*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*Laudes - SANTA CLARA, VIRGEN 2025*
Memoria
Nació en Asís el año 1193; imitó a su conciudadano Francisco,
siguiéndolo por el camino de la pobreza, y fundó la Orden de las monjas
llamadas Clarisas. Su vida fue de gran austeridad, pero rica en obras de
caridad y de piedad. Murió el año 1253.
El siguiente es el formulario que corresponde a
laudes de la liturgia de las horas, lunes, 11 de agosto de 2025. Otras
celebraciones del día: LUNES XIX SEMANA DEL
TIEMPO ORDINARIO .
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, rey de las vírgenes.
- Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
- Himno 1
Es domingo; una luz nueva
resucita la mañana
con su mirada inocente,
llena de gozo y de gracia.
Es domingo; la alegría
del mensaje de la Pascua
es la noticia que llega
siempre y que nunca se gasta.
Es domingo; la pureza
no sólo la tierra baña,
que ha penetrado
en la vida por las ventanas del alma.
Es domingo; la presencia
de Cristo llena la casa:
la Iglesia, misterio y fiesta,
por él y en él convocada.
Es domingo; «éste es el día
que hizo el Señor», es la Pascua,
día de la creación
nueva y siempre renovada.
Es domingo; de su hoguera
brilla toda la semana
y vence oscuras tinieblas
en jornadas de esperanza.
Es domingo; un canto nuevo
toda la tierra le canta
al Padre, al Hijo, al Espíritu,
único Dios que nos salva. Amén.
Salmodia
Antífona 1: Libremente confieso a Cristo; de Cristo está sedienta mi alma; deseo
estar por siempre con Cristo.
Salmo 62, 2-9
El alma sedienta de Dios
Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Antífona 2: Vírgenes del Señor, bendecid al Señor; el que sembró en vosotras el
deseo de la virginidad ha coronado ya su obra.
Dn 3,57-88.56
Toda la creación alabe al Señor
Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona 3: Que los santos se alegren en la gloria, pues han conseguido una
brillante victoria sobre la carne y la sangre.
Salmo 149
Alegría de los santos
Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey,
Cristo, el Señor. (Hesiquio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Lectura Breve
Ct 8, 7
Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor,
ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las
riquezas de su casa, se haría despreciable.
Responsorio Breve
V. Oigo
en mi corazón: buscad mi rostro.
R. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro.
V. Tu rostro buscaré, Señor.
R. Buscad mi rostro.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro.
Primera
Lectura
Del segundo libro de los Reyes 5, 1-19
ELISEO REVELA EL PODER DE DIOS EN LA
CURACIÓN DE NAAMÁN DE SIRIA
En aquellos días, Naamán, general del
ejército del rey sirio, era un hombre que gozaba
de la estima y del favor de su señor, pues por su medio el Señor había dado la
victoria a
Siria; pero estaba enfermo de la piel. En una incursión, una banda de sirios
llevó de Israel
a una muchacha, que quedó como criada de la mujer de Naamán; y dijo a su
señora:
«Ojalá mi señor fuera a ver al profeta de Samaría; él lo libraría de su
enfermedad.»
Naamán fue a informar a su señor:
«La muchacha israelita ha dicho esto y esto.»
El rey de Siria le dijo:
«Ven, que te doy una carta para el rey de Israel.»
Naamán se puso en camino, llevando tres quintales de plata, seis mil monedas de
oro y
diez trajes. Presentó al rey de Israel la carta, que decía así:
«Cuando recibas esta carta, verás que te envío a mi ministro Naamán para que lo
libres
de su enfermedad.»
Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó las vestiduras, exclamando:
«¿Soy yo un dios capaz de dar muerte o vida, para que éste me encargue de
librar a un
hombre de su enfermedad? Fijaos bien, y veréis cómo está buscando un pretexto
contra
mí.»
El profeta Eliseo se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las
vestiduras, y le
envió este recado:
«¿Por qué te has rasgado las vestiduras? Que venga a mí y verá que hay un
profeta en
Israel.»
Naamán llegó, con sus caballos y su carroza, y se detuvo a la puerta de la casa
de
Eliseo. Eliseo le mandó un mensajero a decirle:
«Ve, báñate siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia.»
Se enojó Naamán, y se marchaba, comentando:
«Yo me imaginaba que saldría en persona a encontrarme, y que en pie invocaría
el
nombre del Señor, su Dios, pasaría su mano sobre la parte enferma y me libraría
de mi
enfermedad. ¿Es que los ríos de Damasco el Abana y el Farfar, no valen más que
todas las
aguas de Israel? ¿No puedo bañarme en ellos y quedar limpio?»
Dio media vuelta y se marchó furioso. Pero sus siervos lo abordaron, diciendo:
«Padre, si el profeta te hubiera prescrito algo difícil, ¿no lo habrías hecho?
Cuánto más
si lo que te prescribe es simplemente que te bañes para quedar limpio.»
Entonces Naamán bajó y se bañó siete veces en el Jordán, según la palabra del
hombre
de Dios, y su carne quedó limpia como la de un niño. Volvió con su comitiva al
hombre de
Dios y se le presentó, diciendo:
«Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta
un
regalo de tu servidor.»
Eliseo contestó:
«¡Vive Dios, a quien sirvo! No aceptaré nada.»
Y, aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo:
«Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de
mulas; porque
en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses
fuera del
Señor. Y que el Señor me perdone: si al entrar mi señor en el templo de Rimón
para
adorarlo, se apoya en mi mano, y yo también me postro ante Rimón, que el Señor
me
perdone ese gesto.»
Eliseo le dijo:
«Vete en paz.»
Responsorio
2 R 5, 14. 15; Lc 4, 27
R. Su carne quedó limpia como la de un niño. * Entonces
Naamán dijo: «No hay Dios en
toda la tierra más que el de Israel.»
V. Muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero
ninguno de ellos
obtuvo la curación, sino Naamán, el de Siria.
R. Entonces Naamán dijo: «No hay Dios en toda la tierra más que el de
Israel.»
Segunda
Lectura
Del Tratado de Teodoreto de Ciro, obispo,
sobre la encarnación del Señor
(Núms. 26-27: PG 75, 1466-1467)
YO CURARÉ SUS
EXTRAVÍOS
Jesús acude espontáneamente a la pasión
que de él estaba escrita y que más de una
vez había anunciado a sus discípulos, increpando en cierta ocasión a Pedro por
haber
aceptado de mala gana este anuncio de la pasión, y demostrando finalmente que a
través
de ella sería salvado el mundo. Por eso, se presentó él mismo a los que venían
a
prenderle, diciendo: Yo soy a quien buscáis. Y cuando lo acusaban no respondió,
y,
habiendo podido esconderse, no quiso hacerlo; por más que en otras varias
ocasiones en
que lo buscaban para prenderlo se esfumó.
Además, lloró sobre Jerusalén, que con su incredulidad se labraba su propio
desastre y
predijo su ruina definitiva y la destrucción del templo. También sufrió con
paciencia que
unos hombres doblemente serviles le pegaran en la cabeza. Fue abofeteado,
escupido,
injuriado, atormentado, flagelado y, finalmente, llevado a la crucifixión,
dejando que lo
crucificaran entre dos ladrones, siendo así contado entre los homicidas y
malhechores
gustando también el vinagre y la hiel de la viña perversa, coronado de espinas
en vez de
palmas y racimos, vestido de púrpura con burla y golpeado con una caña,
atravesado por
la lanza en el costado y, finalmente, sepultado.
Con todos estos sufrimientos nos procuraba la salvación. Porque todos los que
se
habían hecho esclavos del pecado debían sufrir el castigo de sus obras; pero
él, inmune
de todo pecado, él, que caminó hasta el fin por el camino de la justicia
perfecta, sufrió el
suplicio de los pecadores, borrando en la cruz el decreto de la antigua
maldición. Cristo —
dice San Pablo— nos rescató de la maldición de la Ley, haciéndose por nosotros
un
maldito, porque dice la Escritura: “Maldito todo el que cuelga de un árbol”. Y
con la corona
de espinas puso fin al castigo de Adán, al que se le dijo después del pecado:
Maldito el
suelo por tu culpa: brotará para ti cardos y espinas.
Con la hiel cargó sobre sí la amargura y molestias de esta vida mortal y
pasible. Con el
vinagre, asumió la naturaleza deteriorada del hombre y la reintegró a su estado
primitivo.
La púrpura fue signo de su realeza; la caña, indicio de la debilidad y
fragilidad del poder
del diablo; las bofetadas que recibió publicaban nuestra libertad, al tolerar
él las injurias,
los castigos y golpes que nosotros habíamos merecido.
Fue abierto su costado, como el de Adán, pero no salió de él una mujer que con
su
error engendró la muerte, sino una fuente de vida que vivifica al mundo con un
doble
arroyo; uno de ellos nos renueva en el baptisterio y nos viste la túnica de la
inmortalidad;
el otro alimenta en la sagrada mesa a los que han nacido de nuevo por el
bautismo, como
la leche alimenta a los recién nacidos.
Responsorio
Is 53, 5; 1 Pe 2, 24
R. Él fue herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros
crímenes; él soportó el
castigo que nos trae la paz, * por sus llagas hemos sido curados.
V. Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para
que, muertos al
pecado, vivamos para la justificación.
R. Por sus llagas hemos sido curados.
*Santa Clara, virgen, memoria
obligatoria*
Lecturas del Lunes de la XIX
Semana del Tiempo Ordinario
11
Ago 2025
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,22-27)*
En
aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les
dijo Jesús: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo
matarán, pero resucitará al tercer día.» Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro
no paga las dos dracmas?»
Contestó: «Sí.»
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón?
Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los
extraños?»
Contestó: «A los extraños.»
Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no
escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el
primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela
y págales por mí y por ti.»
Palabra
del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Ésta
es la virgen prudente que, unida a Cristo, resplandece como el sol en el reino
celestial.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Glorifiquemos a Cristo, esposo y corona de las
vírgenes, y supliquémosle diciendo:
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos.
Señor Jesucristo, a quien las vírgenes amaron como a su único esposo,
— concédenos que nada nos aparte de tu amor.
Tú que coronaste a María como reina de las vírgenes por su intercesión,
— concédenos recibirte siempre con pureza de corazón.
Por intercesión de las santas vírgenes que te sirvieron siempre con fidelidad,
consagradas
a ti en cuerpo y alma,
— ayúdanos, Señor, a que los bienes de este mundo que pasa no nos separen de tu
amor
eterno.
Señor Jesús, esposo que has de venir y a quien las vírgenes prudentes
esperaban,
— concédenos que aguardemos tu retorno glorioso con una esperanza activa.
Por intercesión de santa N., que fue virgen sensata y una de las prudentes,
— concédenos, Señor, la verdadera sabiduría y la pureza de costumbres.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Con sencillez y humildad digamos la oración que
Jesús nos enseñó: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Tú, Señor, que te complaces en habitar en los
limpios y sinceros de corazón, por intercesión de Santa Clara, virgen,
concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre entre nosotros.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - LUNES XIX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2025
El siguiente es el formulario que corresponde a
vísperas de la liturgia de las horas para el día de mañana, lunes, 11 de agosto
de 2025. Otras celebraciones del día: SANTA CLARA, VIRGEN .
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
- Himno 1
Muchas veces, Señor, a la hora décima
-sobremesa en sosiego-,
recuerdo que, a esa hora, a Juan y a Andrés
les saliste al encuentro.
Ansiosos caminaron tras de ti...
«¿Qué buscáis...?» Les miraste. Hubo silencio.
El cielo de las cuatro de la tarde
halló en las aguas del Jordán su espejo
y el río se hizo más azul de pronto,
¡el río se hizo cielo!
«Rabí -hablaron los dos-, ¿en dónde moras?
«Venid, y lo veréis.» Fueron, y vieron.
«Señor, ¿en dónde vives?»
«Ven, y verás.» Y yo te sigo y siento
que estás... ¡en todas partes!,
¡y que es tan fácil ser tu compañero!
Al sol de la hora décima, lo mismo
que a Juan y a Andrés
-es Juan quien da fe de ello-,
lo mismo, cada vez que yo te busque,
Señor, ¡sal a mi encuentro!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.
Salmodia
Antífona 1: Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.
Salmo 122
El Señor, esperanza del pueblo
Dos ciegos… se pusieron a gritar: «¡Ten compasión de nosotros, Señor,
Hijo de David!». (Mt 20,30)
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Antífona 2: Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Salmo 123
Nuestro auxilio es el nombre del Señor
Dijo el Señor a Pablo: «No temas…, que yo estoy contigo». (Hch 18,9.10)
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
—que lo diga Israel—,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Antífona 3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Ef 1,3-10
El Dios salvador
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Lectura Breve
(St 4,11-12)
Dejad de denigraros unos a otros, hermanos. Quien
denigra a su hermano o juzga a su hermano denigra a la ley y juzga a la ley; y,
si juzgas a la ley, ya no la estás cumpliendo, eres su juez. Uno solo es
legislador y juez: el que puede salvar y destruir. ¿Quién eres tú para juzgar
al prójimo?
Responsorio Breve
R. Sáname,
Señor, * Porque he pecado contra ti. Sáname.
V. Yo dije: Señor, ten misericordia. * Porque he pecado contra ti.
Gloria al Padre. Sáname.
Canto Evangélico
Antifona: Proclama
mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.
Magnificat Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Ya que Cristo quiere que todos los hombres se
salven, pidamos confiadamente por toda la humanidad, diciendo:
'Atrae a todos hacia ti, Señor'.
Te bendecimos, Señor, a ti que, por tu sangre preciosa, nos has redimido de la
esclavitud;
—haz que participemos en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Ayuda con tu gracia a nuestro obispo (…) y a todos los obispos de la Iglesia,
—para que, con gozo y fervor, administren tus misterios.
Que todos los que consagran su vida a la investigación de la verdad la hallen
—y, hallándola, se esfuercen en buscarla con mayor plenitud.
Atiende, Señor, a los huérfanos, a las viudas, a los que viven abandonados,
—para que te sientan cercano y se entreguen más a ti.
Acoge a nuestros hermanos difuntos en la ciudad santa de la Jerusalén
celestial,
—donde tú, con el Padre y el Espíritu Santo, lo serás todo para todos.
Adoctrinados por el mismo Señor, nos atrevemos a decir: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor, tú que con razón eres llamado luz
indeficiente, ilumina nuestro espíritu, en esta hora vespertina, y dígnate
perdonar benignamente nuestras faltas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
Si preside el obispo, es conveniente que éste bendiga al pueblo con la
bendición solemne:
V. El
Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano,
custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de
Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo,
o bien con la bendición común:
V. El
Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:
V. Podéis
ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.
En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un
ministro no ordenado, se dice:
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.