Musica Para el Alma
martes, 13 de mayo de 2025
JUAN 15,9-17 CICLO C
Lecturas
de San Matías, apóstol
14 Mayo 2025
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-17)*
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si
guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he
guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de
esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie
tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis
amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo
no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he
oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis
elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis
fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os
lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»
Palabra del Señor
*Que la Paz del Señor llegue primero a
vuestros corazones antes que mis palabras*
*(Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en
mi amor)*
*El Señor nos hace
una invitación a la verdadera alegría a (Permanecer en el amor). Si
guardamos los mandamientos y permanecemos en el amor tenemos la garantía de la
vida eterna, y eso es lo que todos deseamos de alguna manera tener vida y vida
en abundancia, Jesús nos muestra el camino y no solo nos muestra el camino sino
que también él, nos acompañará. Obedecer a una persona que uno ama, que uno
aprecia, que es una persona muy importante para nosotros, cualquier mandato que
esa persona nos mande y que eso que nos manda nos mantiene más unido lo hacemos.
Jesús nos ha elegido y nos ha destinado
para que vayamos y demos frutos, y nuestro fruto dure. Y quiere que mientras
vamos de camino nos amemos, ese es el mandato, para que pueda
permanecer en su amor y disfrutar de la vida eterna y con alegría*
*El que desea y quiere amar, con el corazón
según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
LAUDES Y VISPERAS DEL MIERCOLES 14
*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*TIEMPO PASCUAL*
MIÉRCOLES
DE SEMANA IV
Propio del Tiempo. Salterio IV
*San Matias,
Apóstol*
14 de Mayo
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Verdaderamente
ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
Salmodia
Antífona 1: Elévate
sobre el cielo, Dios mío. Aleluya.
Salmo 107
Alabanza al Señor y petición de auxilio
Porque
Cristo se ha elevado sobre el cielo, su gloria se anuncia sobre toda la tierra.
(Arnobio)
Dios mío, mi corazón está firme,
para ti cantaré y tocaré, gloria mía.
Despertad, cítara y arpa
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria;
para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.
Dios habló en su santuario:
«Triunfante, ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;
mío es Galaad, mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;
Moab, una jofaina para lavarme;
sobre Edom echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria.»
Pero, ¿quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edom,
si tú, oh Dios, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?
Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil.
Con Dios haremos proezas,
él pisoteará a nuestros enemigos.
Antífona 2: El Señor
ha hecho brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos. Aleluya.
Is 61,10-62,5
Alegría del profeta ante la nueva Jerusalén
Vi
la ciudad santa, la nueva Jerusalén…, arreglada como una novia que se adorna
para su esposo. (Ap 21,2)
Desbordo de gozo con el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un manto de triunfo,
como novio que se pone la corona,
o novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos ante todos los pueblos.
Por amor de Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia,
y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán «Abandonada»,
ni a tu tierra «Devastada»;
a ti te llamarán «Mi favorita»,
y a tu tierra «Desposada»,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá marido.
Como un joven se casa con su novia,
así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa,
la encontrará tu Dios contigo.
Antífona 3: El Señor
reina eternamente, tu Dios, Sión. Aleluya.
Salmo 145
Felicidad de los que esperan en Dios
Alabemos
al Señor mientras vivimos, es decir, con nuestras obras. (Arnobio)
Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Lectura Breve
Rm 6, 8-11
Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también
viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los
muertos, ya no muere; la muerte no tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir
al pecado de una vez para siempre, más su vida es un vivir para Dios. Así
también, considerad vosotros que estáis muertos al pecado, pero que vivís para
Dios en unión con Cristo Jesús.
Responsorio Breve
V. El Señor ha resucitado del
sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. Dios resucitó a Cristo de entre
los muertos. Aleluya.
R. Para que nuestra fe y esperanza se centren en Dios. Aleluya.
Lecturas
Primera
Lectura
Del libro del Apocalipsis 14, 14-15, 4
LA COSECHA DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS
Yo, Juan, tuve otra visión: Vi una nube blanca, y sentado sobre ella
alguien semejante a un Hijo de hombre, con una corona de oro sobre su cabeza y
con una hoz afilada en la mano, y salió otro ángel del templo, gritando con
potente voz al que estaba sentado sobre la nube: «Empuña la hoz y siega, porque
ya es la hora de la siega y está madura la mies de la tierra.»
El que estaba sentado sobre la nube metió su hoz a la tierra, y la
tierra quedó segada. Salió otro ángel del templo celeste, llevando también él
en su mano una hoz afilada. Y otro más salió del altar, y tenía poder sobre el
fuego, y gritaba con poderosa voz al que tenía la hoz afilada: «Empuña tu hoz
afilada, y corta los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas están
maduras.»
El ángel metió su hoz a la tierra, y vendimió la viña de la tierra, echando los
racimos en el gran lagar de la cólera de Dios. Fue pisada la uva del lagar,
fuera de la ciudad; y salió sangre del lagar hasta llegar a cubrir los frenos
de los caballos en un espacio de mil seiscientos estadios.
Vi luego en el cielo otra señal grande y maravillosa: Eran siete ángeles
portadores de siete plagas, las últimas, porque con ellas se consuma la cólera
de Dios. Vi como un mar
de vidrio mezclado con fuego; y los que habían vencido a la bestia y a su
imagen y a la cifra que daba su nombre estaban de pie junto al mar de vidrio, portando
las cítaras de Dios. Y cantaban el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el
cántico del Cordero, diciendo: «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor,
Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus
juicios se hicieron manifiestos.»
Responsorio
Ap 15, 3; Ex 15, 11
R. Cantaban el cántico del Cordero,
diciendo: «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, * justos
y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!» Aleluya.
V. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible
entre los santos, autor de maravillas?
R. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!
Aleluya.
Segunda
Lectura
Del tratado de san Hilario, obispo, sobre la Trinidad (Libro 8,13-16: PL
10, 246-249)
LA ENCARNACIÓN DEL VERBO Y EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA NOS HACEN
PARTÍCIPES DE LA NATURALEZA DIVINA
Si es verdad que la Palabra se hizo carne y que nosotros, en la cena del
Señor, comemos esta Palabra hecha carne, ¿cómo no será verdad que habita en
nosotros con su naturaleza aquel que, por una parte, al nacer como hombre,
asumió la naturaleza humana como inseparable de la suya y, por otra, unió esta
misma naturaleza a su naturaleza eterna en el sacramento en que nos dio su
carne? Por eso todos nosotros llegamos a ser
uno, porque el Padre está en Cristo y Cristo está en nosotros; por ello, si
Cristo está en nosotros y nosotros estamos en él, todo lo nuestro está, con
Cristo, en Dios.
Hasta qué punto estamos nosotros en él por el sacramento de la comunión
de su carne y de su sangre, nos lo atestigua él mismo al decir: El mundo no me
verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Porque yo
estoy con mi Padre, y vosotros conmigo, y yo con vosotros. Si hubiera querido que
esto se entendiera solamente de la unidad de la voluntad, ¿por qué señaló como
una especie de gradación y de orden en la realización de esta unidad? Lo hizo,
sin duda, para que creyéramos que él está en el Padre por su naturaleza divina,
mientras que nosotros estamos en él por su nacimiento
humano y él está en nosotros por la celebración del sacramento: así se
manifiesta la perfecta unidad realizada por el Mediador, porque nosotros
habitamos en él y él habita en el Padre y, permaneciendo en el Padre, habita
también en nosotros. Así es como vamos avanzando hacia la unidad con el Padre,
pues, en virtud de la naturaleza divina, Cristo está en el Padre y, en virtud
de la naturaleza humana, nosotros estamos en Cristo y Cristo
está en nosotros.
El mismo Señor habla de lo natural que es en nosotros esta unidad cuando
afirma: El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí, y yo en él. Nadie
podrá, pues, habitar en él, sino aquel en quien él haya habitado, es decir,
Cristo asumirá solamente la carne de quien haya comido la suya.
Ya con anterioridad había hablado el Señor del misterio de esta perfecta unidad
al decir: El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo
modo, el queme come vivirá por mí. Él vive, pues, por el Padre, y, de la misma
manera que él vive por el Padre, nosotros vivimos por su carne.
Toda comparación trata de dar a entender algo, procurando que el ejemplo
propuesto ayude a la comprensión de la cuestión. Aquí, por tanto, trata el
Señor de hacernos comprender que la causa de nuestra vida está en que Cristo,
por su carne, habita en nosotros, seres carnales, para que por él nosotros
lleguemos a vivir de modo semejante a como él vive por el Padre.
Responsorio
Jn 6, 57; cf. Dt 4, 7
R. El que come mi carne y bebe mi
sangre * permanece en mí, y yo en él. Aleluya.
V. ¿Cuál de las naciones grandes tiene unos dioses tan cercanos a
ellas como el Señor, nuestro Dios, lo está de nosotros?
R. Permanece en mí, y yo en él. Aleluya.
Lecturas de
San Matías, apóstol
14 Mayo 2025
Evangelio
*Lectura del santo evangelio
según san Juan (15,9-17)*
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he
amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en
mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco
en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y
vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a
otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida
por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no
os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os
llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No
sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo
que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a
otros.»
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: «Yo
he venido al mundo como luz, para que nadie que crea en mí quede en tinieblas»,
dice el Señor. Aleluya.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Dirijámonos a Dios, que quiso manifestar a Jesús
resucitado a los apóstoles, y digámosle suplicantes:
Ilumínanos, Señor, con la claridad de tu Cristo.
Señor, fuente de toda luz, te aclamamos con acción
de gracias en esta mañana, porque nos has llamado a participar de tu luz
admirable, — y nos has querido dar la salvación.
Haz, Señor, que la fuerza del Espíritu Santo nos
purifique y nos fortalezca, — para que con nuestro trabajo hagamos más humana
la vida de los hombres.
Haz que nos entreguemos de tal modo al servicio de
nuestros hermanos, — que logremos hacer de la familia humana una ofrenda
agradable a tus ojos.
Llénanos, desde el principio de este nuevo día, de
tu misericordia, — para que en toda nuestra jornada nos gocemos en tu alabanza.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las
palabras de Jesús, nuestro maestro: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado
sea tu nombre,
venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal.
Oración
Señor, tú que eres la vida de los fieles, la gloria
de los humildes y la felicidad de los santos, escucha nuestras súplicas y sacia
con la abundancia de tus dones a los que tienen sed de tus promesas. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada,
¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.
Salmodia
Antífona 1: La noche será clara como el día. Aleluya.
Salmo 138,1-12
Dios está en todas partes y lo ve todo
¿Quién
conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? (Rm 11,34)
Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.
¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.
Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.
Antífona 2: Yo conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. Aleluya.
Salmo 138,13-18.23-24
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.
¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.
Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.
Antífona 3: Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza.
Aleluya.
Col 1,12-20
Himno a Cristo, primogénito de toda
criatura y primer resucitado de entre los muertos
Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Lectura Breve
Hb 7, 24-27
Jesús, como permanece para siempre, tiene un
sacerdocio eterno. De aquí que tiene
poder para llevar a la salvación definitiva a cuantos por él se vayan acercando
a Dios,
porque vive para siempre para interceder por ellos. Y tal era precisamente el
sumo
sacerdote que nos convenía: santo, sin maldad, sin mancha, excluido del número
de los
pecadores y exaltado más alto que los cielos. No tiene necesidad, como los
sumos
sacerdotes, de ofrecer víctimas cada día, primero por sus propios pecados y
luego por los
del pueblo. Esto lo hizo una vez por todas, ofreciéndose a sí mismo.
Responsorio Breve
V. Los
discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Canto Evangélico
Antifona: Dios
no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo
por medio de él. Aleluya.
Magnificat Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Imploremos a Dios Padre, que por la resurrección de
su Hijo de entre los muertos nos ha
abierto el camino de la vida eterna, y digámosle:
Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.
Dios de nuestros padres, que has glorificado a tu Hijo Jesús, resucitándolo de
entre los
muertos,
— convierte nuestros corazones, para que vivamos la nueva vida de tu Hijo
resucitado.
Tú que nos has devuelto al Pastor y guardián de nuestras vidas, cuando éramos
ovejas
descarriadas,
— consérvanos en fidelidad a tu Evangelio, bajo la guía de los obispos de tu
Iglesia.
Tú que elegiste a los primeros discípulos de tu Hijo de entre el pueblo de
Israel,
— revela a los hijos de este pueblo el cumplimiento de las promesas que hiciste
a sus
padres.
Acuérdate, Señor, de los huérfanos, de las viudas, de los esposos que viven
separados y
de todos nuestros hermanos abandonados,
— y no permitas que vivan en la soledad los que fueron reconciliados por la
muerte de tu
Hijo.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones
libres.
Tú que llamaste a ti a Esteban, el cual confesó que Jesús estaba a tu derecha,
— recibe a nuestros hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el
amor.
Digamos ahora todos juntos la oración que nos enseñó el mismo Jesús: Padre
nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor, tú que eres la vida de los fieles, la gloria
de los humildes y la felicidad de los
santos, escucha nuestras súplicas y sacia con la abundancia de tus dones a los
que tienen
sed de tus promesas. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Conclusión
Si
preside el obispo, es conveniente que éste bendiga al pueblo con la bendición
solemne:
V. El
Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano,
custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de
Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Si
preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo, o bien
con la bendición común:
V. El
Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Si
se despide a la comunidad, se añade la invitación:
V. Podéis
ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.
En
el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro
no ordenado, se dice:
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.