que es ya donde aparece el fruto, es el amor que, es capaz de “Dar la vida por Su Enemigo”. Ese es el amor del reino de lo cielo, ese el amor del justo por mi injusto*.    

    *El que DESEA y QUIERE amar, con el corazón según EL SEÑOR: llegará a ser, SANTO*

    EVANGELIO


    Viernes, 1 de febrero de 2019
    Evangelio
    Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,26-34):

    En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
    «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
    Dijo también:
    « ¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
    Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

    Palabra del Señor

    LAUDES VIERNES 1 DE FEBRERO 2019


    Invocación
    V. Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

    Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

    Venid, aclamemos al Señor,
    demos vítores a la Roca que nos salva;
    entremos a su presencia dándole gracias,
    aclamándolo con cantos.

    Porque el Señor es un Dios grande,
    soberano de todos los dioses:
    tiene en su mano las simas de la tierra,
    son suyas las cumbres de los montes;
    suyo es el mar, porque él lo hizo,
    la tierra firme que modelaron sus manos.

    Venid, postrémonos por tierra,
    bendiciendo al Señor, creador nuestro.
    Porque él es nuestro Dios,
    y nosotros su pueblo,
    el rebaño que él guía.

    Ojalá escuchéis hoy su voz:
    «No endurezcáis el corazón como en Meribá,
    como el día de Masá en el desierto;
    cuando vuestros padres me pusieron a prueba
    y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

    Durante cuarenta años
    aquella generación me repugnó, y dije:
    Es un pueblo de corazón extraviado,
    que no reconoce mi camino;
    por eso he jurado en mi cólera
    que no entrarán en mi descanso»

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Himno
    ·         Himno 1
    La noche, el caos, el terror,
    cuanto a las sombras pertenece
    siente que el alba de oro crece
    y anda ya próximo el Señor.
    El sol, con lanza luminosa,
    rompe la noche y abre el día;
    bajo su alegre travesía,
    vuelve el color a cada cosa.
    El hombre estrena claridad
    de corazón, cada mañana;
    se hace la gracia más cercana
    y es más sencilla la verdad.
    ¡Puro milagro de la aurora!
    Tiempo de gozo y eficacia:
    Dios con el hombre, todo gracia
    bajo la luz madrugadora.
    ¡Oh la conciencia sin malicia!
    ¡La carne, al fin, gloriosa y fuerte!
    Cristo de pie sobre la muerte,
    y el sol gritando la noticia.
    Guárdanos tú, Señor del alba,
    puros, austeros, entregados;
    hijos de luz resucitados
    en la Palabra que nos salva.
    Nuestros sentidos, nuestra vida,
    cuanto oscurece la conciencia
    vuelva a ser pura transparencia
    bajo la luz recién nacida. Amén.

    Salmodia
    Antífona 1: Contra ti, contra ti solo pequé, Señor, ten misericordia de mí.
    Salmo 50
    Misericordia, Dios mío

    Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana. (Ef 4,23-24)

    Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
    por tu inmensa compasión borra mi culpa;
    lava del todo mi delito,
    limpia mi pecado.

    Pues yo reconozco mi culpa,
    tengo siempre presente mi pecado:
    contra ti, contra ti solo pequé,
    cometí la maldad que aborreces.

    En la sentencia tendrás razón,
    en el juicio resultarás inocente.
    Mira, en la culpa nací,
    pecador me concibió mi madre.

    Te gusta un corazón sincero,
    y en mi interior me inculcas sabiduría.
    Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
    lávame: quedaré más blanco que la nieve.

    Hazme oír el gozo y la alegría,
    que se alegren los huesos quebrantados.
    Aparta de mi pecado tu vista,
    borra en mí toda culpa.

    Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
    renuévame por dentro con espíritu firme;
    no me arrojes lejos de tu rostro,
    no me quites tu santo espíritu.

    Devuélveme la alegría de tu salvación,
    afiánzame con espíritu generoso:
    enseñaré a los malvados tus caminos,
    los pecadores volverán a ti.

    Líbrame de la sangre, oh Dios,
    Dios, Salvador mío,
    y cantará mi lengua tu justicia.
    Señor me abrirás los labios,
    y mi boca proclamará tu alabanza.

    Los sacrificios no te satisfacen:
    si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
    Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
    un corazón quebrantado y humillado,
    tú no lo desprecias.

    Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
    reconstruye las murallas de Jerusalén:
    entonces aceptarás los sacrificios rituales,
    ofrendas y holocaustos,
    sobre tu altar se inmolarán novillos.
    Antífona 1: Contra ti, contra ti solo pequé, Señor, ten misericordia de mí.

    Antífona 2: Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.

    Jr 14,17-21
    Lamentación del pueblo en tiempo de hambre y guerra
    Está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio. (Mc 1,15)
    Mis ojos se deshacen en lágrimas,
    día y noche no cesan:
    por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo,
    una herida de fuertes dolores.

    Salgo al campo: muertos a espada;
    entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
    tanto el profeta como el sacerdote
    vagan sin sentido por el país.

    ¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
    ¿Tiene asco tu garganta de Sión?
    ¿Por qué nos has herido sin remedio?
    Se espera la paz y no hay bienestar,
    al tiempo de la cura sucede la turbación.

    Señor, reconocemos nuestra impiedad,
    la culpa de nuestros padres,
    porque pecamos contra ti.

    No nos rechaces, por tu nombre,
    no desprestigies tu trono glorioso;
    recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.

    Antífona 2: Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.

    Antífona 3: El Señor es Dios, y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
    Salmo 99
    Alegría de los que entran en el templo
    El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (San Atanasio)
    Aclama al Señor, tierra entera,
    servid al Señor con alegría,
    entrad en su presencia con vítores.

    Sabed que el Señor es Dios:
    que él nos hizo y somos suyos,
    su pueblo y ovejas de su rebaño.

    Entrad por sus puertas con acción de gracias,
    por sus atrios con himnos,
    dándole gracias y bendiciendo su nombre:

    «El Señor es bueno,
    su misericordia es eterna,
    su fidelidad por todas las edades.»

    Antífona 3: El Señor es Dios, y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

    Lectura Breve
    2Co 12,9b-10
    Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

    Responsorio Breve
    R. En la mañana * Hazme escuchar tu gracia. En la mañana.
    V. Indícame el camino que he de seguir. * Hazme escuchar tu gracia. Gloria al Padre. En la mañana.

    Primera Lectura
    De la carta a los Romanos 11, 1-12
    DIOS NO HA RECHAZADO A SU PUEBLO
    Hermanos: Pregunto yo: ¿Pero es que Dios ha rechazado a su pueblo? De ninguna
    manera. Que también yo soy israelita, del linaje de Abraham, de la tribu de Benjamín. Dios
    no ha rechazado a su pueblo, al que desde un principio escogió. ¿No sabéis lo que dice la
    Escritura
    en la historia de Elías? Éste interpela así a Dios en contra de Israel: «Señor, han dado
    muerte a tus profetas, han derribado tus altares; me he quedado yo solo, y me persiguen
    de muerte.» Pero, ¿qué le responde la voz divina? «Me he reservado siete mil hombres,
    que no han doblado la rodilla ante la estatua de Baal.»
    Así también ha quedado en nuestros tiempos un resto escogido de Dios por pura
    gracia. Y, si lo es por gracia, ya no es por las obras de la ley. De otra manera la gracia ya
    no sería tal gracia. ¿Qué quiere decir esto? Que Israel no ha logrado lo que pretendía,
    mientras que lo ha conseguido el grupo de los elegidos. Aquéllos se encerraron en su
    obstinación, como dice la Escritura: «Dios les ha dado espíritu insensible, ojos que no
    contemplan y oídos que no oyen hasta el día de hoy.» Y también dice David: «Conviértase
    su mesa en lazo y trampa, en ocasión de ruina y en castigo. Queden sin luz sus ojos, y
    que no vean más. Y, tú, agobia sus espaldas sin cesar.»
    Y ahora pregunto: Pero, ¿es que han caído para no levantarse? Nada de eso. Sino que,
    por el traspié que han dado, ha venido la salvación a los gentiles; y así Dios los provoca a
    emulación. Y, si su caída supone riquezas para el mundo, y su mengua, tesoros para los
    gentiles, ¿qué no supondrá la plenitud de su conversión?

    Responsorio Cf. Rm 11, 5. 7. 12
    R. Ha quedado un resto en Israel escogido por pura gracia, mientras que los demás se
    encerraron en su obstinación; 
    * si su caída supone riquezas para el mundo, ¿qué no
    supondrá la plenitud de su conversión?
    V. Israel no ha logrado lo que pretendía, mientras que lo ha conseguido el grupo de los
    elegidos.
    R. Si su caída supone riquezas para el mundo, ¿qué no supondrá la plenitud de su
    conversión?


    Segunda Lectura
    Del comentario de san Juan Fisher, obispo y mártir, sobre los salmos
    (Salmo 101: Opera omnia, edición 1597, pp. 1588-1589)
    LAS MARAVILLAS DE DIOS
    Primero, Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, con grandes
    portentos y prodigios; los hizo pasar el mar Rojo a pie enjuto; en el desierto, los alimentó
    con manjar llovido del cielo, el maná y las codornices, cuando padecían sed, hizo salir de
    la piedra durísima un perenne manantial de agua; les concedió la victoria sobre todos los
    que guerreaban contra ellos; por un tiempo, detuvo de su curso natural las aguas del
    Jordán; les repartió por suertes la tierra prometida, según sus tribus y familias. Pero
    aquellos hombres ingratos, olvidándose del amor y munificencia con que les había
    otorgado tales cosas, abandonaron el culto del Dios verdadero y se entregaron, una y otra
    vez, al crimen abominable de la idolatría.
    Después, también a nosotros, que, cuando éramos gentiles, nos sentíamos arrebatados
    hacia los ídolos mudos, siguiendo el ímpetu que nos venía, Dios nos arrancó del olivo
    silvestre de la gentilidad, al que pertenecíamos por naturaleza, nos injertó en el verdadero
    olivo del pueblo judío, desgajando para ello algunas de sus ramas naturales, y nos hizo
    partícipes de la raíz de su gracia y de la rica sustancia del olivo. Finalmente, no perdonó a
    su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros como oblación y víctima de suave
    olor, para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado.
    Todo ello, más que argumentos, son signos evidentes del inmenso amor y bondad de
    Dios para con nosotros; y, sin embargo, nosotros, sumamente ingratos, más aún,
    traspasando todos los límites de la ingratitud, no tenemos en cuenta su amor ni
    reconocemos la magnitud de sus beneficios, sino que menospreciamos y tenemos casi en
    nada al autor y dador de tan grandes bienes; ni tan siquiera la extraordinaria misericordia
    de que usa continuamente con los pecadores nos mueve a ordenar nuestra vida y
    conducta conforme a sus mandamientos.

    Ciertamente, es digno todo ello de que sea escrito para las generaciones futuras, para
    memoria perpetua, a fin de que todos los que en el futuro han de llamarse cristianos
    reconozcan la inmensa benignidad de Dios para con nosotros y no dejen nunca de cantar
    sus alabanzas.


    Responsorio Sal 67, 27; 95, 1
    R. En el bullicio de la fiesta bendecid a Dios, * bendecid al Señor, estirpe de Israel.
    V. Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra.
    R. Bendecid al Señor, estirpe de Israel.


    Evangelio
    Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,26-34):

    EN aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
    «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
    Dijo también:
    « ¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
    Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

    Palabra del Señor

    Canto Evangélico

    Antifona: El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.

    Benedictus Lc 1, 68-79
    El Mesías y su precursor
    + Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
    porque ha visitado y redimido a su pueblo,
    suscitándonos una fuerza de salvación
    en la casa de David, su siervo,
    según lo había predicho desde antiguo,
    por boca de sus santos profetas.

    Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
    y de la mano de todos los que nos odian;
    realizando la misericordia
    que tuvo con nuestros padres,
    recordando su santa alianza
    y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

    Para concedernos que, libres de temor,
    arrancados de la mano de los enemigos,
    le sirvamos con santidad y justicia,
    en su presencia, todos nuestros días.

    Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
    porque irás delante del Señor
    a preparar sus caminos,
    anunciando a su pueblo la salvación,
    el perdón de sus pecados.

    Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
    nos visitará el sol que nace de lo alto,
    para iluminar a los que viven en tinieblas
    y en sombra de muerte,
    para guiar nuestros pasos
    por el camino de la paz.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Antifona: El Señor ha visitado y redimido a su pueblo

    Preces
    Elevemos los ojos a Cristo, que nació, murió y resucitó por su pueblo, diciendo confiados:
    'Salva, Señor, a los que redimiste con tu sangre'.

    Te bendecimos, Señor, a ti que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz
    —y nos redimiste con tu preciosa sangre. 

    'Salva, Señor, a los que redimiste con tu sangre'

    Tú que prometiste a los que en ti creyeran un agua que salta hasta vida eterna,
    —derrama tu Espíritu sobre todos los hombres.

    'Salva, Señor, a los que redimiste con tu sangre'

    Tú que enviaste a los discípulos a predicar el Evangelio,
    —ayúdalos, para que extiendan la victoria de la cruz.

    'Salva, Señor, a los que redimiste con tu sangre'

    A los enfermos y a todos los que has asociado a los sufrimientos de tu pasión,
    —concédeles fortaleza y paciencia.

    'Salva, Señor, a los que redimiste con tu sangre'

    Llenos del Espíritu de Jesucristo, acudamos a nuestro Padre común, diciendo: Padre nuestro.

    'Salva, Señor, a los que redimiste con tu sangre'
    Padre Nuestro
    Padre nuestro, que estás en el cielo,
    santificado sea tu nombre,
    venga tu reino,
    hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
    Danos hoy nuestro pan de cada día,
    perdona nuestras ofensas,
    como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
    no nos dejes caer en tentación,
    y líbranos del mal.

    Oración

    Oremos:
    Ilumina, Señor, nuestros corazones y fortalece nuestras voluntades, para que sigamos siempre el camino de tus mandatos, reconociéndote como nuestro guía y maestro. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
    Amén.

    Conclusión
    Si preside el obispo, es conveniente que éste bendiga al pueblo con la bendición solemne:
    V. El Señor esté con vosotros.
    R. Y con tu espíritu.
    V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
    R. Amén.
    V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
    R. Amén.

    Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo, o bien con la bendición común:
    V. El Señor esté con vosotros.
    R. Y con tu espíritu.
    V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
    R. Amén.

    Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:
    V. Podéis ir en paz.
    R. Demos gracias a Dios.

    En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:
    V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
    R. Amén.